martes, 14 de noviembre de 2017

NIETZSCHE

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no es un filósofo al uso, que haya elaborado un sistema filosófico concreto, ya sea una ética, una metafísica basada en la moral como Emmanuel Kant, una dialéctica del espíritu o materialista como Hegel o Marx. Ante todo ha sido un psicólogo en el sentido más grande de la palabra, su psicología es innata e intuitiva. Se da en él como el olfato a los felinos. Ha sido un escudriñador de las costumbres, de la moral, de las religiones, y también un profeta o un vidente al insinuar, no tuvo tiempo de hacer otra cosa —murió a los 54 años— la Ley del “Eterno Retorno de lo Idéntico”.
Se ha hablado, se ha escrito mucho, sobre si Nietzsche influyó en el movimiento nacionalsocialista; las opiniones son para todos los gustos y es curioso que al emparentar al filósofo con el estadista, existan las mayores contradicciones, y eso en todos los campos: políticos o pensantes, desde los nacionalsocialistas hasta los enemigos de éstos. Que estas contradicciones existan en sus enemigos es cosa natural, pues la contradicción está en su misma esencia, incluso que los reparos sobre Nietzsche, cuando no la abominación, se den entre las derechas tradicionales: nacionalistas, patrioteras y religiosas, es perfectamente lógico. Lo increíble, diría que lamentable, es el hecho de que también algunos nacional-revolucionarios de hoy lo sigan considerando como a un filósofo peligroso por contradictorio.
Para los millones de nacionalsocialistas o de fascistas que había en Europa hasta 1945, el aceptar o no como “suyo” a Nietzsche, no tenía la menor importancia, bastaba con que la comprensión del filósofo estuviera en un reducido número, en las élites.
Pero hoy, en la “pleamar del nihilismo”, o los nacional-revolucionarios comprenden de una vez por todas la dimensión del mensaje de Nietzsche, o caen en una tartufería sentimentaloide, con lo cual y por mas voluntad que pongan en su tarea, entorpecen más que ayudan a la formación de la nueva élite que debe o debería formarse. “Dios ha muerto” y con él: la religión, la moral, la patria. Se necesita un “Hom­bre Nuevo”. Fue el nacionalsocialismo quien más lejos llevó la formación de éste, pero era inevitable que fuera un híbrido, entre la “voluntad de poder” y el romanticismo de Wagner: el romanticismo, la gran nostalgia, los mejores restos de una civilización desafiando a su inevitable fin, “El Ocaso de los Dioses”.
Tal afirmación, seguramente será tachada de exagerada. No me molestaré demasiado en demostraciones, no es esto lo que pretendo aquí, simplemente diré como Nietzsche: “Es un nuevo paso hacia la independencia el atreverse a expresar apreciaciones que han de causar vergüenza a quienes las propagan. En este caso hasta los amigos y conocidos se manifiestan inquietos. Es este todavía un fuego por el cual debe pasar la naturaleza bien dotada; enseguida se pertenece aún más a ella misma” (“Humano, demasiado humano” afr. 619).
Volviendo al tema central, —del cual me he apartado para dar unas sugerencias y sobre todo, dejar constancia de que el nacionalsocialismo no fue radicalmente nietzscheiano, pero sí fue el Movimiento que más cerca estuvo de él— daré los siguientes datos como prólogo, aún y siendo estos, del aspecto más exterior. En 1934 el Partido nacionalsocialista promueve lo que parecía la edición definitiva de las obras editadas por el “Archivo Nietzsche”. El 1 5 de octubre del mismo año, en Weimar y en presencia de Hitler se conmemora solemnemente el 90 aniversario del nacimiento del filósofo. En 1937 se levanta un nuevo edificio especial para el “Archivo Nietzsche”. Hitler regala a Mussolini las obras completas de Nietzsche encuadernadas en piel (cabe constar que los dos pensadores que más influyeron en el Duce, fueron Nietzsche y Sorel). En el libro “Conversaciones sobre la guerra y la paz” existe la siguiente manifestación de Hitler: “En el “hall” de la Biblioteca de Linz se pueden ver los bustos de Kant, Schopenhauer y Nietzsche. Los ingleses, los franceses y los americanos no son capaces de alinear filósofos de esta talla... Nietzsche ha superado maravillosamente el pesimismo de Schopenhauer”. Mayores honores por parte de Hitler hacia un prohombre alemán, sólo lo vemos en la persona de Wagner.
En otro orden, más particular si se quiere, Otto Skorzenny, considerado hasta el fin de la guerra, como el hombre “más peligroso de Europa” por su sensacional hazaña, entre otras, de la liberación del Duce, titula su primer libro de memorias con la famosa frase de Nietzsche “Vive Peligrosamente” y cuando relata sus experiencias y conversaciones con Hitler en plena guerra, queda vivamente impresionado por el temple y la firmeza del Führer ante tantas dificultades y adversidades y le recuerda la imagen conque Nietzsche describe al “Superhombre” en la simple pregunta: “¿Acaso busca su felicidad? No, busca su Obra”.
Uno de los intelectuales españoles actuales más serios, Rafael Gabra, llama a la filosofía de Nietzsche y de su discípulo Martín Heideger, “existencialismo vitalista” y la resume admirablemente cuando dice: ”Existe para cada hombre, sin embargo, una posible salvación: aceptar la propia situación, dar un enérgico SI a los hechos y autoafirmarse por la acción y por la lucha”.
Y continúa: “Puede reconocerse una influencia de esta filosofía en la actitud de la juventud alemana en las filas del nacionalsocialismo durante la última guerra mundial. Actitud desengañada, escéptica, respecto a valores universales, pero que, por un enérgico voluntarismo, afirma y deifica su propia existencia colectiva —la Raza y el Estado germánico—, y se entrega desesperadamente a una lucha de la que espera­ba ver surgir su propio ser y el sentido de su vida” (Historia sencilla de la Filosofía, Ed. Rialp).
Asimismo, Martín Heideger, teorizador de la metafísica existencialista, se confiesa discípulo de Nietzsche y durante el período nacionalsocialista, da numerosas conferencias ente los más destacados miembros del Partido y de la vida cultural- —que no se excluían—, sobre la interpretación de la filosofía nietzscheiana. Su libro, “Sendas perdidas” es un glosario de estas conferencias, particularmente es el capítulo sobre la frase de Nietzsche, “Dios ha muerto”.
A ambos filósofos se les ha considerado, por parte de ciertos intelectuales, como anarquistas. De Nietzsche hablaremos más adelante, de Heideger y para dar una oportuna aclaración, en 1943 se expresó de la siguiente forma al manifestar públicamente su ciega adhesión a Hitler con estas palabras: “Ni los dogmas ni las verdades racionales deben erigirse en normas de nuestra conducta. Hoy y siempre, el Führer es el único capacitado para decidir lo que es bueno y lo que es malo. El Führer es nuestra única ley”. (Historia Ilustrada del III Reich).
Hecha esta introducción preliminar paso ha hacer un resumen de la vida y de la obra del filósofo, con las exposiciones necesarias para clarificar sus pretendidas contradicciones, su influencia o semejanza con Hitler y el movimiento nacionalsocialista, así como advertencias o sugerencias a los nacional-revolucionarios de hoy y de mañana.


Federico Guillermo Nietzsche nació en Roecken, población de Tunngia el 11 de octubre de 1844. Su padre era pastor protestante, de aquí puede deducirse que conociera ya en su infancia y de cerca la moral cristiana. En julio de 1849, o sea, cuando el mozo tenía 5 años, muere su padre y la familia; su madre y su hermana Elisabeth se trasladan a Naumburg.
Ya desde la infancia Nietzsche destaca por su inteligencia y seriedad por encima de sus compañeros. Una anécdota puede ser suficientemente ilustrativa; su madre y su hermana le esperaban a la salida del colegio durante una fuerte lluvia, todos los niños salían corriendo en busca de refugio, de pronto apreció él, caminando tranquilamente empapándose de agua, su madre le gritaba para que se apresurase, pero él no se inmutó y cuando llegó junto a ellas les dijo que la norma que le habían enseñado era de no salir corriendo y saltando, sino caminando con compostura.
A los 15 años ingresa en la escuela de Pforta y cursa en ella estudios secundarios, cabe señalar que el ingreso en este prestigioso colegio lo obtiene mediante una beca. La superioridad intelectual de Nietzsche que de pequeño se vislumbra, se hace ahora patente, sus compañeros se lo reconocen, a pesar del “pathos de la distancia” que mantenía con ellos y que será una constante en toda su vida, ya al final de su vida lúcida, en ECCE HOMO dirá “¡Sobre todo, no me confundais con otros!”. Es una época en que el estudio le absorve, y causa admiración ver la multitud, variedad y profundidad de las lecturas de Nietzsche, que a los 18 años tenía ya una filosofía propia, influenciada por Emerson y Fichte —mas tarde la definitiva influencia la recibiría de Schopenhauer—. Pero en las materias que más destaca es en el latín, el griego y en el cristianismo romántico. En la cultura griega y en el cristianismo fija su atención en el problema moral que no dejará de analizar y ser su PROBLEMA a resolver durante toda su vida. Asimismo aumenta su afición por la música, tanto como intérprete como compositor, tocaba el piano con brillantez siendo a la vez un gran improvisador, Wagner llegó a decir de él más tarde “Que era demasiado buen músico para ser profesor”.
