viernes, 3 de noviembre de 2017

LOS DOCTRINARIOS DEL IMPERIO BRITANICO

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Para establecer las bases inmediatas del imperialismo británico, cuyo testigo pasaría con los avatares del siglo XX a sus antiguas colonias de Nueva Inglaterra, es ineludible referirse al papel desempeñado en el mismo por dos figuras de especial significación, John Ruskin y Cecil Rhodes, alrededor de las cuales se iba a tejer una tupida maraña de poderosas entidades en las que pueden detectarse las claves de algunos de los acontecimientos que han configurado el mundo actual.
John Ruskin nació en Londres el año 1819. Hijo de un acaudalado hombre de negocios, cursó estudios en el Christ Churc de Oxford, donde muy pronto se pondrían de relieve sus peculiares inclinaciones, en las que entremezclaban la pasíón por el arte, las inquietudes de tipo social y la expansión del Imperio Británico, al que Ruskin consideraba el vehículo más idóneo para llevar a cabo la labor mesiánica a que estaban destinadas las "élites" de su país.
Fue a través de su cátedra en la Universidad de Oxford como Ruskin inició una labor de proselitismo y adoctrinamiento que no tardó en depararle numerosos adeptos entre sus alumnos, todos ellos procedentes de las altas esferas sociales británicas. De ese vivero saldrían sus más íntimos colaboradores, como Arnold Toynbee, Henry Birchenough, George Parkin, Philipp Lyttelton y Alfred Milner. Este último personaje, que volveremos a encontrarnos más adelante, sería en 1915 uno de los cuatro integrantes del Gabinete de Guerra británico, organismo desde donde puso en práctica las enseñanzas de su maestro. De ahí que su condición de director de una potente institución financiera, el London Joint Stock Bank (hoy Midland Bank), no le impidiera utilizar su cargo político para brindar una eficaz  cobertura al tráfico de armamento realizado durante la revolución rusa por Basil Zaharoff, uno de los principales proveedores del bando bolchevique.
El ideario de Ruskin consistía en el hoy ya consagrado esquema del capitalismo oligárquico y "humanista", y se basaba en la acción conjunta de una élite de tecnócratas y académicos sostenidos y auspiciados por los poderes financieros. Lógicamente, tales planteamientos suscitaron muy pronto el interés de las altas esferas económicas, que no tardaron en promover su divulgación al otro lado del atlántico. Esa labor corrió a cargo de dos simpatizantes norteamericanos de la doctrina ruskiniana,Walter Vrooman y Charles Beard, quienes, tras entrevistarse con el maestro, fundaron en Estados Unidos el Ruskin College, contando para ello con el soporte financiero y el apoyo social del duque de Norfolk, miembro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, de lord Ripon, virrey de la India y maestre de la citada logia, de lord Rosebery, nieto del barón de Rothschild, y del duque de Fife, militante igualmente del Gran Oriente inglés.
El otro gran embajador de la filantropía británica, Cecil Rhodes, nació en 1853, y fue el tercer vástago de la numerosa prole del pastor protestante Francis Rhodes. Su trayectoria ascendente comenzaría poco después de trasladarse a Africa, donde su hermano Herbert administraba una plantación algodonera ubicada en el territorio de Natal. Tras una breve estancia en la plantación, Cecil se dirigió a los campos diamantíferos sudafricanos, montando allí una empresa de extracción en sociedad con un tal Charles Rudd. La buena marcha del negocio le permitió regresar a la metrópoli y graduarse en Oxford, donde entró en contacto con el que habría de convertirse en su mentor ideológico, John Ruskin. El promotor del encuentro entre ambos personajes fue W.Stead, director de una publicación sensacionalista llamada Pall Mall Gacette, que se dedicaba a promover el ideario progresista sobre la base, eso sí, de un proyecto de alcance mundial dirigido por la civilización angloparlante.
Acto seguido, Cecil Rhodes se asoció con otros dos empresarios del negocio diamantífero, Alfred Beit y Barney Barnato, con los que creó una vasta red industrial y comercial que muy pronto se hizo con el control mundial de la producción y venta de diamantes, monopolio que posteriormente pasaría a manos de dos ilustres firmas de la plutocracia internacional, los Rothschild y los Oppenheimer, que a través de la sociedad De Beers Consolidatd Mines Ltd. controlan en la actualidad el 85% del mercado mundial de diamantes.  
