"De acuerdo con su concepto del mundo, los pensadores sumerios tenían una visión relativamente pesimista del hombre y de su destino y estaban persuadidos de que el ser humano, formado y amasado con arcilla, no había sido creado más que para servir a los dioses, suministrándoles comida, bebida y morada, para que se pudieran entregar en paz y sosiego a sus actividades divinas.
El difícil problema del libre albedrío, que tanto preocupa a los filósofos, no se plantea en absoluto entre los pensadores sumerios, quienes aceptaban como una gran verdad inmediata que el hombre había sido creado por los dioses únicamente para su provecho y placer, y que por lo tanto no podía considerarse como un ser libre. Para ellos la muerte era el premio reservado a la criatura humana, ya que sólo los dioses eran inmortales, en virtud de una ley trascendental e ineluctable. Asimismo estaban convencidos de que las altas virtudes de sus compatriotas, adquiridas progresivamente, en realidad después de muchos siglos de tanteos y experiencias sociales, habían sido inventadas por los dioses. Eran éstos los que disponían; los hombres no podían hacer otra cosa que obedecerles.
Si los sumerios pensaban que los grandes dioses se comportaban de una manera virtuosa, no dejaban por eso de creer que al establecer la civilización humana esos mismos dioses habían introducido el mal en ella. El mal, la mentira, la violencia y la opresión. Y la lista de los me, esos principios inventados por los dioses para hacer funcionar sin trabas al cosmos, comprendía, como ya se ha visto, no solamente la verdad, la paz, la bondad, la justicia, sino también la falsedad, la disputa, la lamentación, el temor.
¿Por qué habrían sentido la necesidad, los dioses, de promover y crear el pecado y el mal, el sufrimiento y la desgracia? A juzgar por los documentos de que disponemos, si los sabios de Sumer llegaron a plantearse alguna vez este problema, estaban ciertamente dispuestos a responder que nada sabían de esta cuestión."
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