A pesar de sus esfuerzos por ser sociable no parece haber tenido en el empeño mucho éxito. Su mejor amigo, que lo sería durante toda su vida era Paul Deusen, que más tarde se convirtió en el gran orientalista debido a su obra sobre la Vedanta, que sigue siendo clásica (lo cual quiere decir, desconocida actualmente). En 1.864, terminados sus estudios secundarios en Pforta, ingresa en la Universidad de Bonn para seguir los estudios de filología clásica y teología, pero pronto abandona esta última materia para dedicarse por entero a la filología, en que, en la fisiología encuentra unos puntos de apoyo esenciales, que junto con su intuición sobre el PROBLEMA MORAL darán a su filosofía la clasificación, si es que puede clasificarse en un sólo molde, de filosofía VITALISTA (En España, Ortega y Gasset será el máximo exponente de ella con su racio-vitalismo).
Su fé en este período había naufragado. Es el año 1865 y decide trasladarse a Leipzig para proseguir y perfeccionar sus estudios de filología clásica al lado de la máxima figura alemana en este campo, el profesor Ritschl. Son años de una total entrega a esos estudios; funda una Asociación filológica en la que da conferencias, esto le será de gran ayuda en un futuro inmediato.
Pero antes del ingreso en la Universidad de Leipzig, sucede un acontecimiento que posible y desgraciadamente le marcará para toda su vida. En febrero de 1865 hace un viaje a Colonia, le pide a un amigo la dirección de un hotel y este le entrega la de un burdel. Nietzsche en una carta a Paul Deusen le dice: “Me encontré repentinamente rodeado de media docena de criaturas vestidas de gasa y de lentejuelas, que me miraban ávidamente...” En 1867 hace su servicio militar en caballería, sufriendo una caída, a la cual se atribuye su parálisis posterior. Sobre sus ideas políticas de aquella época y según la opinión de Strouxes es la de que “Nietzsche no está, propiamente hablando, orientado hacia la política. Tiene, a grandes rasgos, simpatía por la creciente grandeza de Alemania, pero ninguna por su forma prusiana; un gusto muy vivo por un libre desarrollo cívico e intelectual”.
Que así opinaba no puede negarse, es una constante en él. Y aquí precisamente surge ya, la primera aparente contradicción sobre su pensamiento. Debido a esas opiniones y a frases dirigidas contra los alemanes como por ejemplo “Matad el espíritu, siempre os quedará el Reich”, pronunciadas con evidente desprecio, ha servido para que el progresismo intelectual —siempre tan ávido de detalles inconexos— intentara, como antes hemos explicado, sino apropiárselo del todo, por lo menos demostrar que los movimientos nacional-revolucionarios lo invocaban sin razón y aconsejando que cambiáramos de “santo patrón”. Y, como ya he dicho, muchos nacional-revolucionarios con poca agilidad mental, huyendo de todo lo que no sea concreto y tangible, lo miran con evidente desconfianza, de soslayo. Ni unos ni otros han llegado más allá en sus conclusiones, que el efecto exterior producido por la letra impresa.
Debería haberse comprendido, debería tenerse la sutileza suficiente para ver que un hombre como Nietzsche, que admira del código de Manú (código de las castas hindúes), que en todo momento muestra su admiración por la Grecia pre-socrática y por la Roma clásica, que hace perfectas diferenciaciones entre lo aristocrático y lo plebeyo y que al mismo tiempo se inclina “por un libre desarrollo cívico e intelectual”, está muy lejos del democratismo —al que tacha de decadente—, o del socialismo al que llega a decir de él en la VOLUNTAD DE PODER“El socialismo, tiranía extrema, ejercida por necios y mediocres, disunula mal la voluntad de negar la vida”. Bien, ¿entonces, que es lo que dice Nietzsche en realidad? ¿que entiende por un libre desarrollo cívico e intelectual? ¿porque, su mal de ojo hacia el Reich?.
Lo primero que ve en ello un espíritu ágil, o por lo menos que olfatea algo DEMASIADO MORAL en todo lo concreto es, que no se refiere al gran número, eso debería saltar a la vista, pero será mejor que Nietzsche con su poder de síntesis nos lo refiera. Para ello citaremos el aforismo quinto del capítulo “Lo que los alemanes están perdiendo” de su obra CREPUSCULO DE LOS DIOSES: “Lo que las “escuelas superiores” de Alemania (y de todo el mundo civilizado añadimos nosotros) logran de hecho es un adiestramiento brutal para hacer aprovechable para el Servicio del Estado, con la menor pérdida posible de tiempo, un gran número de jóvenes. “Educación superior” y gran número —son cosas que de antemano se contradicen. Toda educación superior pertenece tan sólo a la excepción. Ninguna de las cosas grandes, ninguna de las cosas bellas pueden ser jamás bien común: (lo bello es cosa de pocos hombres). ¿Que es lo que condiciona la decadencia de la cultura alemana? El hecho de que la “educación superior” no sea ya un privilegio, es el democratismo de la “cultura general”, la cual se ha vuelto común...”. ¿Ha quedado aclarado el concepto?
No obstante, muchos nacional-revolucionarios nos objetarán que precisamente lo que ellos quieren es suprimir al marxismo, a fín de que ea posible que el pueblo ¡siempre el pueblo! se eleve mediante la generalización de la cultura y adquiera conciencia de su patria, de su raza, de que quede integrado dignamente en un destino, nos dirán además, que Hitler lo logró en los 6 años de paz nacionalsocialista, etc.
Sólo cabe preguntar a tales idealistas ¿el pueblo —el gran número— se lo ha agradecido? ¡NO! El pueblo se ha comportado tal como Hitler lo describiera en un pasaje de MI LUCHA: “La capacidad de recepción y comprensión de las masas es muy limitada, mientras que u falta de memoria es extraordinaria”.
Se objetará de nuevo que Hitler hizo un gran Reich —el mal de ojo de Nietzsche—. La refutación de tal objeción es bien fácil; frente a los super-estados soviéticos y democráticos, hubiese sido ingénuo oponer principados federados. Por lo demás, debería recordarse la aversión de Hitler a la burocracia, al poder absorvente del estado sobre la iniciativa del individuo, a la excesiva legislación del derecho civil y penal que anula el espíritu mismo de justicia en beneficio de la burocracia de bufetes, etc. Como todo ello es perfectamente demostrable, debemos considerar seriamente que Hitler era consciente de las desventajas que suponía un gran estado, pero que el condicionamiento mundial le impuso esto como le impuso otras actitudes bien alejadas de sus principios. No obstante, que en plena guerra asistiera y protegiera a festivales de música, exposiciones de arte, proyectara ciudades modelo, se preocupara de la Ecología, y sobre todo y eso en todo tiempo, concediera más importancia a la fuerza de voluntad y a la iniciativa individual que a la organización en sí, demuestra hasta que punto quería paliar la acción del Estado. En “Mi Lucha” dice:
“El filósofo debe llevar sus conclusiones a lo máximo, a su esencia, el político debe dar los pasos y rodeos necesarios para que ello sea posible”. Los puntos de contacto de ambos genios creemos que han sido puestos de relieve, con la natural diferenciación de cometidos.
Esperando haber dado cauces para un aproximación al entendimiento de las pretendidas contradicciones del genio, prosigamos en su vida.
Continúa sus estudios en Leipzig. Un día encuentra en una librería “El mundo como voluntad y representación” de Schopenhauer. El mismo nos dice: “Yo no sé qué demonio me sopló volver a casa con aquel libro. Apenas estuve en mi habitación abrí el tesoro que había adquirido y comencé a dejar obrar sobre mí a este sombrío y enérgico genio”. Se dice que durante quince días estuvo absorto en la lectura de este libro releyéndolo diez veces.
Aunque la Originalidad y profundidad de Nietzsche son incomparablemente superiores a las del viejo rival de Hegel, no cabe duda de que este libro abrió la brecha por la que penetró más tarde el viento demoledor del Zarathustra.
En 1868 conoce, por mediación de la joven esposa de Wagner, Cósima al maduro y ya famoso compositor, que cree ver en el joven filósofo un teorizador de sus monumentales dramas musicales, como así será, en parte, en “El nacimiento de la tragedia”. Este mismo año, el profesor Ritchls, que le tenía en gran estima, logró que la Universidad de Basilea, en Suiza, le ofreciera la cátedra de Filología Clásica. El aceptó, y cuando contaba tan sólo 24 años, la Facultad de Leipzig le concedía, sin previo examen y sin tesis, el título de Doctor, gracias a los relevantes méritos de los estudios realizados y de las conferencias dadas sobre filología.
