La gran paradoja de la actual crisis económica -que debiera en realidad adjetivarse financiera- es que los hombres no pueden adquirir los bienes que efectivamente han producido. En otras palabras, podríamos decir que nos encontramos en una situación de pobreza en medio de la superproducción. Si consiguiera anclarse firmemente esta idea en los cerebros de las gentes, se habría dado el paso decisivo en el camino de la solución del problema. Sería, en verdad, el primer paso, el paso esencial, el demostrativo de que toda la llamada “ciencia económica” no es más que el fárrago pretencioso y vacuo de un enjambre de payasos, llamados economistas, subvencionados las más de las veces -directa o indirectamente, a sabiendas o, más a menudo, sin saberlo -por los beneficiarios de la demencial situación que padece el mundo.
Es evidentísimo, que si Occidente ha logrado producir bienes y está en condiciones de suministrar servicios, unos y otros cubriendo con creces sus actuales necesidades, debiera atravesar un período de bienestar sin parangón en toda su historia. ¿Porqué los bienes producidos no encuentran comprador? La respuesta salta a la vista. Por que los consumidores no están en disposición de comprarlos. Se traduce científicamente esta situación diciendo que el poder adquisitivo de los hombres ha disminuído en todas partes.
Si alguien niega esta empobrecimiento en medio de la abundancia observemos algunos hechos notorios y ejemplares. Por un lado vemos que en Francia e Italia se obtiene de la Agricultura -que es la rama económica que menos ha progresado en cifras absolutas- un 35 por ciento más de rendimiento que hace cuarenta años 1. En la Industria, el incesante progreso técnico permite producir más, a una cadencia cada vez más rápida 2. A pesar de las huelgas, de las guerras, de la pérdida de las colonias y del caos social. estos dos países han -como mínimo- doblado su producción industrial en los últimos cuarenta años. Más cerca estaría de la verdad decir que la han triplicado, pero no existen prácticamente fuentes dignas de total crédito por la polución de sus aguas con la baja política en el sentido más peyorativo de la palabra. Por el otro lado vemos que la población francesa, en ese lapso de tiempo, apenas ha aumentado en un cinco por ciento y la italiana en un 9. La simple aritmética demuestra que esos dos países deberían atravesar una era de prosperidad económica sin precedentes en toda su historia.
Por otra parte, observamos que a pesar de ser Italia el país con mayor número de emigrantes de toda Europa Occidental, hay, a mediados de 1976, más de un millón y medio de parados y cerca de un millón en Francia. La cifra debe haber sido rebasada también en España, y ello a pesar de no existir el despido libre y de que los mastodontes fabriles del Instituto Nacional de Industria, deficitarios por definición -como toda empresa estatal, desde la RENFE hasta el último koljhoz ucraniano- absorben una masa laboral importante, cuyo salario político pagará, a la postre, en forma de impuestos, el Pueblo.
Que millones de trabajadores, en toda Europa, al quedar sin trabajo, se queden sin salario -o reciban la limosna del subsidio contra el paro, lo que equivale a traspasar a toda la nación el fardo de los parados- es una consecuencia lógica de causa a efecto. “La crisis es causa del paro”, exclamarán unos economistas dirigiéndose, muy serios, al público, en un lado de la pista. “ ¡No! Estais equivocados. El paro es causa de la crisis”, responderán, con la seriedad de los buenos profesionales circenses, otros economistas. La tradición exige que las discusiones de payasos terminen arrojándose pastéles de crema a la cabeza, mientras jóvenes y mayores dilatan los pulmones y liberan sus buenas dosis de adrenalina. Por desgracia, en el prosaico mundo económico-financiero, estas académicas discusiones son el preludio de contiendas trágicamente reales y serias, en las cuales el viejo dilema producción-consumo es superado con sencillez, mientras los consumidores consumen toda la producción es forma de obuses.
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1 Encyclopedia Britannica. Britannica Book of the Year, 1967-68-69. William Benton Ed. págs. 453,452,442.
2 La producción italiana de electricidad aumentó en un 15 por ciento en 1968 y en otro 12 por ciento en 1969, que fue un año particularmente “social” (66 días de huelga). Ibid. Id. 1970, pag. 429.
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