El rey Guillermo I de Prusia fue coronado Emperador de Alemania el 18 de Enero de 1871 en el Salón de los Espejos de Versalles. Lejos del pueblo alemán, sobre suelo conquistado y en medio de la guerra, se produjo un acontecimiento histórico fundamental: la fundación del Segundo Reich Alemán. El nacimiento simbólico de un Imperio sobre las ruinas de otro carecía de precedente histórico. Era como si una mano divina hubiera bendecido a Alemania con la victoria y con una nueva unidad para llevar a cabo una gran misión en Europa: la reconstrucción de la civilización teutónica. O al menos así era como los alemanes veían su triunfo. Pero aunque el nuevo káiser, antiguo rey de Prusia, hubiera unificado políticamente los Estados anteriormente independientes de Alemania, el pueblo alemán sólo tenía un lenguaje común, pero seguía sin tener una verdadera conexión. El nacionalismo local ocupaba todavía la primera posición. Todo alemán se consideraba a sí mismo primero como ciudadano de Sajonia, Prusia, Baviera, etc., y luego como alemán.
Para suponer este estado de cosas potencialmente catastrófico, los arquitectos del nuevo Reich llamaron a historiadores, filósofos y creadores de mitos para que unieran al pueblo de habla alemana como si fuera una verdadera nación. Para ello unieron todas las obsesiones nacionalistas de mediados del siglo XIX: Historia antigua, teoría racial, religión y literatura populares. Como sucede siempre que se funda una nación nueva, los historiadores del Reich trataron de probar su ascendencia histórica, buscando inspiración en el anterior gran Imperio alemán, el primer Reich. Encontraron en él un concepto heroico de la monarquía: el rey como héroe místico venciendo a los enemigos de la nación, que eran también los suyos.
Entre 1871 y 1918 se pusieron los cimientos del régimen de Hitler. Historiadores alemanes, como Kossinna, se esforzaron por demostrar la superioridad de una antigua cultura germánica. Los historiadores de su escuela hurgaron en los archivos antiguos para demostrar que la antigua civilización germánica, lejos de ser atrasada, había sido igual o mejor que las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma, Los archiveros alemanes, como Bottcher, demostraron que los antiguos germanos habían sido expertos agrimensores, mientras los biólogos alemanes cantaban las excelencias de la "naturaleza superior" de la raza teutónica. Los científicos e ingenieros alemanes levantaron el país hasta la posición preminente de ser la primera nación industrial del mundo, y los militares alemanes formaron el ejército alemán de modo que fuera el más duro y el mejor equipado.
En 1914 empezó la Gran Guerra. Los alemanes pensaban que la "superior" fuerza moral y material del Reich los conduciría al triunfo en cuestión de semanas, pero no sería así. Tras más de cuatro años de sangrienta catástrofe, la guerra terminó en Noviembre de 1918 en armisticio, no en victoria.
El 9 de Noviembre de 1918, las tradiciones cuidadosamente alimentadas del Reich fueron aplastadas por la Revolución. El káiser Guillermo II fue obligado a abdicar, y sucedió lo impensable: Alemania se convirtió en República. Se convirtieron en burlas todas las antiguas lealtades, Dios, el Káiser, la patria e incluso el cuerpo de oficiales. El ejército alemán, que afirmaba ser invencible, volvió del frente para ser vilipendiado por el populacho. Los anarquistas, comunistas y otros revolucionarios de Izquierda se armaron para tomar el Estado. Las huelgas, motines e insurrecciones estaban a la orden del día. Poco después, eran lugar común las batallas callejeras entre los izquierdistas, principalmente trabajadores, cesantes y ex-soldados desafectos, y los derechistas, ex-oficiales y monárquicos. Los incontables atentados políticos, asesinatos, intentos de putsches y explosiones de bombas alternaron con las concentraciones tumultuosas que acabaron por formar ejércitos privados.
El gobierno de la república, aterrorizado ante la idea de que fuera inminente una revolución bolchevique, invitó en secreto al cuerpo de oficiales para que formara ejércitos privados —los Freikorps (Cuerpos Libres)— para reprimir la revuelta. En 1919 esas bandas militares proto-fascistas habían sido organizadas y puestas en acción. A principios de ese año, un levantamiento soviético en Berlín fue dominado con éxito por los Freikorps; y Baviera, que por un breve tiempo tuvo un gobierno socialista revolucionario, fue invadida por los Freikorps y "limpiada" de izquierdistas.
