lunes, 16 de julio de 2018

LOS MAESTROS GALÁCTICOS Y LOS NÚMEROS DEL DESTINO ( 1 PARTE )

Los Maestros Galácticos y Los Números del Destino

Cuando por primera vez confrontamos a los mayas, sentimos su magnificencia, pero extrañamos sus dioses, sus mitos y sus creencias.

Mientras los mitos y leyendas están aquí, ocultos en los textos, atisbando desde las enredaderas de la jungla, haciendo guiños desde las flores brillantes que brotan de la piedra cortada, lo que se centra sobre nuestra atención son los números. Como hemos visto, la persistencia de los números aparece en el cálculo de los tiempos de “origen”.

Los números también hablan cuando leemos los textos adulterados de los profetas del Chilam Balam, quienes al entrar en trance lo expresaban todo con números: El 1, el 13, el 7, el 9, el 4. ¿Son los números seres vivientes? ¿Son ellos entidades etéreas e intangibles, que ocupan dimensiones de la mente, y cuya existencia resulta insospechada para nuestro rígido pensamiento materialista?.

Limpiando nuestros ojos y aclarando nuestras mentes, es difícil creer que la totalidad del relato pueda decirse con números. Trece números y veinte símbolos, para ser precisos. ¿Y los mismos veinte símbolos, no son más que números disfrazados en formas ocultas llamadas jeroglíficos?

Aún más, ¿cómo podría la totalidad del relato, es decir, la ciencia, el mito, la medida galáctica, y la estrategia divina, estar contenida en una matriz cuya medida es de 13 X 20 unidades?.

No conocemos el nombre original de la matriz de 13 X 20, llamada por los arqueólogos el Tzolkin, y que literalmente es el conteo de los días, o realmente el conteo de Kin (= el sol, el día, la unidad armónica primaria). Igualmente, llamado Calendario Sagrado, el Tzolkin se parece a una de aquellas raras anomalías numerológicas.

¿Pero entonces, el I Ching le pareció algo diferente a Leibnitz, Hegel, o Jung, cuando ellos lo encontraron por primera vez?

Sabemos que el Tzolkin, al que llamamos módulo armónico, también es igual a la tabla de permutación llamada el Buk Xok. Sin embargo, cuando examinamos la tabla de permutación, tan divertida como ésta pueda parecer, su profundidad huye de nosotros. ¿Cómo puede esta medida de trece números en veinte series, hablar de la resonancia universal? ¿Qué significan pues los números mayas?

Por supuesto, el Tzolkin es sólo un código. Y así es el alfabeto con el que escribimos. No obstante, como ya lo sabemos, el alfabeto codifica un lenguaje, y la persona que sabe como escribir aquel lenguaje con el alfabeto - que consta de 26 letras - puede ostentar un poder formidable, y transmitir al menos un impresión del conocimiento y sabiduría del universo.

Del mismo modo, al conocer el lenguaje clave del Tzolkin, que es el módulo armónico de los mayas, se pueden abrir canales de entendimiento y comunicación con un poder igual o aún mayor que el que obtenemos a través del alfabeto. Porque el número, al no ser diferente del símbolo, es una condensación de los sobre-tonos altos y de niveles de significado.

Y cada número individual es un campo resonante para sí mismo. Esta es la razón por la cual solamente son necesarios trece números para describir el complejo total que llamamos ser galáctico -trece números que ocupan cada uno una posibilidad de veinte ubicaciones de posición, para un total de 260 permutaciones.

Con el objeto de explicar y apreciar los movimientos de la matriz Maya de 13 X 20, y la riqueza de sus aplicaciones reales y simbólicas, sería bueno obtener una percepción aún más profunda de la potencia mágica que los números tenían para los mayas.

Estos números, el 13, el 7, el 4 y el 9, en particular, como también el 20, penetran tanto en el pensamiento de los mayas, que es importante entender que cada uno de los números representa una multitud de cualidades, y la suma de las cualidades, al igual que la suma de los números, representa lo que llamamos “mundo”, o más bien “universo”.

En la actualidad pensamos generalmente que los números representan cantidades, como por ejemplo, 7 manzanas o 13 naranjas. Pero la cuantificación es sólo una función del número.

Para pensar en los números como cualidades armónicas, nos es muy útil la analogía musical. Puede decirse que cada tono musical representa un número o viceversa. El do podría estar representado por el 1, el re por el 2, y así. En el espacio de una octava hay un número fijo de tonos - 7 para ser exactos - do, re, mi, fa, sol, la, y si - siendo el octavo tono un do más elevado.

Cada tono de una octava determinada tiene sus sobre-tonos secundarios en las octavas superiores e inferiores. Son virtualmente infinitas las posibilidades de secuencias de tonos, como también de sostenidos y bemoles, la riqueza y el timbre de los tonos, la interpretación de rangos de octavas, y las sincronizaciones armónicas de dos o más tonos.

Y sin embargo, para empezar sólo hemos expresado un pequeño conjunto de tonos. Esta analogía demuestra que el número, al representar cualidades sensitivas como también cualidades simbólicas de la mente, es esencial, pues posee múltiples tonos secundarios de profundidad y significado, y es capaz de expresar la extensión completa de posibilidades universales.

La analogía también muestra que una cantidad muy limitada de números puede realizar todos estos fines. Para el Factor Maya, la función cualitativa y armónica del número es de suma importancia.

Así pues, mientras para nosotros la medida del tiempo es el conteo de una serie de unidades que expresan cantidad, sean éstas días o minutos, años u horas, para los mayas lo que llamamos tiempo es una función del principio de resonancia armónica.

De este modo, los días son en realidad tonos, y éstos se llaman Kin, y están representados por los números correspondientes; la secuencia de los días (kin) crea los ciclos armónicos, llamados vinal, tun, katunes, baktunes, etc... y las secuencias de ciclos armónicos, tomados como conjuntos más grandes, describen las frecuencias o calibraciones de un orden orgánico más grande, es decir, del modelo armónico del planeta Tierra en relación con el Sol y las galaxias que están más allá.

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