sábado, 2 de septiembre de 2017

DEMOCRACIA ILLUMINATI PARTE 1

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Existe una imagen convencional acerca de la nueva era en que estamos entrando y las promesas que implica. Esa imagen fue formulada con claridad por el asesor de Seguridad Nacional, Anthony Lake, cuando presentó la Doctrina Clinton en septiembre de 1993:
"Durante la Guerra Fría, contuvimos la amenaza global hacia las democracias de mercado: ahora deberíamos tratar de ampliar su alcance".
El "nuevo mundo" que se abre ante nosotros "presenta inmensas oportunidades" para adelantarse a fin de "consolidar la victoria de la democracia y de los mercados abiertos", agregó un año después.
 


l. La "verdad duradera" 
Las temáticas son más profundas que la Guerra Fría, dijo Lake. La "verdad duradera" es que nuestra defensa de la libertad y justicia contra el fascismo y el comunismo fue solamente una fase en una historia de dedicación hacia "una sociedad tolerante, en la cual líderes y gobiernos existen, no para usar o abusar de la gente, sino para proveerles con libertad y oportunidades.

Ésta es la "cara constante" de lo que Estados Unidos ha hecho en el mundo, y "la idea" que estamos "defendiendo" nuevamente en la actualidad. Es en la verdad duradera sobre este nuevo mundo" en que podemos perseguir nuestra misión histórica de una manera más efectiva, enfrentando a los "enemigos de la sociedad tolerante" -a la cual siempre estuvimos dedicados- que siguen en pie, moviéndonos desde la "contención" hacia el "agrandamiento". Por fortuna para el mundo, la única superpotencia es, "por supuesto", única en la historia en el sentido de que "no estamos buscando expandir el alcance de nuestras instituciones mediante la fuerza, subversión o represión", utilizando la persuasión, compasión y medios pacíficos'

Los comentaristas estuvieron debidamente impresionados con esta lúcida "visión de política exterior".

Este punto de vista domina el discurso público y académico a tal grado que es superfluo contrastarlo con la realidad.

Su temática básica fue posiblemente expresada de manera más sucinta por el Eaton profesor para la Ciencia de Gobierno y Director del Instituto Olin para Estudios Estratégicos de Harvard en la revista académica International Security:
los Estados Unidos tienen que mantener su "primacía internacional" en beneficio para el mundo, explicaba Samuel Huntington, porque de manera única entre las naciones, su "identidad nacional está definida por una serie de valores políticos y económicos universales", particularmente "libertad, democracia, igualdad, propiedad privada, y mercados".

"La promoción de la democracia, los derechos humanos y mercados son (sic) mucho más importantes para la política americana que para la política de cualquier otro país".
Dado que esto es un asunto de definición, como enseña la Ciencia de Gobierno, podemos ahorrarnos la aburrida tarea de la confrontación empírica. Una medida sabia. Una indagación revelaría rápidamente que la imagen convencional presentada por Lake tiene un rango de verdad desde dudoso hasta falso en todos los aspectos cruciales, excepto en uno: tiene razón en urgirnos a que miremos la historia para descubrir las "verdades duraderas" en lo referente a ciertas estructuras institucionales y tomarlas en serio cuando consideramos el futuro probable, cuando esa estructura queda esencialmente sin cambios y libre para operar con pocas restricciones.

Una revisión honesta sugiere que "este nuevo mundo" podría caracterizarse por un marcado cambio de la "contención" hacia el "agrandamiento", aunque no precisamente en el sentido que Lake y el coro de seguidores procuran hacernos entender. Adoptando una retórica ligeramente diferente de la Guerra Fría, lo que estamos viendo en proceso de evolución es un cambio de la "contención" de la amenaza de una democracia y de mercados que funcionan, hacia una campaña para "hacer retroceder '' lo que se ha avanzado en un siglo de luchas frecuentemente amargas.

Aquí no hay espacio para revisar la "faz constante del poder estadounidense, pero podría ser de ayuda ver algunos casos típicos que ilustran estructuras que son bastante generales y que son instructivos en cuanto a eventuales desarrollos futuros.