El discurso que como lección de principio de curso pronunció ante el auditorio de la Universidad de Basilea, que esperaba con expectación la palabra del sabio de 24 años, fue sobre la personalidad de Homero y satisfizo a los más exigentes. Fue como una valiente profesión de fe, llena de grandes esperanzas en las que se percibía como una amenaza futura de profundas innovaciones.
Cabe señalar que Basilea está cerca de Lucerna, donde vivía el matrimonio Wagner y al que hacía muchas visitas, quedando profundamente influenciado por él... o por los medios de persuasión de su joven esposa (es difícil y también supérfluo investigar sobre estas relaciones), que el, más tarde, convertiría en Ariadna.
Apenas llevaba un año como catedrático en Basilea, estalló la guerra franco-prusiana. Los estatutos de Suiza prohibían empuñar las armas, y se alistó como voluntario en un cuerpo de ambulancias que acompañaba a los heridos que se dirigían desde el frente de Lorena, hacia el interior de Alemania. En Erlangen, sufrió el contagio de una epidemia de disentería y volvió enfermo a Naumburg. La convalecencia la fue a pasar a Basilea y de nuevo se pone en contacto con el matrimonio Wagner. Pero todo parece haber cambiado para él. La horrible verdad de los campos de batalla le presenta nuevas perspectivas para la visión histórica. Wagner le empieza a parecer un viejo ídolo rodeado de imbéciles al cual él sobrepasa ya por su experiencia de sangre. En la guerra ha visto el realismo del drama tal cual, sin idealizaciones, sin romanticismos de cámara...
Alentado por Wagner, al que todavía sigue considerando como a un genio, empieza a escribir el libro que finalmente llevará el título de “El Nacimiento de la Tragedia en el Espíritu de la Música”. Este libro vio la luz en 1871. Aparece claro un primer propósito: la glorificación de Wagner, al considerar que este compositor tiene sus antecededentes en la tragedia griega y que su vocación es la de encontrar mediante otra mitología la tradición de Esquilo y renovar la tragedia que Platón y la moral socrática habían hundido. Una atenta lectura viene a demostrarnos que a pesar del entusiasmo que Wagner demostró por la obra (la teorización de sus dramas musicales), el contenido sobrepasa en mucho tal primera intención.
Por primera vez nos es presentada el alma griega pre-socrática, no unilateralmente como hasta entonces; de armonía, medida, equilibrio, o sea apolínea, sino también lo que oscuro, caótico, instintivo había en el drama y en la música griega, representada por el dios Dionisios.
El espíritu dionisíaco es decir SI a lo más duro, al dolor, a la muerte misma, más allá del terror y la compasión. Es éste un espíritu irracional, emotivo y sobre todo un acto de AFIRMACION A LA VIDA más allá del bien y del mal.
Con Sócrates, primer racionalista y primer “cristiano” junto con Platón, primer socialista utópico, primer idealista, darán paso al bien y al mal, a la moral como regla máxima, en una palabra, los resentimientos de los decadentes contra la vida. Todo esto lo intuye y lo plasma Nietzsche eh ésta, su primera obra, con la cual da al traste con las teorías al uso sobre los griegos. Sus excepcionales dotes de psicólogo descubren los orígenes de la decadencia que se había bautizado con el nombre de idealista. Oigamos a Nietzsche: “El conocimien­to, el decir sí a la realidad, es una necesidad para el fuerte, así como son una necesidad para el débil, bajo la inspiración de su debilidad, la cobardía, y la huída frente a la realidad, el ideal”...
Tiene que advertirse que el deseo que existe entre algunos nacional-revolucionarios de renovar tiempos pasados que de manera patológica han quedado grabados en ellos como única solución, es una manera como otra de huir al ideal. Podemos catapultamos desde atrás pero no volver hacia ello, el HOMBRE NUEVO no surgirá de entre estos últimos, más bien serán las remoras en el largo camino, el animal de rebaño ha quedado superado. “Ha llegado la hora del gran desprecio”. Esta es nuestra consigna, así lo dijo Nietzsche.
Continuando con “El nacimiento de la tragedia”, el estupor que causó la obra fue en dos tiempos; primero un silencio total, roto solamente por Wagner y Erwin Rohde, después, los viejos filólogos, enemigos de Ritchl —muy preocupados como decía Voltaire “en restituir mal una palabra de un texto que antes se entendía muy bien”—, aprovechan para atacarle en la persona de su joven ex-alumno, al que llegan a considerar como corruptor de la juventud universitaria. Y, efectivamente, en esta obra precisamente, la moral toda y el idealismo platónico reciben un fuerte mazazo y de frente.
Acaba de nacer algo que destruye lo establecido, por SUPERACION, por algo más aristocrático. Y sólo es el principio. El esbozo de un gran arquitecto del pensamiento; el Zarathustra y el Anti-Cristo aún están lejos.
Debemos recalcar, nunca lo haremos bastante, que la destrucción de lo establecido la realiza Nietzsche por SUPERACION y decimos esto porque cualquier comparación que se haga de este genial filósofo y psicólogo con los de tendencias materialistas y positivistas es una enorme falta de visión, y más que eso, una falta de limpieza. La habitabilidad de las cloacas es para estos últimos, no para el autor de Zarathustra.
Lo cierto es que los alumnos, influenciados por pedagogos moralis­tas, dejaron de asistir a sus clases y tuvo que dejar la Universidad.
La segunda obra de Nietzsche, fueron las cuatro “Consideraciones Intempestivas”, y son, uu ataque frontal, no sólo al idealismo y a la moral sino también a la cultura en general que predomina en Europa y en Alemania sobre todo.
Antes de hacer un somero examen de las “Intempestivas”, nos fijaremos en un detalle; en toda la obra nietzscheiana se nota ininterrumpidamente un ataque hacia lo alemán o más bien un justo reproche a ciertos alemanes. Acusa a éstos de haber embrollado a Europa en todos los asuntos, ya sean filosóficos, teológicos o éticos; desde la reforma hasta los primeros tiempos del socialismo. Un defecto de Nietzsche es el de no conceder atenuantes, él mismo lo dirá: “Un sí, un no, una línea recta, una meta”, esa fórmula tan directa no ha sido jamás comprendida en su medida y se lo ha tomado al pie de la letra —una forma cualquiera de no comprenderlo en absoluto—. Podemos advertir que desde el Renacimiento, o mejor desde la reforma luterana, si exceptuamos a Descartes, todas las grandes corrientes del pensamiento han partido de Alemania, para bien y para mal. Considera  culpables a los alemanes de haber producido un Lutero, un Kant, un Hegel, un socialismo incipiente, etc. y con ello haber ahogado el espíritu europeo, las esperanzas que de por sí podían esperarse del Renacimiento como vuelta a la antigüedad clásica. En este punto le pasa desapercibido un detalle: cuando una nación toma el mando en una o varias ramas determinadas de la historia o del pensamiento, es señal de que las demás han perdido por variados motivos su fuerza vital. Esto es ni más ni menos lo que pasó en las ciudades y principados italianos, bastante más preocupados por un renacimiento completamente exterior, sin una originalidad espiritual, primordial, todo lo cual fue suficiente para que fueran otras razas más al norte, menos contaminadas, las que en un esfuerzo por replantearse una nueva concepción del mundo, unos apoyos en un mundo tambaleante, intentaran con más o menos éxito la instauración de una nueva moral, tal fue el sistema de Kant, o intentaran una nueva explicación de la historia como hizo Hegel. Lo cierto es que el norte de Italia era ya incapaz de llevar la nave cultural de Europa y que los señores de la guerra germánicos tuvieron que convertirse al punto en filósofos y teólogos, con la rigidez que de ello puede esperarse.
Esto y el hecho de que él viviera en los tiempos del romanticismo, de la unidad alemana —con el sentimentalismo que ésto lleva implícito—, de los eruditos y filisteos cultivados con los que le tocó convivir, puede dar una idea de su repudio a la cultura alemana del momento. Pero ¿se ha visto que sienta predilección por otra cultura contemporánea? No, admira a algunos franceses y con reparos a los ingleses les llama moralistas satisfechos, a los italianos y españoles contemporáneos ni los nombra, en cuanto a los rusos, ve en ellos, junto con los judíos, una fuerza enorme, un peligro que puede “ayudar” a la formación del estado nacional europeo —aunque no adivina exactamente en qué sentido se producirá esta fuerza—.
Hecho este nuevo inciso, vayamos a la “Primera Intempestiva”, que va dirigida contra David Straus, un acertado blanco, arremete contra uno de los patriarcas del racionalismo positivista y determina que, como Hegel, hacen descansar la necesidad del mecanismo universal en la misma razón. En “Ecce Horno” dice él: “proponía una superación de la religión de raiz más o menos feurbachiana, en la que desaparecía el dogma de Cristo para ser sustituído por un evangelio de cervecería”.
