miércoles, 16 de mayo de 2018
EVANGELIO DE RUBEN PARTE 3
Además de todos éstos existe un octavo espíritu, el del sueño, gracias al cual fueron creados el éxtasis de la naturaleza y la imagen de la muerte. 2A estos espíritus se mezcla el del error. 3El primero, el espíritu de la fornicación, tiene su asiento en la naturaleza y en los sentidos; el segundo, el espíritu de la insaciabilidad, en el vientre; 4 el tercero, el espíritu de la guerra, en el hígado y la bilis; el cuarto, el espíritu del agrado y del encanto, para parecer hermosos por medio de lo inútil; 5 el quinto, el espíritu del orgullo, para jactarse y vanagloriarse; el sexto, el espíritu del engaño, de perdición y envidia, para fingir palabras y hacerlas pasar desapercibidas ante parientes y vecinos; 6 el séptimo, el espíritu de injusticia, gracias al cual se producen los robos y atracos, para ejecutar los deseos del propio corazón. La injusticia, en efecto, colabora con los otros espíritus gracias al cohecho. 7 [A ellos se añade el espíritu del sueño, el octavo, unido a engaños y fantasías.] 8De este modo se corrompen los jóvenes, entenebreciendo su mente lejos de la verdad, no sintiendo según la ley de Dios ni obedeciendo a las amonestaciones de sus padres, tal como me ocurrió a mí en mi juventud. 9 Mas ahora, hijos míos, amad la verdad, y ella os guardará. Ésta es mi enseñanza, escuchad a Rubén vuestro padre. 10No concedáis importancia al aspecto exterior de la mujer; no permanezcáis solos con mujer casada ni perdáis el tiempo en asuntos de mujeres. 11Si yo no hubiera visto a Bala bañándose en un lugar apartado, no habría caído en tan gran impiedad. 12Desde que mi mente concibió la desnudez femenina, no me permitió conciliar el sueño hasta que cometí la abominación. 13Mientras mi padre Jacob estaba ausente en casa de Isaac, su padre, y nosotros, en Gader, cerca de Efratá, en la
región de Belén, Bala, ebria, yacía durmiendo desnuda en la alcoba. 14Yo entré, vi su desnudez, cometí la impiedad y, dejándola dormida, salí fuera. 15Inmediatamente un ángel del Señor reveló a mi padre Jacob mi impiedad. Volviendo a casa, comenzó a llorar mi pecado y no la tocó más
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