miércoles, 18 de octubre de 2017

SANTO GRIAL

El Santo Grial de los Cataros

Érase una fúnebre mañana, un 16 de marzo de 1244 en el Castillo de Montsegur, las provisiones agotadas, las fuentes de agua secas y el hambre cundía entre las mujeres, niños y ancianos. Los cátaros, los “bons homes” los buenos hombres de corazón puro, habían resistido diez meses de asedio de las tropas de Hugues des Arcis en representación del Luis IX Rey de Francia y por orden directa de Su Santidad Inocencio III, el papa de Roma, quien había ordenado el castigo de los malditos “herejes”.
“Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos” dijo el Abad Arnaldo Amalric, legado papal a cargo de hacer cumplir la orden del “representante de Dios en la tierra”.  La guerra contra la herejía de los “albigenses” había empezado meses antes, el Papa había ordenado el castigo de los cátaros que vivían entre los occitanos de Languedoc.
¿Cuál era el delito de estos hombres? Se sabía que eran vegetarianos, vestían de blanco y vivían en absoluta pobreza, habían renunciado a toda clase de bienes, vivían de manera itinerante viajando de pueblo en pueblo, curando a los enfermos y cuidando de los moribundos.
Se negaban a comer carne porque decían que incluso los animales tienen la compasión de Dios y no es licito hacerles ningún daño, decían ellos que la Iglesia Católica era la representante de la maldad, la opulencia, la riqueza vergonzosa y el olvido de los principios cristianos.
Lo cierto es que eran muy queridos entre los comarcanos de Languedoc, quienes se habían negado a entregarlos a la Santa Inquisición, grave falta pues la represión fue brutal, las tropas de Luis IX del norte de Francia avanzaron sobre el sur para castigar a los occitanos protectores de los cátaros, tras una feroz carnicería, arrasaron pueblo en pueblo, no perdonaron a niños ni ancianos, Languedoc fue anexada a Francia y la cultura occitana marginada para siempre.
Esa mañana de marzo, tras miles de muertes de inocentes, todo estaba consumado. Los doscientos cátaros recibieron un plazo de 15 días para abandonar la fortaleza de Montsegur y entregarse a los tribunales de la Santa Inquisición. La pira de fuego estaba prendida, por los monjes dominicos, máximos custodios de la Santa Inquisición.
Los cátaros habían resistido diez largos meses de asedio gracias a la comida que de forma secreta le proporcionaban los campesinos montañeses de la zona, pero ya no era posible alargar más el sufrimiento y la carga de aquellos pobres y compasivos campesinos.
Aquella mañana que quedó grabada por la historia, los cátaros salieron de su fortaleza, uno a uno con sus largas túnicas blancas y descalzos caminaron hacía la pira de fuego que ardía impetuosa, hoy conocida como el “campo de los quemados”.
Ante la mirada atónita de los inquisidores y los soldados, aquellos santos cátaros después de las oraciones caminaron voluntariamente hacia las llamas para inmolarse por su fe, cogidos de las manos entre canticos a Dios murieron pacíficamente entre las llamas del fuego.
A lo largo de la historia muchos han buscado las razones de esta actitud, algunos afirmaron que la razón del ensañamiento contra los cátaros radica en que ellos conocían “El secreto” otros afirman que tenían el “Santo Grial” a decir verdad no lo sabemos.
Solo intento imaginar la enorme fuerza de voluntad y la integridad moral que se requiere para caminar sin miedo ni duda hacía el fuego de la hoguera. Y mientras se camina hacia ella no guardar ningún sentimiento de rencor, de culpa o de tristeza, ningún reclamo de justicia o de castigo hacia el enemigo, solo sentir amor y paz interior para reencontrarse con lo sagrado.
Es el camino de quien ha aprendido que aferrarse a la vida carece de sentido, aferrarse a todo deseo por la carne o la materia, a todo deseo de posesión incluso de la vida propia. Porque todo aquel que quiera salvar la vida, la perderá. Y el que perdiere la vida por la causa, la hallará.
“Dios es amor” decía Juan y era el único mandamiento obedecido por los cátaros, “Amaos los unos a los otros y amad a vuestros enemigos”. Este amor es incondicional, no es un amor ligado al deseo, a la necesidad o al objeto.
Es el amor que lo embriaga todo, que transforma espiritualmente al ser, que desaparece toda ilusión de la materia, toda irrealidad de lo aparente. Es el amor que implica la renuncia de toda acción de violencia, de todo deseo, de todo daño. Incluso el acto de juzgar o castigar pierde todo sentido ¿Quiénes somos para juzgar a otros? Mirad vuestra viga, antes que la mota del ojo del hermano.
Y “Yo no juzgo a nadie” dijo el Rabi, y todo vuestro juicio es imperfecto, porque ustedes juzgan por la carne. ¿Y qué significa esto? Dado que la verdad absoluta es incognoscible, indescriptible e infinita, la posibilidad de cualquier conocimiento absoluto es limitado, carecemos por ende de un juicio veras incuestionable, todo acto de juzgar estará condicionado por las circunstancias de quien juzga, de tal modo que será un juicio imperfecto.
La renuncia de todo acto de violencia es otra enseñanza fundamental. “Ha desaparecido de mi toda dualidad interior” decía maravillado Rumi, a manudo se acusó a los cátaros de ser dualistas. Esto sin embargo como ellos mismos decían era una calumnia de la curia papal.