La “Segunda Intempestiva”, va dirigida “sobre la utilidad de los estudios históricos”. “La cultura actual produce sabios, filisteos, pero no es capaz de crear hombres que hagan ellos mismos la Historia”. En esta obra, presenta Nietzsche lo corrosivo del movimiento científico y el abuso del método histórico. De la Historia hay que retener lo necesario y luego tener el valor de superarlo. A los que pretenden que la Historia les proporcione únicamente abundancia de datos les llama “filisteos cultivados”.
La “Tercera Intempestiva” o “Schopenhauer como Educador” es un elogio a Schopenhauer, el mejor educador, según los principios de Nietzsche. Pero, en realidad, años más tarde, cuando escribe el “Ecce Horno”, dirá: “En Schopenhauer educador, viene descrita la historia de mi desarrollo interior”.
La “Cuarta Intempestiva: Wagner en Bayreuth” expone la gloria que él soñara para Bayreuth y que la realidad había frustrado. El aspiraba a un wagnerianismo más puro que no necesitara de la gloria de la masa, y que de allí surgiera el germen de una minoría escogida en pos de una nueva era. Esta obra, en realidad, es un Wagner que lleva superpuesto a Nietzsche.

Cuando Wagner recibió esta obra, no vio más que los elogios que le tributaba el filósofo, no se dio cuenta de que, en el fondo, Nietzsche, posiblemente sin ser consciente de todo, le despreciaba y rompía su dependencia con él. Por eso, Wagner le escribe calurosamente, rogándole que venga pronto a los ensayos de los Festivales de Bayreuth. Nietzsche duda en asistir, pues sabe que ello significará su ruptura definitiva con el genio musical. Por fin, asiste y la decepción no se hace esperar. Nietzsche ve un Bayreuth adornado de colgaduras, de banderas, de jolgorio, más para honrar al Emperador Guillermo I, que para el drama musical en sí. Escucha multitudes vociferantes y alegres como en una feria y ve que gran cantidad de público celebra su wagnerianismo mediante buenas dosis de cerveza. Allí encuentra vertidos la élite de la nobleza, de la banca y del snobismo. ¡Cuán diferente se lo había imaginado Nietzsche, lleno de multitudes silenciosas y respetuosas en busca de un Nuevo Retorno!
Aquí es precisamente donde Nietzche rompe con todos los convencionalismos, escribe “Humano, Demasiado Humano”, que se cruza con la obra que Wagner le envía a pesar de todo: “Parsifal”.
En él, Nietzsche, en forma aforística y con precisión de cirujano, pone al descubierto todo lo demasiado moral, demasiado pequeño que existe: en el estado, en la religión, en la moral, en las mujeres, en los idealistas...
En 1881, publica “Aurora. Pensamientos sobre los prejuicios morales. Igual que en su anterior libro, éste es también una crítica, pero aparecen ya los remedios, la llamada a las fuerzas ascendentes para que, mostrándoles el camino, se liberen de la alienación que los débiles ejercen mediante la moral o la teología, o que bajo nuevas formas pretenden seguir ejerciendo: liberalismo, materialismo, socialismo...
Aquí, el filósofo prepara los tiempos futuros. La consigna que insinúa y que dará ampliamente en “Más allá del bien y del mal. (Prelucios de una filosofía del futuro)” es: La necesidad de formar nuevos jefes rectores de la humanidad imbuídos de nuevas ideas, y para formar estos espíritus, esta élite, nada mejor que las privaciones y la soledad. Recuérdese el capítulo de la vida de Adolf Hitler en Viena, huérfano, sin recursos, soportando penurias de todo tipo, soledad ante todo, pero no abandonándose ante la desolación, sino preparándose para afrontar un nuevo futuro, mediante la observación, la lectura, el discernimiento. Después de los cuatro años de guerra, voluntario en el frente, condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase, las heridas, su impresión de la retaguardia. Parece concordar punto por punto con lo que Nietzsche pensaba antes de lanzarse al “Eterno Retorno”.
Eran los tiempos en que el socialismo se presentaba como una redención y, según opinión de Nietzsche, no sería posible pararlo  y había que resignarse a verlo crecer. Pero a esta amenaza que quiere destruir todo lo digno que queda todavía en pocos, es preciso oponer nuevos hombres. Invoca una nueva aristocracia intelectual y guerrera, pero con una nueva pasión. Recuérdese al punto las escuelas “Adolf Hitler” de formación de mando y sobre todo a las S.S., élites donde las halla: honorabilidad demostrada, valor igualmente demostrado, excelente salud. mínimo seis años de bachillerato, etc.
En “La Gaya Ciencia”, Nietzsche afirmará más esta ideología, diciendo que no basta la inteligencia —con ser importante—, es preciso la pasión. la voluntad de poder. para llegar al camino de la verdad.
Es importante señalar que ya en “Aurora” Nietzsche da a la Raza una equilibrada importancia y que como todo su pensamiento filosófico o político no se circunscribe en ser alemán sino europeo. En el aforismo 272 dice así: “LA PURIFICACION DE LAS RAZAS.— No hay probablemente razas puras, sino tan sólo depuradas, y aún estas son extraordinariamente raras. Las más extendidas son las razas cruzadas, en las cuales, junto a defectos de armonía en las formas corporales, se observan necesariamente faltas de armonía en las costumbres y en las apreciaciones. (Livingstone oyó decir una vez: “Dios creó a los blancos y a los negros, y el diablo a los mulatos”).”
“Las razas cruzadas producen a la par que civilizaciones cruzadas, morales cruzadas también; son generalmente las más crueles, más inquietantes y peores. La pureza es el último resultado de innumerables asimilaciones, absorciones y eliminaciones, y el progreso encaminado hacia la pureza se manifiesta en que la fuerza existente en una raza se restringe cada vez más a ciertas funciones escogidas, mientras que antes se tendía frecuentemente a realizar demasiadas cosas contradictorias. Esta restricción presentará siempre apariencias de empobrecimiento; pero hay que juzgarla con prudencia y equidad. Cuando el proceso de la depuración se ha ultimado, todas las fuerzas que antes se perdían en la lucha entre cualidades sin armonía se encuentran a disposición del conjunto del organismo; por eso las razas depuradas se hacen siem­pre más fuertes y más bellas. Los griegos (pre-socráticos) nos ofrecen el ejemplo de una raza y de una civilización depurada, y es de esperar que se logrará algún día la creación de una raza y de una civilización europea pura”.
La “cría” y la depuración de la raza fue la religión auténtica de Hitler y debería serlo de Europa entera y de todos los países blancos; esta es un labor para el futuro, ésto es un ideal, lo demás charlatanería pedante y sólo eso. Con cuánta razón decía el judío Karl Marx que la única manera de dominar Europa era mediante el “knut” (látigo mogol) y con la mezcla de sangre calmuca.
Es curioso y grotesco observar hoy día y en España, que los más grandes vocingleros de autonomías, defensa de la cultura autónoma como un bien inapreciable, etc. no tienen el más mínimo sentido higiénico a la hora de aceptar a negros, moros, etc. Al mismo tiempo que sienten una gran admiración por el pueblo judío, que ha permanecido lo más cerrado posible en sus costumbres y emparejamientos, a la vez que atacan despiadadamente a la Alemania Nacionalsocialista por haber intentado hacer algo parecido... Precisamente en “Aurora” dice Nietzsche: “Allí donde radican nuestras debilidades van a extraviarse nuestras exaltaciones. El principio: “Amad a vuestros enemigos” tenía que ser inventado por los judíos, los mejores ABORRECEDORES que ha habido en el mundo...” Pero no nos ocupemos más de ellos y que se resuelvan su jeroglífico mental. Pasemos por fin al CICLO DEL ETERNO RETORNO
Este es el esfuerzo más grande realizado en el Occidente de los tiempos modernos para recuperar la ley cíclica, superar la linealidad del pensamiento de las religiones cristiano-monoteistas y el evolucionismo materialista. Es el pensamiento trágico en su más amplia esencia; es un constante decir SI a la vida tal cual y aceptar cada instante de ésta, como si poseyera un valor eterno.
Nietzsche esbozó este pensamiento en tres libros: “La Gaya Ciencia” escrita en Mesina en 1882; “Así Habló Zarathustra” que consta de cuatro partes, que fueron escritas por etapas y a golpes de inspiración y, por ultimo, “Más allá del Bien y del Mal (Preludio de una filosofía del futuro)”.
Como dirá el propio Nietzsche en “Ecce Horno”, la esquematización de este pensamiento lo tuvo un año antes, en Sils-María: “...a seis mil pies de altura sobre el nivel del mar y mucho más alto sobre el de los humanos”.
“La Gaya Ciencia” corno su nombre indica, es una alusión, un querer retomar, al pensamiento, al lenguaje y a la poesía de los trovadores del medioevo provenzal (Ver “El Misterio del Grial” de Julius Evola). Pero, en síntesis, es la condenación absoluta y completa del intelectua­lismo. Es también un gran esfuerzo para entender el auténtico significa­do de la “muerte de Dios” y el auténtico sentido del ateismo, lejos de las vulgaridades del materialismo científico.
