lunes, 16 de julio de 2018

LOS MAESTROS GALÁCTICOS Y LOS NÚMEROS DEL DESTINO ( PARTE 3)

Para completar esta consideración general de la naturaleza cualitativa del número en el esquema de los mayas, no debemos perder de vista la función del sobre tono del número.

Esta función, que se llama en matemáticas el principio fractal, expresa la capacidad de un número para permanecer proporcionalmente constante. Por consiguiente, el 2 es al 10 lo que el 20 es al 100, y el 200 es al 1.000. Aunque cambie la cantidad del número, en esta serie la proporción es constante. Además, el todo puede reconstruirse desde la proporción.

En el código Maya uno se sorprende por la continua aparición de ciertos números que se refieren a proporciones holográficas específicas o fractales, incluyendo 26, 260, etc., y 52, 520, etc.
En verdad, es por las propiedades fractales que los números resuenan en diferentes octavas, trayendo a los sentidos y a las esferas mentales ciertos rangos de información superior, para ser decodificadas por medio de la afinación celular. (Para más información sobre fractales en el sistema Maya, véase el Suplemento B, Factores y Fractales mayas.)

Así pues, vemos que el propósito de la matemática Maya era comprender y registrar la constante galáctica, el Tzolkin que gira en sus interminables fractales armónicos y permutaciones de sus sobre-tonos.

El registro de números hecho por los Mayas Clásicos solo tuvo que ver secundariamente con los calendarios. Verdaderamente, lo que encontramos registrado en los grandes monumentos de piedra, y en algunos de los códices existentes o manuscritos pintados, es en realidad la habilidad que los mayas demostraron para expresar la relación entre la armonía galáctica y los ciclos anuales de la tierra, la luna y otros planetas del sistema solar.

Razón por la cual, en lugares como Copan, Quirigua y Tikal, los mayas erigían “marcadores del tiempo”, cada cinco, diez y veinte años. No eran años lo que ellos conmemoraban, sino números armónicos que aparecían en equivalentes factorizados de 5, 10 y 20 años. Así pues, cinco “años” son realmente una calibración de 1.800 kin.

1.800 kin es un holtun al cual le faltarían solo 25 días para los 5 años solares. 1.825 = (S X 365) días.

De igual manera, 10 “años” son 3.600 kin, y 20 “años” son 7.200 kin. Como punto de interés, vemos que cada uno de estos números 1,800, 3.600 y 7.200 tienen al 9 como su factor básico (18 = 9 X 2; 36 = 9 X 4; 72 = 9,X 8). Como veremos, el 9 es el número clave asociado a los cálculos que se correlacionan con lo que llamamos tiempo.

Estas calibraciones armónicas -1.800 kin, 3.600 kin, 7.200 kin etc...- corresponden a mensuras de un modelo galáctico o rayo de sincronización. Para pensar en esto, imaginemos un rayo que emana del núcleo galáctico. Imaginemos que esto es como el rayo luminoso de un faro, que mientras mayor sea la distancia, más ancho es el rayo. Imaginemos que un bote alejado en el mar pasa a través del rayo.

Aún cuando el bote y el rayo estén en movimiento, habrá un intervalo de tiempo durante el cual el bote sea realmente bañado por el rayo de luz. Así ocurre con la nave espacial Tierra, al pasar como un bote a través del rayo de sincronización galáctica. Desde la perspectiva de los armónicos mayas, este rayo tiene un diámetro de 5.200 tun. Esto se traduce aproximadamente en 5.125 años terrestres de diámetro. ¿Cómo es esto?.

El comienzo de nuestro paso por este rayo corresponde al 13 agosto del año 3113 A.C., que es la fecha Maya para el inicio. Teniendo, 5.200 tun de duración, el modelo armónico galáctico pertenece a una serie de fractales basada en el 52, y el 52 mismo está basado en 26 (X 2), y en 13 X 4. Ya que el 26 es fractal básico de 260, el número del Tzolkin, el rayo está totalmente marcado y saturado con la constante galáctica.

Debido a que el rayo está calibrado en 5.200 tun, y debido a que un tun de 360 kin, o el equivalente a 360 días, son 5 días menos de un vago año solar de 365 días, el modelo completo de 5.200 tun es en realidad el equivalente de unos 5.125 años de duración. De nuevo, estamos suponiendo que la intención principal de los Mayas Clásicos no era la de contar el tiempo, sino la de anotar las calibraciones armónicas del rayo de sincronización armónica de 5.200 tun.

Naturalmente, los expertos en cuestiones mayas en su mayoría están perplejos con lo que parece ser el uso de ciclos calendáricos de 260 y 360 unidades, que no corresponden de manera exacta con los ciclos planetarios perceptibles ya sean astronómicos u orgánicos.

La causa de este asombro, radica en el hecho de que los ciclos de 260 y 360 unidades no son ciclos originalmente calendáricos o para contabilizar el tiempo, sino que son índices fractales de la armonía galáctica. Como fractal, 260 es realmente un sobretono secundario de 26, o sea, de 2xl3, y 360 es un sobretono secundario de 36, o de 2xl8 y 4x9. Así pues, en los números 260 y 360 vemos los factores claves mayas 4, 9 y 13.

El “calendario” de 260 unidades es la constante galáctica.

El “calendario” de 360 unidades es el calibrador armónico. El 260 es constante porque representa la interminable ronda de permutaciones generadas por los 13 números y las 20 posiciones direccionales que definen el menor conjunto posible de cambios, que dan cabida al mayor número de posibilidades galácticas, desde frecuencias de onda, hasta arquetipos.

