
El hallazgo corrió a cargo de un gran equipo de físicos trabajando conjuntamente con el Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO), institución científica dividida en dos instalaciones ubicadas en Washington y Luisiana, Estados Unidos, en donde un par de antenas en forma de L recibieron una vibración de 50 veces más energía que todas las estrellas del universo juntas.
Al escuchar esta vibración, los científicos observaron que provenía de un par de agujeros negros a mil 300 millones de años luz que giraban y se acercaban entre sí a una enorme velocidad hasta que colisionaron, provocando una enorme explosión. De este choque surgieron ondas gravitacionales que llegaron hasta nuestro planeta y las cuales pudieron registrarse gracias a una adecuada calibración de instrumentos, con lo cual se encontró evidencia factible para las predicciones teóricas de Einstein.
El descubrimiento, por otro lado, también tiene una alta dosis de poesía natural, pues además de que implica ver lo que no vemos pero que siempre ha estado ahí, se trata de una constatación de existencia de uno de los niveles más profundos de la realidad.
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