“Así habló Zarathustra” es un libro que como los “Himnos védicos” o “La Biblia” justifican toda una cultura. El modo de expresarse está por de pronto mucho más cerca de ellos que del tono discursivo y racionalista. Todo está en él: la tradición, la gran psicología, el ritmo (el tempo) del trovador provenzal, la refutación de la Biblia —más concretamente el Nuevo Testamento— punto por punto, la revelación o la gran intuición. ¡Qué lejos del racionalismo cartesiano! ¡Qué antítesis de la lógica de Hegel!
Expuesto al modo convencional, las cuatro partes del “Zarathustra” se dividen en los siguientes temas: 1) El Superhombre. 2) La Muerte de Dios. 3) La Voluntad de Poder. 4) El Eterno Retorno de lo Idéntico. La obra se encuentra a otro nivel de lectura y de recepción que las habituales piezas teóricas; es otra concepción del mundo.
Bien merece, pues, aunque sea un breve resumen de estos postulados. ¿Qué es el Superhombre?
Cuando Zarathustra, tras diez años de soledad en la montaña se dirige de nuevo a la ciudad, dice al pueblo: “Os enseño el sobrehumano”. El sobrehumano es en realidad el hombre superado, la evolución ascendente.
“Habeis hecho el camino que va del gusano al hombre y aún teneis mucho de gusano en vosotros. En tiempos fuisteis simios y, aún ahora, el hombre es más simio que ningún simio.
“Aun el más sensato de vosotros no es todavía sino un ser híbrido e inconexo, medio planta, medio fantasma. ¿Os he pedido volveros fantasmas o plantas?”
Según Nietzsche, el hombre actual es algo incompleto y tiende a la regresión. El hombre debe tender a más que él. Es un PUENTE dice, y no un TERMINO.
Una lectura superficial y “clásica” de esto, pudiera inducir a creer en una transformación de tipo zoológico. “El sobrehumano, es el sentido de la tierra. Yo os lo conjuro. ¡Oh hermanos míos!, PERMANECED FIELES A LA TIERRA. No creais a aquellos que os hablan de esperanzas supraterrestres”. El sentido de la tierra es la aceptación de LA VOLUNTAD DE PODER, la toma de consciencia que está en el hombre, que es suya, que no es emanada de los dioses. Los dioses no son más que los productos del miedo profundo que el hombre sien­te respecto a su propia fuerza.
La expresión alemana de “Voluntad de Poder” (der Wille zum Macht) tiene un significado algo diferente; significa literalmente LA VOLUNTAD TENSA HACIA EL PODER ACTUANTE. Indica así que la voluntad, por su misma naturaleza, está empeñada en el camino del poder.
¿En qué consiste el poder? Nietzsche declara: “La lucha por la existencia, esa fórmula designa un estado de excepción. La regla es más bien la lucha por el PODER, la ambición de TENER MAS Y MEJOR, y más APRISA y más A MENUDO”.
“DIOS HA MUERTO”
En diversas ocasiones, Nietzsche repite que “Dios ha muerto”. Esto no significa en realidad el alejamiento del hombre moderno respecto a la religión. Dios ha muerto, como dice Heideger, es una fórmula que hay que interpretarla a la luz de la Historia del pensamiento occidental; significa que la creación de seres divinos y de valores supraterrestres es una etapa caduca de la humanidad. “Dios ha muerto, pero los hombres no lo saben todavía”. Y cuando Zarathustra lo comunica al pueblo, éste tiene miedo de comprender. Es porque con la muerte de Dios mueren también todas las morales contrarias a la vida, las morales de piedad, de compasión, de caridad, de igualdad; esas morales hechas para la masa, pero fatales para las individualidades superiores. El sobrehumano es aquel que no solamente sabe que “ese viejo Dios ha cesado de vivir, que está muerto y bien muerto”, sino que de ello saca las consecuencias, es decir: derriba los valores tradicionales, caducos, y VUELVE a la verdad, a la ingenuidad de la infancia, fuerte, sana, alegre y optimista.
“EL ETERNO RETORNO DE LO IDENTICO”
En una célebre parábola, Zarathustra describe las tres metamórfosis del espíritu: el espíritu se torna CAMELLO, el camello LEON, el león en NIÑO. El camello representa el espíritu de un animal de carga, se arrodilla perfectamente amaestrado para ser cargado con lo más pesado, por más que la carga le aplaste. Luego el espíritu del camello se subleva y se torna en el espíritu del león. El león es el enemigo del ultimo amo y del último Dios (“el nihilismo”); quiere medirse con el “gran dragón”. “El nombre del gran dragón es “debes”, pero el alma del león dice “quiero”... Todos los valores han sido creados en el pasado y la suma de todos los valores soy yo”. El león entonces entabla batalla, vence y se libera; pero su actitud es de negación, de destrucción, es la “pleamar del nihilismo”. Pero si el león es capaz de conquistar una libertad que después no sabe que hacer con ella y que tiende a destruirle, no tiene otro remedio que convertirse en NIÑO.
Porque el niño es inocencia pura y olvido, es un nuevo comienzo, una afirmación total; a él le tocará crear nuevos valores. La evolución hacia la infancia es ni más ni menos que un retorno. Este es el sobrehumano. Y es así como la idea de un retorno va íntimamente ligada en el pensamiento de Nietzsche, con la superación del hombre y el advenimiento del superhombre.
Este proceso sincroniza en muchos de sus aspectos con los ciclos cósmicos de la tradición hindú, que lleva el nombre de “Manvantara”, el cual se divide en cuatro etapas, que señalan otros tantos períodos de auge y de progresiva decadencia. Actualmente, según dicha tradición, nos encontramos en pleno “Kali-Yuga” o “edad sombría”. Al final de esta etapa que es de destrucción total (no forzosamente destrucción física), surge el período “Kitra-Yuga” o de formación de nuevos valores (empieza el ciclo olímpico).
Como puede verse sólo después de recorrer con meditación y discernimiento los pasajes de la tradición primordial (inmutable): la Vedanta, los Upanishads, el Avesta, la Alquimia, etc. , y sin dejarse llevar por un snobismo muy en boga (o sea, pretender ser un profeta o un iluminado), se está en condiciones de una correcta, no digo total, interpretación del “Zarathustra”.
El mismo Nietzsche dirá en “Ecce Horno”: “Algún día se sentirá la necesidad de instituciones en que se viva y se enseñe corno yo se vivir y enseñar; tal vez, incluso, se creen entonces también cátedras especiales dedicadas a la interpretación del “Zarathustra”. Pero estaría en completa contradicción conmigo mismo si ya hoy esperase yo encontrar oidos y “manos” para “mis” verdades: que hoy no se me oiga, que hoy no se sepa tomar nada de mi, eso no sólo es comprensible, eso me parece incluso lo justo. No quiero ser confundido con otros, —para ello, tampoco yo debo confundirme a mí mismo con otros”.
¿Petulancia? No diré ni que sí ni que no, sólo puedo afirmar que he leído el “Zarathustra” varias veces y cada vez lo descubro de nuevo. Es una ascensión a altas cumbres que debe hacerse con muchas escalas; que gracia me hacen los que intentan enterarse de Nietzsche empezando por el “zarathustra”...
MAS ALLA DEL BIEN Y EL MAL termina el ciclo del “eterno retomo”. La luminosidad solar y el simbolismo del “Zarathustra” ya no se encuentran en él; es la plasmación en conceptos de su filosofía, expresada en forma lírica en su anterior obra. En el “Zarathustra” Nietzsche se sitúa en un macrocosmos sin tiempo ni espacio, es sencillamente TOTALIDAD. En “Más allá...” el subtítulo de la obra “Preludio de una filosofía del futuro” es suficientemente explícito. Nietzsche prevee lo que será la vida de los próximos siglos en todos los aspectos: morales, políticos y filosóficos. Ve la “pleamar del nihilismo”, el fin de la pequeña política, el peligro judío-ruso, la necesidad de “nuevos filósofos”- y nuevos jefes, la urgencia de EUROPA como nación, y da los avisos y los consejos oportunos. Esta obra es sin duda, junto con la siguiente “La Genealogía de la Moral”, el libro más destacado de la filosofía de Nietzsche —el “Zarathustra” ocupa un lugar aparte—. Si éste es de una belleza lírica impresionante, “Más allá...” es un concentrado esfuerzo filosófico. En cuanto al estilo y a la forma, según expertos en la literatura y filosofía alemana, supone el perfeccionamiento definitivo de esta lengua. Antes de él es difícil encontrar en un alemán esta sonoridad y esta flexibilidad.
Nietzsche, por medio de la Psicología introspectiva o social, elabora una filosofía sistemática. El empleo que hace de este método es riquísimo en análisis, como el del placer que para primitivos y modernos supone la crueldad, en la disección de los instintos femeninos, en el descubrimiento de la sexualidad aún en los pensamientos superiores (Freud no tardó en darse cuenta del partido que podría sacar de esto de una parte de la naturaleza, para proclamarla esencia de todo lo demás). El alma alemana es puesta al descubierto hasta en sus más mínimos detalles; la prolongada constancia de su voluntad y su escepticismo temerario y viril, que incluso en su pensamiento imprime cierto carácter militar.