Tanto el 260 como el 360 son números de cálculo que se basan en la unidad más pequeña, que es un kin. 360 kin, o sea un tun, es el calibrador armónico en virtud de ser un múltiplo de 9, de su representación del número de grados en un círculo, y en su aproximación a los 365 días en un año solar. (Para una información más detallada sobre las progresiones armónicas de los “calendarios” de 260 y 360 unidades, véase el suplemento C, Armónicos del Calendario).

Equipados con un sistema numérico desalentadoramente simple aunque altamente flexible, el propósito de los mayas al venir a nuestro planeta era el de asegurarse que el modelo armónico galáctico, aún no perceptible para nuestra posición evolutiva en la galaxia, hubiese sido presentado y anotado. Por supuesto, puede que los mayas no hayan sido los primeros maestros galácticos en comunicar información desde fuera del sistema solar hasta nuestro planeta.

Los hechos señalan a otros que al menos sembraron semillas en el planeta, en otro tiempo o época cercana a la entrada en la comente del rayo armónico, en el año 3113 A.C.. Pero por su ubicación en la historia de la civilización global, la significación más grande y singular de los mayas radica en que ellos son la más reciente onda de maestros galácticos, que nos trajeron en su totalidad la matriz de información galáctica.

Los Mayas Clásicos demostraron con gran destreza y facilidad cómo nuestros ciclos anuales tienen relación con el modelo armónico galáctico. Esto es fácil de entender, si no nos consideramos superiores a los mayas. Pero si creemos que ellos estaban en la edad de piedra, o representaban una etapa más primitiva, menos avanzada de nuestra propia civilización, que luchaban por crear un calendario agrícola solar; entonces este punto será para nosotros muy difícil de entender.

Con el objeto de lograr un mejor entendimiento del asunto, encarnemos un poco más al escenario que empezamos a desarrollar en el capítulo anterior.

En Monte Alban, en las tierras montañosas de Oaxaca, al sur de Méjico, encontramos un fenómeno curioso. Allí, entre las ruinas primitivas, a las que los arqueólogos fechan en un período entre lo años 500 y 600 A.C., hay una serie de asombrosas figuras esculpidas; con cabezas de animal y con representaciones jeroglíficas alineadas verticalmente a través de los centros de sus cuerpos, estas figuras, que por otra parte tienen parecido humano, están acompañadas por lo que se considera es el más primitivo sistema notacional de la barra y el punto, que están relacionados con los “textos” matemáticos de la civilización Maya posterior.

En este sistema de numeración escrita, un punto es igual a una unidad, una barra a cinco unidades, y una concha estilizada a cero. Con estos tres símbolos notacionales los mayas realizaron milagros matemáticos.

Al considerar que el Gran Ciclo comente va desde el año 3113 A.C., hasta el 2012 D.C., encontramos que su punto medio exacto 6.10.0.0.0, en el ciclo séptimo o intermedio de los trece ciclos baktún, que comprende el Gran Ciclo, correspondía a la fecha 550 A.C. Este representa la edad aproximada de las esculturas del Danzante en Monte Alban. Al transponer las calibraciones mayas desde el punto inicial, el 13 de agosto del año 3113 A.C., conocida como la cuenta larga, se utiliza una figura en cinco posiciones, es decir, 6.10.0.0.0..

El primer número, el 6, registra el número de baktunes que han pasado desde la fecha inicial; la segunda posición registra el comente período katún; la tercera posición el tun; la cuarta el vinal y la quinta, el kin.

En términos del número de kin o días transcurridos desde la iniciación del Gran Ciclo, la fecha 6.10.0.0.0., es igual a 936.000 kin. Como en todas las fechas claves mayas, el 9 es el factor clave del número 936.000, cuyo armónico es 936.

El 9 es el número que simboliza periodicidad y perfección, también es el número de los Míticos Señores del Tiempo, y es el número que representa a los mismos maestros galácticos mayas. La fecha del punto intermedio, 6.10.0.0.0., fecha en la cual fueron ejecutadas las esculturas de Monte Albán, se refiere a la “venida de los Nueve Señores del Tiempo”, y a la llegada de la medida galáctica al planeta.

Si esta primera oleada galáctica, representada por los “Nueve Señores del Tiempo”, llegó por el año 550 A.C., o si la fecha, que es exactamente el punto intermedio del Gran Ciclo, fue escogida para conmemorar su primera llegada, es una pregunta abierta. Basta con decir que las esculturas de Monte Albán conmemoran la primera oleada de los Mayas galácticos en Centroamérica.

Si contemplamos la escena cultural mesoamericana alrededor del año 550 A.C., lo que encontramos es el clímax de lo que se considera es la primera etapa avanzada de una civilización superior en esta parte del mundo, y esa civilización es la Olmeca.

El nombre Olmeca significa literalmente “gente de caucho”, porque fueron los olmecas los que supuestamente inventaron el juego ritual de la pelota, y el uso de pelotas de caucho.

Habiendo comenzado su ascenso a la civilización alrededor del año 1500 A.C., los olmecas se caracterizaron por sus poderosas esculturas de piedra y de jade, que representan jaguares con yelmos o criaturas con rostro de felino. Se supone que las bases religiosas de los olmecas surgieron de una cultura chamanística del Neolítico tardío, centrada en el nagual o espíritu del jaguar.

Los olmecas también incluían entre sus ritos la ingestión de psilocybina, un hongo alucinógeno llamado por los nativos teonánacatl, carne de los dioses.

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