Los éxitos económicos de Cecil Rhodes corrieron parejos al importantante papel que desempeñó durante el conflicto anglo-boer, desencadenado por los poderes financieros británicos, y muy especialmente por la casa Rothschild, para hacerse con el control de las inmensas riquezas del territorio sudafricano. Y es que, como muy bien señalara el rabino y escritor Marcus Eli Ravage, excelente conocedor de los entresijos político-económicos de aquella época, el poder oculto de Cecil Rhodes no era otro que el dinero de los Rothschild. 
La concepción ideológica y los pilares doctrinales de nuestro protagonista no eran sino una perfecta prolongación de las tesis de su maestro Ruskin. En lo esencial, se trataba de los mismos planteamientos que han venido reiterándose a todo lo largo del presente siglo por los promotores y teóricos del Gobierno Mundial. El ideario de Rhodes aparece perfilado con diáfana nitidez en varias de las cartas que dirigiera a unos de sus más íntimos confidentes, el ya mencionado W.T. Stead. Una correspondencia en la que pueden leerse frases como éstas:
"Sostengo que somos la primera raza del mundo y que cuanto mayor porción del mismo sea habitado por nosostros, tanto más se beneficiará la humanidad. Imponer nuestro gobierno significará terminar con las guerras";
"Anhelo la unión con América y la paz universal, que supongo podrá ser una realidad dentro de cien años. He pensado, además, en la fundación de una sociedad secreta organizada como la compañía de Loyola y sustentada por la riqueza creciente de aquellos que aspiren a hacer algo".  Bien es cierto que tan conmovedoras inquietudes pacifistas y humanitarias de proyección mundial no incluían entre sus objetivos el poner término a la explotación y a las condiciones infrahumanas en que vivían los trabajadores de las minas sudafricanas controladas por el filántropo británico. Pero comparado con sus elevados planes aquello no pasaba de ser una anécdota insignificante.
El exponente más visible, aunque ni mucho menos el único, de la labor proselitista de Rhodes habrían de ser la Fundación y las Becas Cecil Rhodes, con cuyos fondos han completado su formación innumerables peones de lujo de la plutocracia internacional.
La influencia de estos dos personajes, John Ruskin y Cecil Rhodes, se materializó a lo largo de su época en una serie de entidades surgidas al amparo de su inspiración ideológica y sostenidas por las altas esferas económicas y oligárquicas, como veremos seguidamente.Más tarde, con el declive del Imperio Británico, sus cánones y procedimientos pasarían al otro lado del Atlántico, como también veremos más adelante.
Entre esas instituciones aludidas en primer lugar merecen destacarse dos: la Pilgrims Society y la Round Table. La Pilgrims Society fue presentada oficialmente el 24 de julio de 1902. Su nombre, como será fácil deducir, se adoptó en memoria de los puritanos ingleses que desembarcaron en la costa de Massachussets y fundaron la colonia de New Plymouth en septiembre de 1620. Los promotores de esta sociedad fueron varios miembros del Rhodes Trust, entre los que figuraban Harry Britain, Joseph Wheeler, C. Roll, patrón de la firma Rolls-Royce, y Lindsay Russell. La presidencia de la entidad recayó en lord Roberts, célebre por las matanzas y estragos que perpetrara como plenipotenciario del gobierno británico durante la guerra anglo-boer.
Unos meses más tarde, el 13 de enero de 1903, nacía la rama americana de la Pilgrims Society por iniciativa del anteriormente citado Lindsay Russell, que en 1921 se convertiría en el primer presidente del Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores), un organismo privado de corte oligárquico del que han salido los más altos cargos de la Administración norteamericana desde su creación hasta hoy. Debe precisarse que, con anterioridad a la fundación en los Estados Unidos de la Pilgrims Society, ya existía en aquel país la Sociedad de Descendientes del Mayflower, un influyente club que agrupa a la cerrada oligarquía protestante cuyo árbol genealógico se remonta a los puritanos pilgrims. Son las mismas familias que, junto con ciertos clanes de la alta finanza, nos encontraremos más adelante cuando salga a relucir una hermética y poderosa sociedad estadounidense denominada The Order.
Por lo que se refiere a la Round Table, fue fundada en 1909 por lord Milner. A pesar de su carácter cerrado y elitista, este restringido club no era en realidad sino el círculo más visible o exterior de la sociedad secreta Table Mountain, creada en 1891 por Cecil Rhodes y su íntimo colaborador, W.T.Stead, e integrada por un reducido grupo de iniciados entre los que figuraban el citado lord Milner, lord Grey, lord Rotschild, lord Esher, sir Harry Johnston y lord Balfour. Este último sería algún tiempo después Primer Ministro británico (1902-1905) y, posteriormente, ministro de Asuntos Exteriores en el gabinete de LLoyd George (1916-1919).
