Nuestro condicionamiento social es estimulado por una obligación inauténtica de coexistir.
La mayoría de las relaciones están comprometidas por el conflicto, la culpabilidad y la disfunción. Estamos obligados socialmente a confiar en los demás. Esta falsa necesidad proporciona una experiencia infructuosa que finalmente conduce a la separación.
No es la alienación entre nosotros y las personas en nuestras vidas lo que causa nuestra soledad. Es la disociación que tenemos con nosotros mismos la que conduce a este desorden social generalizado.
Nuestra apatía, duda, temor y futilidad producen delirios de valentía, certeza, fortaleza y grandeza.
Estamos programados para depender de otros a costa de nuestra alma.
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