Desentraña asimismo el misterio de las pasadas edades y de las presentes, de las cuales ha penetrado en los secretos que parecían más íntimos, pudiendo de esta manera captar la esencia misma de la vida. Para él, la “voluntad de poder” es la única fuerza que en último término rige al mundo. No existe ley alguna en la naturaleza que se base en la compasión, ni justicia que consista en proteger al débil; esto no es más que una degeneración del espíritu sano y vigoroso de las mejores razas de la humanidad.
La vida social no ha sido otra cosa que la explotación del hombre por el hombre. En esta lucha ha habido siempre vencedores y vencidos, dueños y esclavos, y cada uno se ha hecho su moral. La moral del po­deroso, del aristócrata, Nietzsche la proclama como norma de conducta para la minoría aristocrática de la humanidad.
Una es la moral del esclavo, otra muy diferente la del superhombre. Mientras el primero busca leyes, justicia y religión como amparo y justificación de su debilidad, el segundo prescinde de todo y se crea su propia ley. No existe el bien y el mal para el sabio verdadero, no admite que le esclavice ninguna clase de moral, goza la perfecta libertad de espíritu. El hombre que Nietzsche quiere crear, hace profesión de fe en la vida y niega que la perfección deba consistir en restringir parte alguna de sus fuerzas intrínsecas. Si se adueña de la ciencia, no es para  venerarla, sino para dominarla, y así llegar a conocimientos superiores, por cierto, bien lejos de un tecnicismo aplicado. Este superhombre siente ansias de vivir lejos de la turba, necesita la soledad, tanto como una constante tensión en el peligro. Es “Un espíritu fatalista, irónico y mefistofélico”.
Todo lo dicho demanda, desgraciadamente, una aclaración, ya que muchos “espíritus libres” se estarán relamiendo al tiempo que se comparan con este superhombre enunciado y lo interpretan a su manera. Esta es la gran fatalidad de que todo el mundo aprenda a leer: “El que todo el mundo sepa leer, corrompe a la larga no sólo el leer sino también el escribir” (“Así habló Zarathustra”).
Es necesario recordar que Nietzsche intentaba liberar tan sólo al “aristócrata de instintos” para que, precisamente, domine e imponga su ley al resto de la humanidad, y en primer término será ésta quien saldrá ganando al regir el señor natural, pues por propio instinto no se apartará de las leyes naturales (pura psicología aplicada) y si conviene para el mantenimiento de esta masa (“animal de rebaño”), inventará dioses y religiones. En el afor. 61 del “Más allá...” dice: “A los hombres ordinarios, en fín, a los más, que existen para servir y para el provecho general, y a los cuales sólo en este sentido LES ES LICITO existir, proporciónales la religión el don inestimable de sentirse contentos con su situación y su modo de ser, una múltiple paz del corazón, un ennoblecimiento de la obediencia, una felicidad y un sufrimiento más, compartidos con sus iguales, algo de justificación de la vida cotidiana, de toda la bajeza, de toda la pobreza semianimal de su alma... quizá no exista, ni en el cristianismo ni en el budismo, cosa más digna de respeto que su arte de enseñar aún a los más bajos a integrarse, por piedad, en un aparente orden superior de las cosas y, con ello, a seguir estando contentos con el orden real, dentro del cual llevan ellos una vida bastante dura. ¡Y precisamente esta viveza resulta necesaria!”
Como dije al principio, Nietzsche destruye lo establecido por SUPERACION. Ayer y hoy y siempre, los “espíritus libres”, los “librepensadores”, los eternos progresistas, los demócratas y los socialistas ¿qué y cómo destruyen? ¿qué establecen después? Estas son las preguntas que debería hacerse todo inconformista, todo revolucionario auténtico y todo el que no quiera alienarse con las “Superestructuras”.
Nietszche responde también hoy desde el “Más allá...”:
 “Nosotros los que somos de otra creencia, nosotros los que consideramos el movimiento democrático no meramente corno una forma de decadencia de la organización política, sino como forma de decadencia, esto es, de empequeñecimiento, del hombre, como su mediocrización y como su rebajamiento de valor, ¿A donde tendremos que acudir nosotros con nuestras esperanzas?. A NUEVOS FILOSOFOS, no queda otra elección; a espíritus suficientemente fuertes y originarios como para empujar a valoraciones contrapuestas y para transvalorar, para invertir “valores eternos”; a precursores, a hombres del futuro, que aten en el presente la coacción y el nudo, que coaccionen a la voluntad de milenios a seguir nuevas vidas. Para enseñar al hombre que el futuro del hombre es voluntad suya, que depende de una voluntad humana, y para preparar grandes riesgos y ensayos globales de disciplina y selección destinados a acabar con aquel horrible dominio absurdo y del azar que hasta ahora se ha llamado Historia —el absurdo del “número máximo” es tan sólo su última forma—: para esto será necesaria en cierto momento una nueva especie de filósofos y de hombres de mando, cuya imagen hará que todos los espíritus cultos, terribles y benévolos que en la tierra han existido aparezcan pálidos y enanos. La imagen de tales jefes es la que se cierne ante nuestros ojos: - ¿me es lícito decirlo en voz alta, espíritus libres? Las circuns­tancias que en parte habría que crear y en parte habría que aprovechar para que aquellos surjan; las sendas y pruebas presumibles mediante las cuales un alma ascendería hasta una altura y poder tales que sintiese la COACCION de realizar tales tareas; una transvaloración de los valores bajo cuya presión y martillo nuevos una consciencia se templaría, un corazón se transformaría en bronce, de modo que soportase el peso de semejante responsabilidad; por otro lado, la necesidad de tales jefes, el espantoso peligro de que puedan faltar o malograrse o degenerar —éstas son NUESTRAS auténticas preocupaciones y ensombrecimientos, ¿lo sabéis, espíritus libres?, éstos son los pensamientos y borrascas pesados y lejanos que atraviesan el cielo de NUESTRA vida. Existen pocos dolores tan agudos como el haber visto, el haber adivinado, el haber sentido alguna vez cómo un hombre extraordinario se apartaba de su senda y degeneraba: pero quien posee el raro ojo que permite ver el peligro global de que “el hombre” mismo DEGENERE, quien, como nosotros, ha conocido la monstruosa casualidad que hasta ahora ha jugado su juego en lo que respecta al futuro del hombre — ¡un juego en el que no intervenía ninguna mano y no siquiera un “dedo de Dios”!—, quién adivina la fatalidad que se oculta en la idiota inocuidad y credulidad de las “ideas modernas”, y más aún en toda la moral europea-cristiana: ése padece una ansiedad con la que ninguna otra es comparable, él abarca, en efecto, de una sola mirada todo aquello que, con una favorable concentración e incremento de fuerzas y tareas, podría SACARSE DEL HOMBRE MEDIANTE SU SELECClON, él sabe, con todo el saber de su conciencia, cómo el hombre no está aún agotado para las posibilidades máximas, y con cuanta fre­cuencia el tipo de hombre se ha encontrado ya frente a decisiones mis­teriosas y frente a nuevos caminos: —y sabe más aún, por su dolorísimo recuerdo, contra qué cosas miserables ha chocado hasta ahora de ordinario un ser de rango supremo en su evolución, naufragando, rompiéndose, deshaciéndose, hundiéndose, volviéndose miserable. La DEGENERACION GLOBAL DEL HOMBRE, hasta rebajarse a aquello que hoy les parece a los cretinos y majaderos socialistas su “hombre del futuro”, ¡su ideal!, esa degeneración y empequeñecimiento del hombre en completo animal de rebaño (o, como ellos dicen, en hombre de la “sociedad libre”), esa animalización del hombre hasta convertirse en animal enano dotado de igualdad de derechos y exigencias son POSIBLES, ¡no hay duda! Quien ha pensado alguna vez hasta el final esta posibilidad conoce una náusea más que los demás hombres, — ¡y tal vez también una nueva TAREA!...”. (FILOSOFAR CON EL MARTILLO).
La aristocracia que Nietzsche propone, no debe confundirse de ninguna manera con las actuales clases sociales: aristocracia ¿?, plutocracia, clase obrera, burocracia, etc., pues esos son los “viejos dragones”.
¿Qué es para él la casta aristocrática?: “La casta aristoérática ha sido siempre al comienzo la casta de los bárbaros: su preponderancia no residía ante todo en la fuerza física, sino en la psíquica —eran hombres MAS ENTEROS (lo cual significa también, en todos los niveles, “bestias más enteras”).
Y sobre la corrupción de las aristocracia dirá: “Cuando por ejemplo, una aristocracia como la de Francia al comienzo de la Revolución arroja lejos de sí sus privilegios con una náusea sublime y se sacrifica a sí misma a un desenfreno de su sentimiento moral, esto es corrupción”.
