El templo de Abu Simbel es un enorme complejo de templos excavados en la roca y situados cerca de la frontera de Egipto con Sudán. Los dos templos de este complejo fueron construidos en el siglo XIII a. C., durante el reinado del gran y poderoso Ramsés II. Aunque el conjunto de templos es conocido hoy en día como templo de Abu Simbel, en el pasado era denominado “Templo de Ramsés, amado por Amón”. Durante la década de 1960 se construyó la Presa Alta de Asuán, lo que tuvo como consecuencia la creación del lago Nasser. Este hecho amenazó la existencia del templo de Abu Simbel, cuyo traslado finalizó en el año 1968.
Entrada al Gran Templo de Abu Simbel, con sus cuatro colosales estatuas de Ramsés II ( UNESCO)
Los comienzos del Gran Templo
El templo de Abu Simbel consta de dos colosales templos (el Gran Templo y el Pequeño Templo) labrados en la roca de la ladera de la montaña. La construcción del complejo fue encargada por Ramsés II, uno de los más renombrados faraones del antiguo Egipto.
Según algunos expertos, las obras de construcción del templo de Abu Simbel comenzaron en torno al 1264 a. C. Esta fecha está basada en el hecho de que las representaciones artísticas que decoran el interior del Gran Templo celebran en cierta medida la victoria de Ramsés II sobre los hititas en la batalla de Kadesh, que tuvo lugar en el 1274 a. C. Se ha sugerido también como fecha alternativa de inicio de la construcción del templo el año 1244 a. C. Según esta hipótesis, el templo se encuentra en el límite de las tierras conquistadas a Nubia, y por esta razón habría sido construido con posterioridad a las campañas militares emprendidas por el faraón contra los nubios.
En cualquier caso, se ha llegado a la conclusión de que la construcción del templo de Abu Simbel tardó 20 años en completarse. A la entrada del Gran Templo, cuatro colosales estatuas sedentes de Ramsés II (con una altura de 20 metros) observan a todo aquél que se acerca. En cuanto al Pequeño Templo, que podría haber sido construido para Nefertari, esposa de Ramsés II, su entrada está custodiada por dos estatuas de la reina y cuatro del faraón, alcanzando cada una de ellas una altura de 10 metros.
Templo de Nefertari (‘Pequeño Templo’) en Abu Simbel
El Sancta Sanctórum de Abu Simbel
Uno de los elementos más fascinantes del templo de Abu Simbel es el Sancta Sanctórum del Gran Templo. En este espacio sagrado encontramos cuatro estatuas: las de Ra, Amón, Ptah y el propio Ramsés II. El templo fue construido de tal modo que dos veces al año, el 21 de febrero y el 22 de octubre en nuestro tiempo, los rayos del sol se abren camino directamente hasta el interior del Sancta Sanctórum, iluminando tres de las estatuas. La estatua de Ptah es la que se mantiene entre las sombras, algo cuya posible razón podría ser que era una deidad asociada al Inframundo. Tradicionalmente se ha creído que las dos fechas se corresponderían con el cumpleaños y la coronación del faraón, aunque no existe evidencia alguna que confirme esta hipótesis. En cualquier caso, se acepta que las dos fechas sin duda tienen alguna relación con importantes acontecimientos en la vida de Ramsés II.
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Templo de Abu Simbel: el Sancta Sanctórum con sus cuatro colosales estatuas ( CC by SA 3.0 )
Enterrado bajo la arena
El templo de Abu Simbel fue finalmente abandonado, quedando enterrado bajo las arenas del desierto con el paso de los milenios. El monumento cayó en el olvido, y solo fue redescubierto en la primera mitad del siglo XIX. Este redescubrimiento sería realizado por el viajero y geógrafo suizo Johann Ludwig Burckhardt (famoso principalmente por su descubrimiento de Petra en Jordania). Según cierta versión de los hechos, en 1813 Burckhardt remontaba el curso del Nilo cuando vio la parte superior del Gran Templo, que no había quedado totalmente cubierta por la arena. En otra versión del relato, el estudioso suizo fue llevado al lugar por un muchacho egipcio llamado Abu Simbel, nombre que daría más tarde Burckhardt al templo en su honor. El propio Burckhardt no fue capaz de desenterrar el templo. Mencionó el hallazgo a su amigo Giovanni Battista, y ambos intentaron excavar el monumento, aunque en vano. Posteriormente, en el año 1817, Battista regresó al lugar, logró desenterrar el templo y se llevó de él todo lo valioso y transportable que pudo encontrar.
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