Los Freikorps eran algo más que una banda de soldados ingobernables. En la primavera de 1919, el gobierno del nuevo Estado independizado de Letonia estaba en una situación apurada. Tras la Revolución rusa, los revolucionarios estaban en abierta conspiración y amenazaban con hacer comunista a Letonia. Desesperado, el gobierno llamó a los Freikorps alemanes para que le ayudaran a erradicar la "amenaza roja". Como estímulo a los soldados, los letones apelaron al viejo sueño alemán de una utopía campesina. A cambio de los servicios prestados bajo sus propios oficiales en el Landeswehr [ejército] de Letonia durante cuatro meses, los soldados recibirían la ciudadanía letona y 35 hectáreas de tierra.
Estimulados por la promesa de tierra gratuita, miles de hombres se ofrecieron voluntarios y pintaron en sus cascos de acero la esvástica, símbolo de los Freikorps del Báltico. Bajo el mando alemán, el Landeswehr aplastó a las fuerzas comunistas y los Freikorps tomaron Riga, la capital. Todas las ciudades tomadas por los alemanes habían sido saqueadas, y los revolucionarios, los anti-germanos y los judíos fueron masacrados sin piedad. Una vez en Riga comenzaron las atrocidades. Quien fuera sospechoso de comunismo o de simpatías anti-germanas fue juzgado por un tribunal marcial. Los prisioneros eran fusilados en grupos de 50. Finalmente los hombres de los Freikorps con la esvástica en el casco fueron derrotados en la batalla de Wenden por una fuerza combinada de letones y lituanos. Los supervivientes fueron devueltos a Alemania, en donde se unieron a otros grupos armados.
Durante la breve etapa victoriosa de los Freikorps en Letonia, sus oficiales hablaban abiertamente de los Estados bálticos como colonias de un nuevo orden teutónico, que sería una reafirmación del antiguo Ordenstaat medieval de los caballeros teutónicos, que ya había existido siglos antes en la misma zona. La refundición de ese antiguo dominio feudal volvería a ser intentada apenas veinte años después por las famosas SS de Himmler, muchos de cuyos hombres habían sido ya soldados del Landeswehr.
Cuando los tumultos civiles remitieron en Alemania, la brigada Ehrhardt, una de las unidades de los Freikorps más famosas, entró en la clandestinidad. Prohibida por el gobierno, se convirtió en la clandestina Organización Cónsul, realizando numerosos asesinatos según la tradición del antiguo Vehm. Otras relaciones existieron entre la red siempre cambiante de sociedades semi-deportivas, clubes atléticos y asociaciones culturales, como la Liga del Casco de Acero, la Asociación Deportiva Olimpia, la Sociedad Vikinga, la Unión Bismarck, el Orden Joven Alemán, la Sociedad Thule y la Unión Blücher. Se calcula que el número de miembros de esas organizaciones sobrepasaba la cantidad de 750.000.
El terror organizado se extendió por toda la nación. Los miembros que hablaban demasiado eran sentenciados a muerte, y la mayoría de los asesinos véhmicos quedaban sin castigo por la aquiescencia de las autoridades. Los asesinos políticos continuaron durante la primera parte de los años '20. En Junio de 1921, Garreis, diputado del gobierno socialista, fue asesinado en Múnich. En Agosto de ese año, dos miembros de la brigada Ehrhardt asesinaron a Erzberger, otro diputado. Al año siguiente fue víctima del Vehm Walter Rathenau, prominente diputado judío que había organizado la producción industrial alemana durante la Gran Guerra. Surgieron protestas, pero la comisión establecida para investigar la organización clandestina se subvirtió pronto y actuó contra la Izquierda. Conforme proseguía el baño de sangre, los fanáticos de una docena de credos conspiraron para derribar al inestable gobierno socialdemócrata y reemplazarlo por un partido único estatal.