Para costear los cuantiosos gastos derivados de los proyectos y actividades de la Round Table, lord Milner, que ostentaba simultáneamente el cargo de Gran Vigilante de la Gran Logia Unida de Inglaterra, contó con las aportaciones económicas de dos acaudalados industriales mineros, sir Abe Bayley y Alfred Beit, ex-socios de Cecil Rhodes en el negocio diamantífero sudafricano. Desde la Round Table y la fundación Rhodes, lord Milner influyó decisivamente en las directrices políticas del gabinete presidido por LLoyd George, cuyos asesores fueron todos ellos miembros de dicha sociedad. Como muestra de lo apuntado bastará citar la célebre Declaración Balfour, así como las ayudas brindadas por el Gobierno de Lloyd George a los dirigentes bolcheviques, ya comentadas líneas atrás.
Uno de los objetivos primordiales de la Round Table desde su creación fue extender su radio de acción al resto de los territorios de habla inglesa, cosa que no tardó en conseguir. Al punto que en 1915 contaba ya con delegaciones en seis países, además de la sede inglesa (Estados Unidos, Canadá, Sudáfrica, la India, Australia y Nueva Zelanda). La actividad de los diversos grupos se mantuvo en todo momento coordinada a través de las reuniones periódicas de sus miembros y por medio de un boletín informativo muy completo.
Finalizada la Iª Guerra Mundial, la Round Table entraría en una fase de gran expansión, entre otras razones merced al extraordinario incremento de las aportaciones económicas que comenzaron a lloverle desde un aerópago financiero en el que figuraban los trusts J.P. Morgan, Rockefeller, Carnegie y Lazard Brothers. A través de ese proceso de expansión y penetración social  la Round Table han venido ejerciendo desde entonces su poderosa influencia en los círculos académicos, políticos y mediáticos. Entre sus actuales feudos, cuyo dominio comparte con otras sociedades afines del Establishment, figuran los rotativos The International Herald Tribune, The Financial Times, The Wall Street Journal, The Economist, The New York Times y The Washington Post, voceros prototípicos todos ellos del capitalismo progresista y multinacional, y órganos cuyos editoriales y artículos son recogidos en todo el ámbito occidental como si procediesen de un oráculo. Otro de los enclaves dominados por la Round Table es la Universidad de Princeton, donde ha organizado el Instituto de Estudios Avanzados, una entidad entre cuyos más conspícuos y asiduos residentes figura el ideólogo marxista Adam Schaff.
Uno de los mejores conocedores del entramado oligárquico mundial, al que no en vano perteneció durante largo tiempo, sería el historiador Carroll Quigley. Este autor, de obligada referencia en esta materia, fue profesor de historia en la Escuela del Sevicio Exterior de la Universidad de Georgetown, además de profesor invitado en las Universidades de Harvard y Princeton. Fue miembro asimismo de la Asociación Americana de Economía y de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, becario de la Brookings Institution y colaborador de la Smithsonian Institution, organismos todos ellos adscritos a los círculos del Establishment. Fruto de sus muchos años de estudios e investigaciones en los archivos de dichas entidades, Quigley publicó en 1965 un libro ("Tragedy and Hope") cuya primera y única edición se agotó en pocos días, y no precisamente a manos de sus potenciales lectores. Desde entonces la obra en cuestión no ha conocido nuevas reediciones, por lo que resulta prácticamente inencontrable, habiendo desaparecido incluso de las bibliotecas y establecimientos similares de acceso público. Convendría, pues, retener el nombre de este historiador, a quien se acudirá en más de una ocasión a lo largo de las próximas páginas.
A modo de anticipo, bueno será reproducir uno de los más esclarecedores párrafos que Quigley dedicara en su libro a la Round Table. Párrafo que no tiene desperdicio, y dice así.: "Existe, y ha existido durante una generación, una red anglófila que opera con el objeto de que la derecha radical crea en la acción comunista. De hecho, esta red, que podríamos identificar con los grupos de la Round Table, no tiene aversión a cooperar con los comunistas o con cualquier otro grupo, y así lo hace frecuentemente. Sé de las operaciones de esta red porque las he estudiado durante veinte años, y pude, durante dos años, a principios de 1960, examinar sus papeles y grabaciones secretas. No tengo aversión por ella ni por la mayoría de sus fines, y he estado mucho tiempo de mi vida cerca de ella y de muchos de sus instrumentos. He objetado, tanto en el pasado como recientemente, algunos de sus procedimientos. Pero en general, mi principal diferencia de opinión son sus deseos de permanecer desconocida, y creo que su papel en la historia es suficientemente significativo como para ser conocida".