Primero, una verdad trivial metodológica. Si queremos aprender algo sobre los valores y objetivos de los líderes soviéticos, observamos lo que hicieron dentro de sus ámbitos de poder. El mismo curso será seguido por un analista racional que quiere acerca de los valores y objetivos del liderazgo americano y el mundo que trataron de crear. Los contornos de este mundo fueron delineados por la embajadora ante las Naciones Unidas, Madeleine Albright, justo cuando Lake elogiaba nuestro histórico compromiso con los principios pacifistas.

Ella informó al Consejo de Seguridad, que estaba dudando de una resolución dictada por Estados Unidos acerca de Irak, que Estados Unidos seguirá actuando de manera "multilateral, cuando podamos, y unilateral, cuando tengamos que hacerlo". Haga su juego como quiera, pero en el mundo real "se hace lo que nosotros decimos", como expresaba el presidente Bush sobre esta doctrina fundamental de una manera más brusca, mientras que bombas y misiles llovían sobre Irak. Estados Unidos tiene derecho a actuar unilateralmente, la embajadora Albright instruía al errado Consejo, porque "nosotros reconocemos al Medio Oriente como vital para los intereses nacionales estadounidenses". No s requiere mayor concesión de autoridad.

De hecho, Irak sería un buen ejemplo para ilustrar las "verdades duraderas" del mundo real, pero es más informativo volver la mirada hacia la región donde Estados Unidos ha tenido la mayor libertad para actuar corno te plazca, de tal manera que los valores y objetivos de] liderazgo político y su versión del "interés nacional" que representa son exhibidos con la mayor claridad.

Volvamos hacia "nuestra pequeña cercana región que nunca ha preocupado a nadie", como el secretario de Guerra Henry Stimson describió el hemisferio a final de la Segunda Guerra Mundial, mientras explicaba que todos los sistemas regionales tienen que ser desmantelados excepto el nuestro, que tiene que ser extendido., una posición perfectamente razonable, dado que "lo que era bueno para nosotros era bueno para el mundo" y cualquier cosa que hacemos es "parte de nuestra obligación para con la seguridad del mundo", agregaba el colega liberal de Stimson, Abe Fortas, descartando las sospechas irracionales de Churchill de que Estados Unidos albergaba ideas de dominación.

El derecho de Estados Unidos de actuar unilateralmente y de controlar esas regiones que selecciona es único, tal como compete a la única potencia que está "definida" por su dedicación hacia todo lo bueno. El intento de Japón de mimetizar la Doctrina Monroe en su "pequeña región" produjo la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, y la Guerra del Golfo fue una reacción a la propuesta de Saddam Hussein de que los asuntos de otra región "vital para los intereses estadounidenses" fueran manejados por una organización regional.

Dentro de "nuestra pequeña región", la organización regional que nosotros seguramente dominamos está autorizada para funcionar, pero dentro de límites. Si los latinoamericanos "intentaran usar irresponsablemente su fuerza numérica dentro de la OEA", explicaba John Dreier en su estudio de la organización, "si llevan a extremos la doctrina de la no-intervención, si no le dejan a Estados Unidos otra alternativa que la de actuar unilateralmente para protegerse a sí mismo, entonces habrán destruido no sólo la base de la cooperación hemisférica para el progreso sino toda la esperanza de un futuro seguro para ellos mismos". Estados Unidos tendrá que actuar "unilateralmente cuando esté obligado a hacerlo".

Esas condiciones están aún vigentes en los límites extremos de la tolerancia, bajo la política del Buen Vecino, de Franklin Delano Roosevelt, que llevaban una "obligación implícita de reciprocidad", enfatizo el oficial para América Latina del Departamento de Estado, Robert Woodward:
"La admisión de una ideología extraña en un gobierno americano obligaría a Estados Unidos a tomar medidas defensivas" unilateralmente.
Huelga decir, que nadie más tiene tal derecho, en particular, ningún derecho de defenderse de Estados Unidos y su, "ideología" que no son "extranjeros", sino, de hecho, nada más que la vindicación de objetivos que cualquier persona razonable ha de buscar.

La dedicación hacia las "verdades duraderas" cubre el espectro. En el extremo disidente, el historiador y asesor del presidente Carter para América Latina, Robert Pastor, escribe que Estados Unidos quiere que otras naciones "actúen de manera independiente, excepto cuando esto afectaría los intereses estadounidenses adversamente"; Estados Unidos nunca ha querido "controlarlas", mientras que no "salgan del control".

