jueves, 22 de febrero de 2018

NIÑOS DEL FUTURO …



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El futuro destino de la raza humana será creado por la estructura caracterial de los niños del futuro. En sus manos y corazones estará esta gran decisión. Tendrán que limpiar el caos del siglo XX. Esto nos concierne a nosotros, los que vivimos en medio de este gran caos.
Un nuevo tipo de desarro­llo social, hasta ahora desconocido, entra en escena: El interés internacional por el NIÑO. Este desarrollo empezó en Estados Unidos, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Nuestra tarea en el nuevo desarrollo parece ser la siguiente:
Nuestros padres y abuelos han intentado penetrar, en el siglo pasado y más de una vez, el muro del mal social con todo tipo de teorías sociales, programas políticos, reformas, resoluciones y revoluciones. En cada intento han fracasado miserablemente. Ni un sólo intento de mejora del destino humano ha tenido éxito hasta ahora. Más que eso, o más bien, peor que eso: con cada intento la miseria se profundizó y aumentó la confusión.
La generación actual, a saber, aquellos que están en su madurez ahora, aquellos que tienen ahora de 30‑60 años, han heredado esta confusión y han intentado du­ramente, pero en vano, salir de ella: algunos han sido capaces de levantar la cabeza por encima del caos; otros han sido arrastrados por el remolino, para no salir nunca más.
Con otras palabras: Hemos fracasado miserablemente como constructores de una nueva orientación vital para la vida. Estuvimos demasiado agobiados con nuestros propios embrollos pasados. Íbamos cargados con cadenas en nuestras piernas, mientras intentábamos saltar hacia la liber­tad. Hemos caído, y , como generación, no nos levantaremos nunca más.
¿No hay, entonces, esperanza?
Hay esperanza, mucha esperanza, si solamente mostramos el valor y la dignidad de ser conscientes de nuestro miserable fra­caso. Entonces, y solamente entonces, seremos capaces de ver dónde y cómo enganchar y AYUDAR.
Podemos ayudar si somos conscientes de la tremenda esperanza, que está vinculada al cambio de la opinión pública, en primer lugar en Estados Uni­dos, sobre la importancia y la naturaleza decisiva de la educación temprana.
La primera condición para coger las oportunidades dadas es la realización de nuestra propia función:
SOMOS SOLO LOS TRANSMISORES DE UN PASADO DEPRAVA­DO, HACIA UN FUTURO EVENTUALMENTE MEJOR. NO DEBEMOS SER NOSOTROS LOS QUE EDIFIQUEMOS ES­TE FUTURO. ¡NO TENEMOS DERECHO DE DECIR A NUESTROS HIJOS CÓMO CONSTRUIR SU FUTURO!
YA HEMOS DEMOSTRADO QUE SOMOS INCAPACES DE CONSTRUIR NUESTRO PROPIO FUTURO. LO QUE PODEMOS HACER COMO TRANSMISORES, NO OBSTANTE, ES CONTAR A NUESTROS HIJOS, DÓNDE Y CÓMO FRACASAMOS, PODEMOS, ADEMÁS, HACER TODO LO PO­SIBLE PARA REMOVER LOS OBSTÁCULOS QUE ESTÁN EN EL CAMINO DE NUESTROS HIJOS, PARA QUE CONSTRUYAN UN MUNDO NUEVO Y MEJOR PARA ELLOS MISMOS.
No podemos, de ningún modo, predicar la "adaptación cultural" para nuestros hijos, ya que esta misma cultura ha sido desintegrada bajo nuestros pies hace más de 35 años. ¿Nuestros hijos tendrán que adaptarse a este siglo de guerras, matanzas en masa, tiranía y deterioro moral?
Es imposible crear un carácter humano independiente, cuando la educación está en manos de políticos. No podemos, ni osamos vender nuestros hijos de esta manera.
NO PODEMOS DECIR A NUESTROS HIJOS QUÉ TIPO DE MUNDO SERÍA O HABRÍA QUE CONSTRUIR, PERO PODEMOS EQUIPAR NUESTROS HIJOS CON EL TIPO DE ESTRUCTURA CARACTERIAL Y CON EL VIGOR BIOLÓGICO QUE LES HARÁN CAPACES PARA TOMAR SUS PRO­PIAS DECISIONES Y ENCONTRAR SUS PROPIOS CAMINOS PARA CONSTRUIR, DE UNA MANE­RA RACIONAL, SU PROPIO FUTURO Y EL DE SUS HIJOS.

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