Entre el grupo de fanáticos desafectos estaba Adolf Hitler. Hijo de un funcionario de aduanas austríaco, había nacido en Braunau am-Inn, Austria, el 20 de Abril de 1889. La fecha puede ser significativa, pues un 20 de Abril del año 753 a.C. fue, según la tradición, la fecha de la fundación de Roma. De adolescente, Hitler llevó una vida "bohemia" en Viena, en donde estudió arte, arquitectura y ocultismo en las numerosas y buenas bibliotecas públicas. Lector ávido de los panfletos anti.judíos que circulaban por toda Europa en aquellos tiempos, Hitler fundió las enseñanzas de los racistas alemanes con el ocultismo, entonces nuevo, de las logias teosóficas. Armado con ese inestable bagaje filosófico sirvió en el ejército alemán en la Gran Guerra, donde fue condecorado con la Cruz de Hierro por su valor.
Tras el armisticio de 1918, Hitler se dirigió a Múnich, donde se convirtió en agente de la policía encargado del espionaje de las sociedades secretas. Poco después se había infiltrado en las filas de varios grupos político-ocultistas a los que las autoridades consideraban subversivos. Un día sus jefes lo enviaron a una cervecería en donde un nuevo grupo estaba celebrando una reunión. Esa organización era desconocida para la policía. Se llamaba el Partido Alemán de los Trabajadores, y cualquier partido con la palabra "trabajador" en el nombre era sospechoso de anarquista o comunista. Hitler descubrió pronto que era otra cosa, y se unió a él como miembro militante número 7. Pronto impondría su propio credo al partido, rebautizándolo como el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes.
Este partido tuvo orígenes extraños, pues, a diferencia de los grupos extremistas, era más místico que político. Su fuerza impulsora era Díetrich Eckart, mago racista. Eckart, que vivió desde 1868 a 1923, era poeta, dramaturgo y periodista antes de la Gran Guerra. Al igual que Hitler, había sido gaseado en las trincheras por los británicos y se habla aficionado a la morfina para superar el dolor. Al volverse adicto, se hizo también alcohólico, lo que finalmente acabó con su vida.
Además de su patronazgo del Partido Alemán de los Trabajadores, Eckart era también miembro dirigente de la Sociedad Thule, un grupo extraño que buscaba el perdido hogar nórdico de Thule, una especie de Atlántida del Norte. Cuando agonizaba, oró para que la Sociedad Thule prosiguiera su mision y transformara pronto la naturaleza de la vida en la Tierra. Se dice que desde el lecho dio una última orden a sus seguidores. En ella los exhortaba: "Seguid a Hitler. El bailará, pero soy yo quien toca la melodía. Lo he iniciado en la doctrina secreta, he abierto sus centros de visión y le he proporcionado los medios de comunicarse con los Poderes. No lloréis por mí, pues habré influído en la Historia más que cualquier otro alemán". Antes de expirar dirigió una última súplica a su "piedra de La Meca", un trozo de meteorito negro como la famosa ka'aba que forma el centro del mundo islámico. En su testamento dejaba la piedra al profesor Oberth, uno de los pioneros de los cohetes y los vuelos espaciales. En su cumpleaños Nº 80, 51 años más tarde, Oberth seguía estudiando ocultismo. Los contactos de Oberth, como los de la Sociedad Thule, eran lamas tibetanos.
El año 1923 no fue bueno para Alemania. En ese año el ejército frances ocupo el Ruhr. Los alemanes del territorio ocupado lucharon en guerra de guerrillas, y vatios prominentes miembros de la resistencia fueron ejecutados por las autoridades militares francesas. Aquel mismo año se vino abajo todo el sistema financiero del país. La inflación se disparó. Cientos, luego miles, millones y finalmente miles de millones de marcos eran el salario de una semana, cuando era muy difícil encontrar trabajo. La inflación era tan fuerte que el marco reducía su valor literalmente cada hora.