Nadie, pues, puede acusar al liderazgo de Estados Unidos de no estar preocupado salvo con "el bien del mundo", incluyendo la plena libertad para actuar como nosotros dictamos. Si nuestros subalternos usan la libertad que concedimos, en una forma necia, entonces tenemos todo el derecho de responder unilateralmente en autodefensa, aunque las opiniones varían en cuanto a las decisiones tácticas correctas, lo que genera las divisiones entre "palomas" y "halcones".

Por supuesto, es la región centroamericana-caribeña la que refleja de manera más clara "la idea" con la cual el poder estadounidense está más comprometido, de la misma forma que los satélites de Europa oriental revelaron los objetivos y valores del Kremlin. Esta región, que es rica en recursos y potenciales, es una de las principales regiones de horror en el mundo. Durante los años ochenta fue nuevamente el escenario de terribles atrocidades, cuando Estados Unidos y sus clientes dejaron esos países devastados -seguramente más allá de una posible recuperación-, cubiertos con cientos de miles de cuerpos torturados y mutilados.

Las guerras terroristas promovidas y organizadas por Washington se dirigieron en gran medida contra la Iglesia, que se había atrevido a adoptar "la opción preferencial para los pobres" y, por lo tanto, tenía que enseñársela las lecciones habituales por desobediencia criminal. Casi no sorprende que esa horripilante década se iniciara con el asesinato de un arzobispo y terminara con la matanza de seis líderes intelectuales jesuitas, en ambos casos por fuerzas armadas y entrenadas por Washington.

Durante los años que delimitan ambos eventos, estas fuerzas devastaron toda la región, acumulando un horroroso récord, incluidos agresión y terror condenados por la Corte Mundial de Justicia en una decisión que fue descartada con un gesto de irritación y desprecio por Washington y la opinión intelectual, en general. La misma suerte le tocó al Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuyas llamadas en favor de la adherencia a la ley internacional apenas fueron reportadas.

Después de todo, un juicio razonable, ¿Por qué debería ponerse atención a aquellos que sostienen la ridícula idea de que la ley internacional o los derechos humanos podrían entrar en los cálculos de un poder que siempre ha rechazado "la fuerza, la subversión o represión", y que, por definición se adhiere al principio de que "los gobiernos no existen para usar o abusar de su gente, sino para proveerlas con libertad y oportunidades"?

La "verdad duradera" fue bien formulada por un distinguido hombre de Estado hace dos siglos:
"Grandes almas se preocupan poco por pequeñas moralidades".
Una mirada a esta región nos enseña mucho sobre nosotros mismos. Pero éstas son lecciones falsas y, por ende, excluidas del discurso respetable. Otra lección equivocada, y por lo mismo necesariamente consignada al mismo destino, es que la Guerra Fría ha tenido poco que ver con todo esto, aparte de proveer pretextos. Las políticas fueron las mismas antes de la Revolución Bolchevique y han continuado sin cambio desde 1989.

Sin una "amenaza soviética", Woodrow Wilson invadió Haití (y a la República Dominicana), desmantelando el sistema parlamentario porque se negó a adoptar una constitución "progresista" que permitiera a los norteamericanos apropiarse de las tierras de Haití, matando a miles de campesinos, restaurando virtualmente la esclavitud y dejando al país en manos de un ejército terrorista como plantación estadounidense y posteriormente como una plataforma de exportación para empresas de ensamblaje bajo condiciones miserables.

Después de su desafortunado y rápidamente terminado experimento con la democracia, el sistema tradicional fue restaurado con asistencia estadounidense, justo cuando Lake anunciaba la Doctrina Clinton, mostrando a Haití como el primordial ejemplo de nuestra pureza moral. En otras partes también las políticas continuaron sin cambio esencial después de la caída del muro de Berlín, seguido a las pocas semanas por la invasión de Bush a Panamá para restaurar el poder a una camarilla de banqueros europeos y narcotraficantes, con las consecuencias previsibles en un país que quedó bajo ocupación militar, tal como lo aceptó el mismo gobierno títere puesto en el poder por la fuerza estadounidense.

Habría mucho que decir sobre estos asuntos.

Pero vamos a ver un caso que posiblemente es aún más revelador y que también ilustra la relevancia marginal de la Guerra Fría en cuanto a las actitudes tradicionales estadounidenses hacia la democracia y los derechos humanos. Regresaré a los "mercados libres" más adelante.

