Esta extraña construcción que solo puede ser apreciada totalmente desde el aire, se encuentra en el condado de Adams (Ohio-Estados Unidos), en los Montes Apalaches.
Vista aérea del Montículo de la Serpiente de Ohio
Esta obra es un montículo de tierra, semejante a una serpiente ondulante, que si la observamos desde su cola, veremos que se inicia en forma de espiral, se abre hacia el exterior y se ondula formando el cuerpo, para llegar a la cabeza con la boca abierta, donde ingiere -o expulsa- un óvalo semejante a un huevo. Este terraplén redondeado tiene 380 mts. de largo por 6 mts. de ancho, con una altura de 1,20 mts.
Dibujo que permite apreciar claramente la ondulante forma de la serpiente
Fue descubierta recién en el año 1.846 por Ephraim Squier y Edwin Davis, quienes la cartografiaron y la dieron a conocer en su libro “Ancient Monuments of the Mississippi Valley”(“Monumentos Antiguos del Valle del Misisipí”); aunque las primeras referencias nos remiten al año 1.700 cuando llegó al lugar un grupo de colonos, veteranos de guerra, a los cuales el presidente George Washington les había otorgado 125 hectáreas parceladas como compensación. En el sitio hallaron centenares de montículos funerarios con las sepulturas de los indígenas y también se toparon con el extraño y extenso terraplén, al que no comprendieron en su magnitud.
El Montículo de la Serpiente visto a ras del suelo
Aunque se desconoce a ciencia cierta quiénes fueron los constructores del Gran Montículo de la Serpiente, se adjudica a la cultura Adena, la que al igual que la posterior cultura Hopewell tenían este tipo de costumbre funeraria en base a montículos mortuorios. Esto llevaría la antigüedad del monumento a una franja de tiempo entre el año 500 a.C. y el año 200 de nuestra Era.
Pero… ¿qué hace tan especial a este montículo? Sencillamente que es un poderoso campo magnético, el cual se puede verificar con el simple uso de una brújula, la cual se altera, dejando de marcar el norte magnético terrestre y girando alocadamente.
También el comportamiento animal sirve para corroborar esta alteración magnética, ya que en el lugar las palomas pierden su sentido de orientación y vuelan en círculos.
Recientes investigaciones han demostrado que estas aves tienen en la parte superior de su pico pequeños fragmentos de magnetita, que les permiten orientarse a través de los campos magnéticos del planeta. Pues, en este lugar eso se ve alterado.
Las historias transmitidas por los nativos cuentan que bajo el Montículo hay un metal muy especial, lo que se ha podido corroborar ingresando en cuevas localizadas en las laderas y, efectivamente, bajo la serpiente se ha encontrado Iridio, un metal muy escaso en la Tierra y asociado a la caída de meteoritos, ya que son ellos quienes lo introducen en el planeta. La moderna tecnología nos brinda conocimientos aportados por los satélites orbitales de la NASA que ha permitido confirmar que el Gran Montículo de la Serpiente se encuentra al borde de un cráter de 8 Km. de diámetro, producido por el impacto de un meteorito caído en el lugar hace unos 300 millones de años.
Pero hay más misterios: en el año 3.000 a.C. esta serpiente estaba alineada con la constelación Draconis, la misma que utilizaron los egipcios para sus construcciones piramidales. Esto es muy simple de comprobar mediante el uso de un software de simulación del tiempo astronómico, como el Starry Night o el SkyGlobe, solo por citar los más conocidos. ¿Qué relación hubo entre Norteamérica y Egipto hace 5.000 años?
Una de las pistas más concretas en cuanto al conocimiento de los nativos sobre la presencia de metales bajo la superficie y la relación con seres espaciales, son las crónicas de la cultura Shawanee. Ellos cuentan que la serpiente era usada por los “viajeros de las estrellas” como una marca para ubicarse sobre el terreno y como esos “seres luminosos” (¿será una referencia a sus trajes?), ingresaban a las cavernas para retirar un metal muy especial y preciado. También refieren que en el interior del óvalo de la boca de la serpiente había una roca (identificada como dolomita) con características magnéticas. Esa piedra hacía las veces de pararrayos, atrayendo la energía durante las tormentas, creando lámparas acumuladoras según los dioses les habían enseñado. Cuando la piedra dolomita se fragmentó por el desgaste producido por el tiempo, los nativos volvieron a la oscuridad, incapaces de repararla o reemplazarla por sus propios medios.
Pese a que a principios del siglo XX el lugar se convirtió en un parque estatal y se construyó un mirador con fines turísticos, en la actualidad el monumento está seriamente amenazado por los interesados en construir una represa en el cercano arroyo Brush, formando un espejo artificial de agua y un balneario, además del peligro que significan las empresas petroleras y mineras que ansían clavar sus garras en el lugar; por lo que pronto esta monumental obra -reitero, la más grande del mundo en su tipo- podría pasar a ser solo uno más de los vestigios desaparecidos definitivamente.
Lo cierto es que la ausencia de pruebas irrefutables en cuanto a quienes fueron sus constructores, en qué momento de la historia se erigió y cuál fue su función, hacen que todas las posibles explicaciones sean meras suposiciones.
Lo que no puede pasarse por alto es que se trata de una serpiente, con toda la carga cultural que este animal tiene en distintas etnias de todo el mundo, en todos los casos, relacionada con divinidades y seres espaciales; sumado a esto que el gran monumento solo es visible en su totalidad desde las alturas. Todo esto lo convierte en uno más de los misteriosos vestigios con que nos sorprenden los antiguos habitantes de este planeta (y posiblemente algunos de otros lugares del espacio)
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