Felizmente, mi ruta personal hacia el Factor Maya floreció a través de influencias que fueron sembradas por los estudios de historia del arte que condujeron finalmente a contemplaciones maravillosas y a intravisiones que espantarían la mente de naturaleza galáctica.
En verdad, el que los mayas sean conocidos se debe a que ellos echaron un ancla en nuestra imaginación, con sus objetos de arte y manuales de arqueología. Mientras la National Geographic Society, muy recientemente ha llevado a los mayas hasta la atención popular a través de páginas policromas con comentarios sobre sus ruinas misteriosas, y obras hechas en piedra en las junglas de América Central, debe recordarse que el actual conocimiento de los mayas tiene escasamente más de 140 años.
Cuando el equipo artístico arqueológico de John Stephens y Frederik Catherwood publicó sus diversas obras, exquisitamente ilustradas, que documentan sus viajes por Yucatán y América Central en 1840, el resultado fue sensacional.
Cuando el equipo artístico arqueológico de John Stephens y Frederik Catherwood publicó sus diversas obras, exquisitamente ilustradas, que documentan sus viajes por Yucatán y América Central en 1840, el resultado fue sensacional.
Este consistió en el virtual descubrimiento de una civilización “perdida”, con todo el romance y la fantasía que una tal imagen llega a evocar. Algunos escritores-exploradores del siglo XIX, como Charles Brasseur de Beauboug, Lord Kingsborough, y Augusto le Plongeon, mientras sacaban a la luz algunos asuntos de interés arqueológico, también estuvieron prontos a relacionar a los mayas con el antiguo Egipto y la Atlántida.
Otros escritores, como James Churchward y Lewis Spencer, construyeron gran parte del aura atlante-lemuriana, que ellos atribuyeron a las ruinas mayas y a las escrituras jeroglíficas.
Al mismo tiempo, a fines del siglo XIX, arqueólogos y pensadores puramente “científicos” tales como Alfred P. Maudslay, Ernest Willem Förstemann, y Herbert J. Spiden, se han aferrado al sistema matemático y astronómico de los mayas, que para la mente científica era claramente el aspecto más fascinante de los mayas.
Al mismo tiempo, a fines del siglo XIX, arqueólogos y pensadores puramente “científicos” tales como Alfred P. Maudslay, Ernest Willem Förstemann, y Herbert J. Spiden, se han aferrado al sistema matemático y astronómico de los mayas, que para la mente científica era claramente el aspecto más fascinante de los mayas.
En 1927 se completó lo que embarazosamente se conoció como la correlación de la cronología Maya y Cristiana de Goodman-Martínez Hernández-Thompson. Esto quiere decir que el “inicio” del “Gran Ciclo” Maya ha sido ubicado entre el 6 de agosto y el 13 de agosto del año 3113 A.C. en el calendario cristiano. En la cronología maya esta fecha se escribe así: 13.0.0.0.0.
Esta misma fecha, 13.0.0.0.0., se repetirá el 21 de diciembre del año 2012 D.C.
Lo que esto quiere decir es que entre la primera fecha de 13.0.0.0.0. y la segunda, han transcurrido trece ciclos de algo menos de 400 años cada uno. A estos grandes ciclos de 394 años y un poco más los mayas los denominaron baktunes.
Lo que esto quiere decir es que entre la primera fecha de 13.0.0.0.0. y la segunda, han transcurrido trece ciclos de algo menos de 400 años cada uno. A estos grandes ciclos de 394 años y un poco más los mayas los denominaron baktunes.
Ya que en la fecha 13.0.0.0.0. el coeficiente 13 se refiere a la culminación de un Gran Ciclo de 13 baktunes, el primer Baktún de un nuevo ciclo es efectivamente el Baktún 0, el segundo ciclo es el Baktún 1, y así con lo demás. De este modo, la fecha correspondiente al año 2.993 A.C. se escribiría así: 0. 1.0.0.0..
Lo que se llama civilización Clásica Maya se desenvuelve casi completa en el ciclo diez, Baktún 9, 435-830 D.C., y así la mayoría de las fechas descifradas se parecen algo a esto, cuando son escritas en nuestro sistema de numeración escrita: 9.13.10.0. (año 702 D.C.), Pero más adelante continuaremos con esto.