El ejemplo que sugiero analizar es Brasil, descrito en décadas anteriores del siglo como "el coloso del Sur", un país con enormes riquezas y ventajas que debería ser uno de los más ricos del mundo.
"No hay mejor territorio en el mundo para la explotación que el de Brasil", observó el Wall Street Journal hace 70 años.
En ese entonces, Estados Unidos procedía a desplazar a sus principales enemigos, Francia e Inglaterra, aunque éstos lograron durar hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos fue capaz de excluirlos de la región y apoderarse de Brasil como un "área de experimentación para métodos modernos de desarrollo industrial", en palabras de una muy reputada monografía escolástica sobre las relaciones Estados Unidos-Brasil, escrita por el historiador y diplomático Gerald Haines, que también es un historiador de jerarquía de la CIA.

Esto fue un componente de un proyecto global, que Estados Unidos "asumió por interés propio, la responsabilidad para el bienestar del sistema mundial capitalista" (Haines), Desde 1945, el "área de experimentación" ha sido favorecida por una intensa guía y tutela de Estados Unidos. El resultado es "una verdadera historia americana de éxito ; las políticas americanas para Brasil fueron enormemente exitosas", produciendo "un crecimiento económico impresionante basado sólidamente en el capitalismo", un testimonio de nuestros objetivos y valores-

El éxito es real. Las inversiones y ganancias estadounidenses florecieron y a la pequeña elite le fue de maravilla; un ,milagro económico", en el sentido técnico de este término. Hasta 1989, el crecimiento brasileño superó con creces el de Chile -muy elogiado-, que ahora es el alumno estrella, dado que Brasil sufrió un colapso y entonces cambió automáticamente del triunfo de una democracia de mercado a una ilustración de los fracasos del estatismo, si no marxismo, una transición que se realiza sin esfuerzos y de manera rutinaria dentro del sistema doctrinal, según las circunstancias lo requieran.

Mientras tanto, en el apogeo del milagro económico, la abrumadora mayoría de la población ocupaba un lugar entre las más miserables en el mundo, y hubiera considerado a Europa oriental como un paraíso, un hecho que también enseña las lecciones equivocadas y que por lo tanto es suprimido con una disciplina impresionante, junto con otros semejantes.

La historia del éxito para inversionistas extranjeros y una fracción de la población, refleja los valores que guían a los tutores y diseñadores de esta política. Su objetivo, como lo describe Haines, consistía en "eliminar toda competencia extranjera" de América Latina a fin de "mantener el área como un mercado importante para la surplus-producción industrial estadounidense e inversiones privadas y explotar las amplias reservas de materias primas y para mantener fuera al comunismo internacional". La última frase es simplemente un ritual; como anota Haines, la inteligencia estadounidense no podía encontrar ninguna indicación de que el "comunismo internacional" trató de "meterse", aun si esto hubiera sido una posibilidad.

Pero aunque el "comunismo internacional" no fue un problema, el "comunismo" definitivamente lo fue, si entendemos el término en el sentido técnico de la cultura de elite. Este sentido fue incisivamente explicado por John Foster Dulles en una conversación privada con el presidente Eisenhower, quien había observado tristemente que en todo el mundo, los comunistas locales tenían ventajas injustas.

Ellos estaban en condiciones de "apelar directamente a las masas", se quejaba Eisenhower. Es una apelación "que nosotros no podemos duplicar", agregó Dulles, explicando por qué:
"Ellos apelan a la gente pobre y éstos siempre han querido robar a los ricos".
Nosotros encontramos difícil "apelar directamente a las masas" en vista de nuestro principio de que los ricos tienen que robar a los pobres, un problema de relaciones públicas que queda sin resolverse.

En este sentido -el operativo-, los comunistas abundan, y nosotros tenemos que asegurar "la sociedad tolerante" de sus abusos y crímenes, asesinando a sacerdotes, torturando a organizadores sindicales, matando campesinos y persiguiendo en otras formas nuestra vocación gandhiana.

El problema existía aun antes de que el término "comunista" se volviera disponible para etiquetar a los heréticos. En los debates de 1787 sobre la Constitución Federal, james Madison observó que:
"En Inglaterra, en este día, si las elecciones fueran abiertas para toda clase de gente, la propiedad de los dueños de tierras estaría insegura. Pronto se haría una ley agraria".
Para parar semejante injusticia,

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