Tampoco según él, surgirá esta élite entre los intelectuales de las ideas modernas: “En los denominados hombres cultos, en los creyentes de las “ideas modernas”, acaso ninguna otra cosa produzca tanta naúsea como su falta de pudor, su cómoda insolencia de ojo y de mano, con la que tocan, lamen, palpan todo; y es posible que hoy en el pue­blo, en el pueblo bajo, sobre todo entre los campesinos, continúe ha­biendo más relativa aristocracia del gusto y más tacto del respeto que entre el semimundo del espíritu, que lee periódicos entre los cultos”.
La coincidencia con Hitler en su desprecio a esta capa intelectual de “ideas modernas”, se pone claramente de manifiesto en un discurso del Führer a los futuros mandos del Partido: “Ahora tenemos una capa intelectual que carece por completo de valía, una capa superficial, malformada en su educación, judaizante en parte. Naturalmente esta capa social dice: “No podemos hacer eso...” Poseo la suficiente experiencia con esta gente para saber que no tienen importancia alguna, que cualquier obrero de la calle tiene realmente mil veces más valor, pues éste trabaja y realiza algún cometido útil, en tanto que esa gente no hace más que charlatanear, no haciendo nada posi­tivo. Cuando uno los pone en cualquier sitio y les dice: “Bueno, haga Vd. alguna cosa, déjese ya de hablar y haga algo”, entonces se lleva uno de los mayores desengaños. Lo he comprobado cientos de veces en la vida real. No son ni serían capaces de llevar la jefatura del más pequeño grupo local; carecerían de toda facultad para ello; lo único que puede hacérseles es ponerles un bozal y decirles: “Usted, a callar; déjese de hablar, póngase detrás y en marcha! ¡Vamos, adelante!”.
A Nietzsche puede considerársele sin género de dudas, como el primer Nacional-revolucionario-europeo, no se cierra en un nacionalismo estrecho. Como hemos visto en un capítulo de “Aurora” es el primero en ver la necesidad de la formación de la raza europea, ahora lo veremos profetizar sobre el peligro que se cernirá sobre Europa en este siglo y la necesidad de que Europa se encuentre a sí misma y forme una nación: no sólo guerras en la India y complicaciones en Asia, sino revoluciones internas, la desmembración del Reich en pequeños cuerpos y, sobre todo, la introducción de la imbecilidad parlamentaria, además de la obligación para todo el mundo de leer su periódico durante el desayuno. Yo no digo esto porque lo desee: antes bien, yo desearía lo contrario, —quiero decir, un aumento tal de la amenaza representada por Rusia que Europa tuviera que decidirse a volverse amenazadora en esta misma medida, estos es, a ADQUIRIR UNA VOLUNTAD UNICA mediante el instrumento de una nueva casta que dominase sobre Europa, a adquirir una voluntad propia prolongada, terrible, que pudiera proponerse metas para milenios:— para que por fin acabasen tanto la comedia, que ha durado demasiado, de su división en pequeños estados como sus veleidades dinásticas y democráticas. El tiempo de la política pequeña ha pasado: ya el próximo siglo trae consigo la lucha por el dominio de la tierra, —la COACCION a hacer política grande”.
Basta recordar que la única vez en los tiempos modernos que Europa se ha unido contra Rusia, más concretamente contra el bolchevismo fué en la campaña del Este durante la Segunda Guerra Mundial:
los españoles en la División Azul, franceses, belgas, holandeses, ucranianos, lituanos, suecos, noruegos, etc., formaron en las filas de las Wafen SS junto con sus camaradas europeo-alemanes. Hitler no dejaba de recordar a los incautos occidentales, que esta era una guerra de Europa contra “Asia” y que si el Reich —Marca Europea del Este— era destruido, los días de la civilización Occidental estaban contados. Basta dar un superficial vistazo para aseverarse de tal afirmación. Quizás el Destino ha querido que la nueva élite se forje en condiciones mucho más duras y desfavorables. Evidentemente quedaban en Occidente demasiados “viejos dragones”, quizás el “león” no había destruido todos los viejos valores, no se había saciado.
LA GENEALOGIA DE LA MORAL es seguramente el libro menos alegre, más sombrío de Nietzsche, pero el más estructurado y sistemático. En él busca el filósofo todas las miserias e interioridades humanas presentes y pasadas para llegar al pleno conocimiento del problema moral. Podríamos decir que es una depuración de su “Humano, demasiado humano”.
“¿Que origen se debe atribuir en definitiva a nuestros conocimientos sobre el Bien y el Mal?” “¿En que condiciones ha inventado el hombre para su uso estas dos apreciaciones? ¿Y que valor poseen por sí mismas”.
Con rotundidad, sin vacilación, se ha atribuido hasta el presente a lo “bueno” un valor superior a lo “perverso”, superior en sentido de progreso, de utilidad, de influencia fecunda para el hombre. ¿Qué sucedería si lo contrario fuese cierto? ¿Qué si en el hombre “bueno” hubiese un signo de retroceso, un peligro, un narcótico que hiciera vivir al presente “a costa del porvenir”, de una manera más inofensiva, más agradable tal vez, pero más mezquina, más baja.... ¿Sería la moral de entre todos los peligros el peligro por excelencia?
El libro se divide en tres tratados: “El Bien y el Mal”, “La Falta”, y “La mala conciencia y lo que se le parece”.
Finalmente y después de haber analizado exhaustivamente estos tres conceptos, Nietzsche afirma que el verdadero tipo de filósofo no ha aparecido todavía, puesto que es imprescindible que esté emancipado de la Religión y de la Moral. No obstante propone un medio para liberarnos del misticismo y al mismo tiempos ayudarnos a orientar nuestras vidas en un sentido alegremente filosófico. Opina que a los ascetas hay que oponer una civilización de Arte con una decidida voluntad, al mismo tiempo que realizar esfuerzos sin reparar en medios para la construcción de una sociedad perfectamente jerarquizada. Esta nueva civilización habría que triunfar bajo el signo del dios Dionisos.
CREPUSCULO DE LOS IDOLOS Y EL ANTICRISTO
“Estos dos libros están destinados a los menos, a los que comprenden mi “Zarathustra”. Quizá no haya nacido ninguno de ellos todavía”.
En el verano de 1888 Nietzsche se propone una árdua labor, está ya maduro para una síntesis de sus vivencias y de su filosofía que hasta ahora eran ráfagas de inspiración. Las profecías y los conceptos que están dispersos o solamente apuntados en todos sus libros deben ser remodelados y concentrados en uno solo, “Transvaloración de todos los valores”. Toma notas, apuntes, ordena, recopila y esboza el índice de temas del libro. El primero de ellos —pues en principio se tenía que componer de varios— será “El anticristo”, será el primero y último de su “Transvaloración...” pues su libro póstumo “La voluntad de poder” es una recopilación de apuntes y de notas, y se debe al editor de Weimar, que siguió las indicaciones de Nietzsche, que ya en 1887 había imaginado este libro como “un soliloquio ideal”, pero belicoso y con un estilo y una terminología militares, y al mismo tiempo como el “libro más independiente”: “Yo he dado a la humanidad el libro más profundo que ella posee, mi “Zarathustra"; dentro de poco le daré el más independiente”.
Como para relajarse del abrumador trabajo que se había impuesto, decide escribir una especie de prólogo de esta obra. En principio el título sería “Ociosidades de un psicólogo”. Pero del prólogo sale nada menos que la introducción y el resumen de toda su filosofía: “es artillería pesada” lo que desde él dispara Nietzsche. Por fín llevará el título que corresponde a su grandeza “Crepúsculo de los ídolos” y como subtítulo “Como se filosofa a martillazos”.
El libro empieza con “El problema de Sócrates” y la dialéctica, tema que había tratado ya en “El nacimiento de la tragedia”: “Con Sócrates el gusto griego da un cambio en favor de la dialéctica: ¿que es lo que ocurre aquí propiamente? Ante todo, con esto queda vencido un gusto aristocrático; con la dialéctica la plebe se sitúa arriba... Poco valioso es lo que necesita ser probado. En todo lugar donde la autoridad sigue formando parte de las buenas costumbres, y lo que se da no son “razones” sino órdenes, el dialéctico es una especie de payaso...
“A la dialéctica se la elige tan sólo cuando no se tiene otro recurso... por eso son dialécticos los judíos...” (y los socialistas científicos).
Seguidamente habla de los “mejoradores” de la humanidad, poniendo de relieve la diferencia existente entre la “doma” y la “cría” de una raza. La “doma” no es otra cosa que castrar los mejores instintos y aptitudes de una raza: nivelandola con otras inferiores, tema que ha sido fundamental en el cristianismo, sobre todo en su “doma” de la “bestia rubia” germánica. Como antítesis pone la “ley de Manú” y el valor inmenso que tuvo, al “criar” una raza y una sociedad perfectamente jerarquizada: brahamanes, guerreros, burguesía y sirvientes, además de los “chandalas” clase donde eran arrojados todos los mestizos de su sociedad, los tarados y los incapacitados físicos y morales. En “El anticristo” dirá que fue precisamente el budismo quien transformó esta jerarquización, con lo cual vino la inevitable decadencia del hinduismo y de la raza indo-aria.