El rápido repaso efectuado hasta aquí quedaría incompleto sin hacer alusión a la Fabian Society, otra importante entidad íntimamente relacionada con las citadas anteriormente.
El convulso clima reinante en la Inglaterra victoriana, derivado del hecho de ser aquel país la primera potencia industrial de su época, con todo lo que ello suponía de explotación y marginación social, brindó el caldo de cultivo adecuado para el alumbramiento de la Fabian Society. Esta entidad fue así concebida al amparo de las consabidas consignas obreristas y humanitarias por un reducido grupo de "filántropos" perteneciente a los medios acomodados de la burguesía británica y estrechamente vinculados a los círculos de la alta sociedad. Una circunstancia, esta última, nada sorprendente, por cuanto ha venido siendo algo habitual a todo lo largo de los últimos cien años. Entre los mentores y dirigentes de la Fabian Society figuraban Frank Podmore, George Bernard Shaw, Sidney Webb y lord Olivier, a los que se sumó poco después el influyente columnista Graham Wallas. Posteriormente se sucederían las incorporaciones de personajes tan notorios como el economista John Keynes, el filósofo Bertrand Russell, el escritor H.G.Wells y el historiador Arnold Toynbee. También se incorporaron a sus filas algunos dirigentes sindicales, Ben Tiller y Tom Mann entre ellos, así como otras figuras que iremos viendo más adelante.
Pero antes de trazar un sucinto perfil de las actividades de esta sociedad y de sus dirigentes, no estará de más recordar sus orígenes "proletarios", toda vez que la Fabian Society surgió como un grupo escindidode otra organización anterior denominada Hermandad de la Nueva Vida.  Entre los quince miembros fundadores de dicha hermandad figuraban , además de Podmore y Bernard Shaw, Edward Pease, agente de bolsa del Hutchinson Trust, Havellok Ellis, psicólogo precursor del sexo libre, Ramsay McDonald, futuro primer ministro, lord Haldane, más tarde ministro de la Guerra, y Hubert Bland, columnista del influyente diario Star. Sin olvidarse de Annie Besant, quien a la muerte de la célebre y fantasmagórica Mme. Blavatsky había asumido el mando de la Sociedad Teosófica, inmersa ya por aquellas fechas en un cisma imparable debido, entre otras razones, al hecho de que muchos de sus militantes europeos empezaban a constatar que la tal sociedad no era fundamentalmente sino un instrumento al servicio del imperialismo británico.
Los quince integrantes de la Hermandad de la Nueva Vida se reunieron en Londres el 24 de octubre de 1883 con el objetivo de impulsar un nuevo proyecto del que después saldría la Fabian Society. Y lo hicieron bajo los auspicios de Thomas Davidson, un profesor escocés afincado en los Estados Unidos, donde había fundado la American Economy Association en compañía de Woodrow Wilson y el financiero Isaac Seligman.
Por lo que se refiere a las vinculaciones existentes entre la Fabian Society y la Round Table, puede decirse que fueron desde un principio manifiestas, y no sólamente por la doble militancia de varios de sus respectivos miembros, sino también por la pertenencia común de muchos de ellos a entidades como la Sociedad de Relaciones Culturales y el Real Instituto de Asuntos Internacionales, desde donde se marcaban al Gobierno británico las directrices a seguir en política exterior; organismos que, por otra parte, estaban patrocinados y sostenidos económicamente por las mismas potencias financieras (Hutchinson Trust, Lazard Brothers, Rothschild, Oppenheimer). Y es que el socialismo fabiano representaba el primer intento sistemático de amalgamar el modelo económico capitalista con las tesis del colectivismo marxista, todo ello, claro está, bajo la sabia y filantrópica dirección de las "élites" angloparlantes. Se trataba, en suma, de una temprana manifestación del proyecto totalitario que, por una u otra vía, se viene acariciando desde hace tiempo.
Naturalmente, la evolución gradual hacia el nuevo modelo de sociedad no se ultimaría en un plazo breve. Como los socialistas fabianos sabían y saben muy bien, ese proceso llevaría algún tiempo, siendo preciso, por tanto, contemporizar con ciertos excesos, necesarios en cualquier caso para la consecución de tan elevado fin. De ahí que, tras unos primeros momentos de rechazo, las más notorias figuras de la Fabian Society manifestasen sus simpatías por el régimen de exterminio implantado en la URSS. Tal fue la actitud, entre otros, del ínclito H.G.Wells, turiferario destacado del régimen bolchevique, y de Sidney Webb, que definió a la Unión Soviética como "una democracia madura" y justificó las purgas estalinistas con el argumento de que "la justicia comunista tendría sus buenos motivos para actuar así". En la misma línea se manifestaría el dramaturgo Bernard Shaw, que aunque no aprobaba las huelgas obreras en su país, como el resto de los burgueses fabianos, sí se mostró comprensivo con el terror bolchevique, al que consideraba "un mal necesario".
