cuando vertía el agua en los surcos,
cuando cavaba regueros a lo largo de los cuadros de la tierra […],
tropezaba con las raíces, era arañado por ellas.
con el polvo de las montañas, le azotaban el rostro:
a su rostro […] y sus manos […],
la dispersaban, y él ya no reconocía a sus […]
Entonces él alzó los ojos hacia las tierras bajas,
miró las estrellas al este,
alzó los ojos hacia las tierras altas,
miró las estrellas al oeste;1
contempló el firmamento donde se escriben los signos.
En este cielo inscrito, aprendió los presagios;
vio cómo había que aplicar las leyes divinas,
estudió las decisiones de los dioses.
En el jardín, en cinco, en diez sitios inaccesibles,
en cada uno de estos lugares plantó un árbol como sombra protectora.
La sombra protectora de este árbol
–el sarbatu de opulento follaje–
la sombra que da al despuntar el día,
al mediodía y al anochecer, nunca desaparece.
Ahora bien, un día, mi reina, después de haber atravesado el cielo,
atravesado la tierra,
Inanna, después de haber atravesado el cielo, atravesado la tierra,
después de haber atravesado Elam y Shubur,
después de haber atravesado […],
la hieródula,2 vencida por el cansancio,
se acercó al jardín y se adormeció.
Shukalletuda la vio desde el extremo de su jardín.
Abusó de ella, la tomó en sus brazos,
y después volvió al extremo de su jardín.
Despuntó el alba, salió el sol:
la mujer miró a su alrededor, espantada;
Inanna miró a su alrededor, espantada.
Entonces, la mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
Inanna, a causa de su vagina, ¡lo que hizo!
Todos los pozos del país los llenó de sangre;
todos los bosquecillos y los jardines del país,
ella los saturó de sangre.
Los siervos que habían ido a buscar leña no bebieron más que sangre,
las sirvientas que fueron a llenar el balde de agua
no lo llenaron más que de sangre.
– «Quiero descubrir a aquel que ha abusado de mí,
por todos los países», dijo ella.
Pero al que había abusado de ella, no lo encontró.
Porque el joven entró en la casa de su padre;
Shukalletuda dijo a su padre:
– «Padre: cuando yo vertía el agua en los surcos,
cuando cavaba regueros a lo largo de los cuadros de tierra […],
tropezaba con las raíces, era arañado por ellas.
Los vientos furiosos, con todo lo que traen,
con el polvo de las montañas, me azotaban el rostro,
a mi rostro […] y a mis manos […],
la dispersaban y yo ya no reconocía sus […]
Entonces alcé los ojos hacia las tierras bajas,
miré las estrellas al este,
alcé los ojos hacia las tierras altas,
miré las estrellas al oeste;
contemplé el cielo donde se inscribían los signos.
En el cielo inscrito aprendí los presagios;
vi cómo había que aplicar las leyes divinas,
estudié las decisiones de los dioses.
En el jardín, en cinco, en diez sitios inaccesibles,
En cada uno de estos sitios planté un árbol
como una sombra protectora.
La sombra protectora de ese árbol
–el sarbatu, de opulento follaje–
la sombra que da al despuntar el día,
a mediodía y al anochecer, nunca desaparece.
Ahora bien, un día, mi reina, después de haber atravesado el cielo,
atravesado la tierra,
Inanna, después de haber atravesado el cielo, atravesado la tierra,
después de haber atravesado Elam y Shubur,
después de haber atravesado […],
la hieródula, vencida por el cansancio,
se acercó al jardín y se adormeció.
Yo la vi desde el extremo de mi jardín.
Abusé de ella, la tomé en mis brazos,
y después volví al extremo de mi jardín».
Despuntó el alba, salió el sol:
la mujer miró a su alrededor, espantada.
Inanna miró a su alrededor, espantada.
Entonces, la mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
Inanna, a causa de su vagina, ¡lo que hizo!
Todos los pozos del país los llenó de sangre.
Todos los bosquecillos y jardines del país,
ella los saturó de sangre.
Los siervos que habían ido a buscar leña no bebieron más que sangre,
Las sirvientas que fueron a llenar el balde de agua
no lo llenaron más que de sangre.
– «Quiero descubrir a aquel que ha abusado de mí,
por todos los países», dijo ella.
Pero al que había abusado de ella no lo encontró,
porque el padre respondió al joven,
el padre respondió a Shukalletuda:
– «Hijo mío: quédate cerca de las ciudades de tus hermanos.
Dirige tus pasos y ve hacia tus hermanos,
los de la cabeza negra,3
y la mujer jamás te encontrará en medio de esos países».
Shukalletuda se quedó, pues, cerca de las ciudades de sus hermanos.
Dirigió sus pasos hacia sus hermanos, los de la cabeza negra,
y la mujer jamás lo encontró en medio de esos países.
Entonces, la mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
Inanna, a causa de su vagina, ¡lo que hizo!
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1 Tomando en cuenta el curso de los ríos Tigris y Éufrates, las tierras altas hacen referencia al norte y las tierras bajas al sur. De esta forma Shukalletuda mira a los cuatro puntos cardinales.
2 hieródula viene del griego ιεροσ (ieros) «sagrado» y δουλοσ (doulos) «siervo» por lo que su sentido etimológico es «sierva sagrada». Es un epíteto dado a la diosa Inanna.
3 Los sumerios se llamaban a sí mismos sag-giga «el pueblo de cabezas negras».
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