Fue en 1935 cuando Sylvanus Griswold Morley, quizás el más sensible de los arqueólogos científicos, en su estudio por decir algo árido titulado “Guía para las ruinas de Quirigua”, resumió lo que aún es la perspectiva más predominante e iluminadora sobre los mayas:
Cuando a los adelantos materiales de los antiguos mayas en la arquitectura, escultura, arte de la cerámica, arte de trabajar con las piedras preciosas, el trabajo con plumas, y el arte de tejer y teñir el algodón se les suman a sus realizaciones abstractas e intelectuales, es decir, la invención de las matemáticas posicionales con su desarrollo concomitante del cero; la construcción de una cronológica elaborada con base en un punto fijo de partida, el uso de un sistema para contabilizar el tiempo, tan exacto como nuestro propio calendario gregoriano; un conocimiento de astronomía superior al de los antiguos egipcios y babilonios - y todo esto juzgado a la luz de sus propias limitaciones culturales, que estaban a la par con las de la temprana era neolítica del mundo antiguo, nos permite proclamarlos, sin temor a contradicción, como al pueblo aborigen más brillante de este planeta.
Tan alta como pueda ser esta apreciación, queda la conjetura de que a pesar de su brillantez, los mayas fueron sin embargo neolíticos y aborígenes. ¿Qué implica realmente el uso de estos términos?.
Fue en 1935 cuando Sylvanus Griswold Morley, quizás el más sensible de los arqueólogos científicos, en su estudio por decir algo árido titulado “Guía para las ruinas de Quirigua”, resumió lo que aún es la perspectiva más predominante e iluminadora sobre los mayas:
Cuando a los adelantos materiales de los antiguos mayas en la arquitectura, escultura, arte de la cerámica, arte de trabajar con las piedras preciosas, el trabajo con plumas, y el arte de tejer y teñir el algodón se les suman a sus realizaciones abstractas e intelectuales, es decir, la invención de las matemáticas posicionales con su desarrollo concomitante del cero; la construcción de una cronológica elaborada con base en un punto fijo de partida, el uso de un sistema para contabilizar el tiempo, tan exacto como nuestro propio calendario gregoriano; un conocimiento de astronomía superior al de los antiguos egipcios y babilonios - y todo esto juzgado a la luz de sus propias limitaciones culturales, que estaban a la par con las de la temprana era neolítica del mundo antiguo, nos permite proclamarlos, sin temor a contradicción, como al pueblo aborigen más brillante de este planeta.
Tan alta como pueda ser esta apreciación, queda la conjetura de que a pesar de su brillantez, los mayas fueron sin embargo neolíticos y aborígenes. ¿Qué implica realmente el uso de estos términos?.
Neolítico - Edad de Piedra - y Aborigen - desde el comienzo del tiempo, antes de la civilización - estos dos términos son medidos de la vara del progreso. El uso de estos términos obliga a la mente a la perspectiva de que cualquiera que sea la ingeniosidad que haya sido lograda por este pueblo, éste perteneció inexorablemente al pasado, es una anomalía, y de ahí que tenga escasa aplicación en el presente.
Sin embargo, con frecuencia se plantea la pregunta siguiente: si los mayas fueron aborígenes neolíticos y realmente no tenían metalurgia y no usaron la rueda, ¿qué hacían con un sistema matemático de tan exquisito refinamiento?. ¿Por qué eran tan intelectuales?.
Sin embargo, con frecuencia se plantea la pregunta siguiente: si los mayas fueron aborígenes neolíticos y realmente no tenían metalurgia y no usaron la rueda, ¿qué hacían con un sistema matemático de tan exquisito refinamiento?. ¿Por qué eran tan intelectuales?.
Y cuando uno examina el asunto, el período Clásico Maya, que tuvo su apogeo entre los años 435 y 830 D.C., tiempo en que transcurrió la “Edad Oscura” europea, se ve que no están tan alejados, al menos en el tiempo. Según las normas generales, las posteriores Eras de Piedra transcurrieron en otras partes del mundo hace unos 12.000 a 6.000 años.
Hay algo que está equivocado: ¿están equivocados los mayas, o lo está la vara con que se les ha medido?
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