Sea como fuere, lo cierto es que el renombrado dramaturgo británico, acostumbrado a transitar por los pasillos del Poder, y por tanto buen conocedor de lo que se cocía en ellos, puso en boca de uno de sus personajes literarios, el financiero Undershaft, unas significativas palabras que bien merecen reproducirse aquí. Así le habla el financiero al político en una obra de Shaw titulada La Comandante Bárbara:  "¡El gobierno de tu país! Yo soy el gobierno de tu país, yo y Lazarus. ¿Crees que tú y unos cuantos principiantes como tú sentados en fila en esa institución de estúpido parloteo pueden gobernar a Undershaft y a Lazarus? No, amigo mío, ustedes harán lo que nos convenga. Harán la guerra cuando nos sirva. Comprenderán que el comercio necesita ciertas medidas cuando nosostros hayamos decidido esas medidas. Cuando yo necesite algo que aumente mis ganacias, ustedes descubrirán que mi voluntad es una necesidad nacional, y cuando los demás necesiten algo que disminuya mis ganancias, ustedes llamarán a la policía y al ejército. Como recompensa gozarán del apoyo de mis diarios  y de la satisfacción de pensar que son grandes estadistas.......Vuestras multitudes depositan sus votos y se imaginan que de esa forma gobiernan a sus gobernantes. ¡Votar! Cuando usted vota lo único que cambia son los nombres del Gabinete".
Dos de los más activos animadores de la Fabian Society en los inicios de ésta fueron los esposos Webb (Sindney Webb y Beatriz Potter), que, como el resto de los dirigentes de dicha entidad, procedían de los medios acomodados de la burguesía inglesa. Entre las más significativas dotes de este matrimonio fabiano figuraba su encendida verborrea proletaria, lo que les impediría condenar la huelga minera de 1920 y negar toda ayuda a las familias de los huelguistas. Igualmente, sus públicas muestras de simpatía hacia el régimen soviético no entorpecieron en lo más mínimo la buena acogida que en todo momento se les dispensó en los círculos oligárquicos de la alta sociedad británica. Más bien todo lo contrario, pues como muy certeramente señalara el sindicalista americano George Meany, la retórica izquierdista siempre ha gozado de un buen cartel entre amplios sectores de la "mejor" gente. De hecho, Sidney Webb fue distinguido en 1929 con el título de barón Pasfield, y su cuñada, Georgina Potter, entroncó con la élite financiera tras casarse con David Meinertzhagen, presidente de la Banca Lazard londinense. Los Webb constituían, pues, una muestra prototípica de esa burguesía esnob que adopta poses obreristas sin renunciar ni por un momento a sus privilegios de clase y al vacuo tipo de vida característico de su condición social. El conmovedor afán redentor de esas almas sensibles y progresistas se cifra, por tanto, en hacer de los atrasados proletarios unos burguesitos de provecho, trasladándoles a tal efecto todas las taras propias de su decrépita mentalidad, cosa que, como bien prueban los hechos, ya han logrado casi completamente.
Entre las iniciativas del matrimonio Webb destacó la constitución de un Club de "cerebros" cuyo objetivo sería lograr la máxima eficacia en todos los campos, dentro del más puro estilo tecnocrático. Esa agrupación de "superdotados", bautizada por Beatriz Webb con el nombre de Los Coeficientes, fue tratada por H.G. Wells en uno de sus escritos, "Experiment in Autobiography", donde le dedicaría todo un capítulo cuyo elocuente título (La idea de un mundo planificado) ahorra cualquier comentario. 
En 1894 el trust de Henry Hutchinson, en el que Sidney Webb ocupaba un alto cargo, concedió a la Fabian Society diez mil libras para propaganda y demás actividades. Con este dinero y los cuantiosos fondos aportados por la casa Rothschild, los máximos dirigentes de la Fabian Society (Webb, Wallas, Shaw) crearon la London School of Economics and Political Science (Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres), cuyo cometido sería formar a los futuros arquitectos de una nueva sociedad regida por los principios fabianos. A lo largo de los últimos decenios este centro académico ha recibido ingentes aportaciones económicas de la Alta Finanza, y muy especialmente del trust Rockefeller, a través de la Fundación L.Spellman-Rockefeller, y  por sus aulas ha pasado el propio David Rockefeller, así como una pléyade de políticos y tecnócratas de la izquierda occidental.

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