La desaparición de la dualidad interior ocurre cuando dejamos de juzgar, por ende dejamos de ver la realidad en un plano monocromo, de lo “bueno y lo malo”. Lo bueno y lo malo son producto del juicio, al suspender el juicio lo bueno y lo malo desaparece también y solo queda la naturaleza de los pensamientos, las palabras y los actos. Por ello estaba escrito en los “Gathas” “Guarda buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones”.
Dado que lo bueno o lo malo no existe, solo existe la naturaleza “en sí misma” de los pensamientos, es decir somos lo que pensamos y vivimos conforme a ello. De allí que los cátaros se esforzaran por mantener la “pureza interior” de allí que su ideal fuese la pureza de los pensamientos, las palabras y las acciones.
Un poema de Rumi decía “El amante llama a la puerta del Amado. “¿Quién eres?”, le pregunta el Amado. “Soy yo.” Y la puerta no se abre. El Amado repite la pregunta y el amante sigue contestando “soy yo”. La puerta no se abrirá hasta que el amante no responda: “Soy Tú” – Rumi.
La renuncia del Yo, la renuncia de todo deseo del ego porque el “Yo individual” desaparece ante la presencia del Yo universal, saber es conocer. Conocer el Yo universal es unirse a él. Yo soy otra forma de ser tú, tras la eliminación de todo deseo del ego, aparece el Yo universal. Detrás del velo está lo absoluto, lo incognoscible, lo indescriptible, lo omnisciente.
“Dios es amor” decía el Rabi y “Nadie podrá entrar al reino sino es como un niño” en efecto los niños son puros, juegan conforme a su naturaleza, carecen de sentimientos de odio o violencia hacía otros, si se enojan perdonan rápido y continúan el juego, el amor es el que guía sus actos. Decía Nelson Mandela que ningún niño nace odiando a nadie por su color de piel o su condición, que a los niños se les enseña a odiar y así como se les enseña a odiar también se les puede enseñar a amar.
En efecto hacerse como un niño es despojarse de la “adultez” que no es más que una construcción socio-cultural, es una impostura del ego, marcada por el deseo, la necesidad y el sufrimiento. Parafraseando a Rumi para entrar a la puerta del amado es necesario despojarse del “Yo individual”. ¿Quién soy? Soy tú, me hago uno con el eterno.
Él es Él,
Él también es, Él
Ellos también son Él
Esto es un misterio,
Rumi
Ciertamente todo esto parece y seguirá pareciendo escandaloso y herético para los dogmáticos, para los que creen que la religión “oficial” es dogma y leyes para castigar a los hombres por su “maldad”.
Para quien cree que lo sagrado es “castigo, condenación de muchos y salvación de pocos, de los “elegidos”. Y algunos son muy prestos para juzgar a todo el mundo, a los “pecadores” a los gays, a las “feministas” los “comunistas” los “paganos” y los “ateos”.
Pero un alma grande, un “Mahatma” ciertamente no sentiría odio por nadie, no juzgaría a nadie, ni desearía castigo ni condenación ni aún para la más pequeña hormiga del universo, sentiría compasión por todo lo existente, sobre todo por los más débiles. De su corazón solo fluye amor en sus multiples manifestaciones (Munayniyuq en quechua), ha construido un templo espiritual interior.
Por esta razón los “paulicianos” no construían templos, para ellos el único templo es espiritual y se construye en el corazón. “Derrumbaré este templo y lo reconstruiré en tres días” Es sin duda una alegoría, el Templo de piedra es destruido pues su naturaleza dogmática es irreal, es solo un sepulcro blanqueado. El verdadero templo yace dentro del corazón y ningún ejército podría destruirlo nunca.
Quien sabe esto, quien destruye la dualidad y el ego de su interior solo puede sentir felicidad y amor por todo lo existente, el amor se convierte en su única vía de conexión con todo lo que le rodea, el miedo desaparece, el temor al castigo divino se disipa porque el castigo divino no existe, solo existe el amor en sus múltiples manifestaciones.
Todo deseo desaparece incluso el deseo de “salvarse” el deseo de un paraíso o una vida terrenal se torna ilusoria, dado que el amor da forma a la realidad, solo queda la unión con lo amado, el retorno al origen, a la fuente primigenia, al “Illa Teqsi” de los quechuas, el “Nirvana” de los Budistas, el “Moksa” de los hindúes, por eso decía “Rumi” que solo quedaba cantar y bailar y a los ascetas cátaros caminar felices a la hoguera, ellos en verdad tenían el “Santo Grial”.
Estaba muerto y a la vida torné, llorando estaba y riendo torné
Llegó el imperio del amor, y en un imperio eterno me torné
Los ojos tengo ya saciados, el alma ya la tengo embravecida
Valiente soy como el León, en Venus radiante me torné.
Baila como si nadie te estuviera viendo,
Ama como si nunca te hubieran herido,
Canta como si nadie te estuviera oyendo.
Trabaja como si no necesitarás el dinero.
Vive como si el cielo estuviera en la Tierra.
 Deja tus preocupaciones
y ten un corazón completamente limpio,
como la superficie de un espejo
que no contiene imágenes.
Si quieres un espejo claro,
contémplate
y mira la verdad sin vergüenza,
reflejada por el espejo.
Si se puede pulir metal
hasta asemejarlo a un espejo,
¿qué pulido podría necesitar
el espejo del corazón?
entre el espejo y el corazón
ésta es la única diferencia:
el corazón oculta secretos,
pero el espejo no.
Rumi

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