Durante esa época, los que tenían acceso a monedas extranjeras vivían como señores. La inflación, y la miseria que produjo, fue un don del cielo para los fanáticos como Hitler. En 1923 decía el futuro Führer: "Para liberamos necesitamos algo más que una política económica, algo más que sudor. íPara ser libres necesitamos orgullo, voluntad y obstinación!". El colapso económico, que destruía el trabajo y las propiedades, suministraba odio en cantidades generosas. Conociendo de memoria el famoso libro anti-judío Los Protocolos de los Sabios de Sión, Hitler utilizó su cita más famosa: "Por la envidia y el odio, mediante la lucha y la guerra, incluso con la extensión del hambre, la miseria y las plagas, llevaremos a la gente a un desfiladero del que sólo podrán escapar con la entrega total a nuestro dominio". Esas palabras, escritas pensando en la supuesta "Conspiración Mundial de los Judíos", fueron adoptadas por Hitler y utilizadas como la base de su intento de tomar el poder.
En una época en la que habían quedado destruídos todos los antiguos valores —el Reich, el Káiser, el ejército, ahora el dinero e incluso el concepto de valor— existía un vacío en el que podían introducirse las nuevas ideologías. En un Estado desorientado y desmembrado, en donde la voluntad de la mayoría quedaba arruinada por la falta general de objetivos, existía un entorno psíquico que podría conquistar una personalidad fuerte y entrenada. Hitler era esa voluntad, o así lo creía él, desde que había sido iniciado por Eckart. El ocultista de Thule había encendido su sentido del destino, y en Octubre de 1923 el archi-racista y antiguo adulador del Káiser, Houston Stewart Chamberlain, escribía a Hitler: "Ha de hacer usted cosas muy importantes; pero a pesar de su fuerza de voluntad, no lo considero un hombre violento... hay una violencia que se sale de sitio y conduce al caos, y hay una violencia cuya naturaleza es formar un cosmos... en este sentido creador de un cosmos, deseo contarlo a usted entre los hombres constructores, y no entre los violentos".
Hitler no era amigo de la espera, por lo que decidió aprovechar el tiempo. En 1922 el Partido Racista de la Libertad, ala política de los Freikorps, había ofrecido su apoyo a los nacionalsocialistas en el caso de un golpe de Estado, por lo que Hitler y su secuaz Alfred Rosenberg idearon un plan para acabar con el orden existente. Rosenberg, perteneciente a la Sociedad Thule y futuro filósofo religioso del Tercer Reich, llamó a su amigo Max Richter, quien había estado muchos años en Rusia y había ayudado a los terratenientes a reprimir el levantamiento anarquista de 1905. También había sido espía alemán en Turquía y había estado implicado en una fracasada contra-revolución en Rusia. Expulsado de allí, Richter ofreció su considerable talento a Rosenberg. A finales de Septiembre de 1923 Max Erwin von Scheubner-Richter, como él mismo se rebautizó pomposamente, presentó a Hitler un largo plan para la revolución. Se estaba incubando el plan para el famoso putsch de Múnich.
En su papel ocultista de "formador de un cosmos", Hitler soñaba que para él sería una mera formalidad derribar el gobierno y anunciar el Orden Nuevo: Pero las cosas salieron mal. La policía abrió fuego contra sus abigarradas tropas de asalto; murieron dieciséis, y Hitler resultó herido, y fue condenado a prisión. Su precipitada acción había sido misteriosamente predicha por el famoso astrólogo Elspeth Ebertin, quien a principios de 1923 había escrito: "Un hombre de acción nacido el 20 de Abril de 1889 con el Sol en 29° en Aries... puede exponerse a un peligro personal por una acción muy poco precavida, y asimismo puede poner en marcha una crisis incontrolable. Sus constelaciones demuestran que ese hombre debe ser tomado muy en serio; está destinado a jugar un papel dirigente en las batallas futuras...".
Pero no iba a ser así. Hitler cumpliría una pequeña sentencia en el relativo lujo de la prisión-fortaleza de Landsberg. Allí, con la ayuda de su lugarteniente, Rudolf Hess, Hitler escribiría su futuro éxito Mein Kampf. En el Mein Kampf, literalmente Mi Lucha, se detalla cómo sería el Reich de Hitler, incluída la persecución contra los judíos y la guerra contra los enemigos de Alemania. Viviendo en prisión, Hitler estaba en libertad de difundir su doctrina. En menos de nueve años era el dictador de Alemania.
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