Es digno de mencionar en su textual integridad los conceptos que Nietzsche tiene sobre: la libertad, el matrimonio, la cuestión obrera, y el progresismo.
“A veces el valor de una cosa reside no en lo que con ella se alcanza, sino en lo que por ella se paga... Las Instituciones liberales socavan la voluntad de poder, vuelven cobardes, pequeños y ávidos de placeres a los hombres, con ellas alcanza el triunfo siempre el animal de rebaño.
Liberalismo: dicho claramente, ANIMALIZACION GREGARIA... La guerra educa para la libertad. Pues ¿que es la libertad? Tener vo­luntad de autorresponsabilidad. Volverse más indiferente a la fatiga, a la dureza, a la privación, incluso a la vida... El hombre que ha lle­gado a ser libre, y mucho más el espíritu que ha llegado a ser libre, pisotea la despreciable especie de bienestar con que sueñan los tenderos, los cristianos, las vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas. El hombre libre es un GUERRERO.”
SOBRE EL MATRIMONIO: “La razón del matrimonio, consistía en la responsabilidad jurídica exclusiva del varón: con ello el matrimonio tenía un centro de gravedad, mientras que hoy cojea de ambas piernas. La razón del matrimonio, consistía en su indisolubilidad por principio: con ello adquiría un acento que sabía hacerse oir frente al azar del sentimiento, de la pasión y del instante. Consistía asimismo en la responsabilidad de las familias en cuanto a la elección de los cónyugues. Con la creciente indulgencia en favor del matrimonio “por amor” se ha eliminado precisamente el fundamento, aquello que hacía del matrimonio una institución”.
LA CUESTION OBRERA: “La estupidez, en el fondo la degeneración de los instintos, que es hoy la causa de todas las estupideces, consiste en que haya una cuestión obrera... Yo no alcanzo a ver qué es lo que se quiere hacer con el obrero europeo, después de haber hecho de él una cuestión... Se le ha hecho al obrero apto para el servicio militar, se le ha dado el derecho de asociación, el derecho político, el voto: ¿como puede extrañar que el obrero sienta ya hoy su existencia como una situación calamitosa. ¿Pero qué es lo que se quiere?, volvemos a preguntar. Si se quiere una finalidad, hay que querer también los medios: si se quiere esclavos, se es un necio si se les educa como señores”.
Aquí aparece una contradicción en Nietzsche, o mejor dicho una falta de adivinación. En primer lugar al obrero jamás se le ha educado para señor, se le ha conscienzado para, únicamente ser apto para servir de ejército de choque en provecho de los teóricos del liberalismo y del socialismo, a los cuales y como hemos visto y veremos seguida­mente tanta repugnancia causan a Nietzsche.
Por otra parte, el filósofo, ve en el judío el elemento desitegrador por excelencia, pero le ha pasado posiblemente desapercibido la estrecha relación de éste, dueño por una parte de la alta banca con los jefes de todos los movimientos liberales y socialistas de Europa, judíos en su mayoría también. No ha podido adivinar que se trataba de una acción conjunta: sumos sacerdotes y bajo pueblo de Israel, para el ejercicio del dominio universal que como “raza escogida” se tienen reservado.
Quizá sea esta una cuestión política más que filosófica, y Nietzsche está más interesado en buscar las causas de la desistegración occidental en su propia debilitación que en el beneficiario de ello. Al fin y al cabo, yo tampoco doy la culpa al judío de la decadencia y animalización de nuestras costumbres; en todo caso la culpa la tenemos nosotros y sobre todo nuestras capas “intelectuales” y “políticas” por dejarse atrapar en sus redes. Bastaría un golpe de hombría en los medios políticos y culturales de occidente para que en un sólo día la nefasta influencia judaica dejara de inquietarnos. Este golpe tendrá que venir y no sólo de una nación como antaño, sino de Europa entera, pero para ello es necesario que la nueva élite se vaya formando sin prisa pero sin pausa. Cuando esto ocurra será señal de que Europa habrá recobrado su voluntad de poder.
Continuando con el pensamiento nietzscheiano sobre el problema obrero, esto es lo que expone en “El anticristo”; “LA quién es a quien más odio, entre la chusma de hoy? A la chusma de los socialistas, a los apóstoles de los chandalas, que con su pequeño ser socavan el instinto de placer, el sentimiento de satisfacción del obrero —que lo hacen envidioso, que le enseñan la venganza... La injusticia no está nunca en los derechos desiguales, sino en reclamar derechos iguales... ¿Que es malo? Pero su ya lo he dicho: todo lo que proceda de la debilidad, de la envidia, de la venganza. El anarquista y el cristiano son de una misma procedencia...”
“El anticristo” como muy bien dice A. Sánchez Pascual en su introducción a éste, es una hueso que hay que roer: “Quien quiera vivir a partir de Nietzsche habrá que roer este hueso de “El anticristo”; y, además, tragarlo. Y no sólo en lo negativo, cosa fácil, sino en lo positivo. No sólo en el NO, si no también en el SI oculto que aquí está encerrado. Ante la imposibilidad de hacerlo, más de uno ha acabado por arrojar, todo entero, a Nietzsche”.
Es el libro de la introspección del cristianismo: su origen judío, su teología, la transfiguración de Jesús a partir de sus discípulos y especialmente por Pablo (espíritu de Rabino), pone al descubierto la bajeza y la venganza de plebeyo que existe en las páginas del Nuevo Testamento y por último maldice a Occidente por no haber sabido crear un dios en dos milenios. El siempre propone a Dionisos.
Él democratismo, la revolución francesa y el socialismo, no hacen sino reanudar los temas del cristianismo y éste a su vez, reanuda por su cuenta todos los temas de una comunidad judía dominada por la casta de los sacerdotes, quienes para afianzar su potencia necesitan conservar una masa de oprimidos, de fracasados, de inoportunos. (Téngase en cuenta la proletarización que sufre Europa hace más de un siglo; el supercapitalismo judío está terminado, si no ha terminado ya, con la independencia de la propiedad privada —antítesis del capitalismo—, así mismo, los líderes políticos e intelectuales de tales proletarios no son sino judíos o sirvientes de estos: Marx, Rosa Luxemburgo, Lenin, Freud, Marcusse, Cohn Bendit,  etc.).
En “El anticristo” Nietzsche resume la concatenación de hechos del debilitamiento occidental que había comenzado en el “Crespúsculo de los ídolos”: de Sócrates al cristianismo, del cristianismo a la Revolución francesa y de ésta al socialismo, en formas diferentes, pronunciadas por hombres diferentes, y aparentemente antitéticos; es el mismo fenómeno de debilitación ininterrumpido que continúa. Es la DECADENCIA.
Concretando más, para Nietzsche, la Revolución francesa con sus doctrinas igualitarias, humanitarias, fraternales, democráticas, no hace sino continuar el cristianismo (¿que diría hoy en día?): “Porque la Revolución francesa es la hija y la continuadora del cristianismo, tiene ese mismo instinto hóstil a las castas, a los antiguos privilegios”.
A consecuencia de la Revolución francesa, el socialismo, “tiranía extrema ejercida por necios y mediocres, disimula mal la voluntad de negar la vida.
“Que las razas fuertes de la Europa nórdica no hayan rechazado de sí el Dios cristiano es algo que en verdad no hace honor a sus dotes “religiosas”, para no hablar del gusto. Tendrían que haber acabado con semejante enfermizo y decrépito engendro de la DECADENT. Más, por no haber acabado con él, pese sobre ellas una maldición, ¡desde entonces no han creado ya ningún Dios!”.
* *
En un día de otoño de 1889, el gran filósofo, preso de un ataque de apoplegía que terminaría con su vida, se abraza al cuello de un caballo en los arrabales de Turín para preservar al noble bruto de los malos tratos de un carretero. A partir de aquí, Friedrich Nietzsche, el filósofo, no existe ya. A los cuarenta y cinco años, en la edad dorada de la madurez y de la experiencia. Irrita esta prematura desaparición, pero a través de lo que escribió, ¿Qué más podía decirnos? ¿Hay realmente algo más que añadir?...
Para terminar, sólo añadiré que si la filosofía de Nietzsche forma un sistema es contra su expresa voluntad. Con todo, debemos y podemos hablar de la férrea contextura ideológica nietzscheiana, tanto más sólida cuanto que aparentemente no lo es.
El 25 de agosto de 1900 a la edad de 56 años muere Friedrich Njetzsche.
La revolución nacional-europea-nietzscheiana se esbozó en el III Reich alemán; éste fué derrotado, pero el recuerdo de una de sus sentencias postreras expresadas en “Ecce horno” debe ser un toque de clarín para todo nacional-revolucionario-europeo: “Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido mi nombre al recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como jamás la había conocido la tierra... Yo no soy un hombre, soy dinamita”.
Desde los umbrales del siglo XX:
¡Gloria eterna a Friedrich Nietzsche!

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