lunes, 28 de agosto de 2017

LA SÉPTIMA TABLILLA SUMERIA DE LOS ANUNNAKIS

LA SÉPTIMA TABLILLA SUMERIA 
¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Así lo ordenó Enlil; Adamu y Ti-Amat fueron expulsados desde el Edin al Abzu.
Enki los puso en un recinto entre los árboles; los dejó para que se conocieran. Enki vio con alegría lo que Ningishzidda había provocado: Ti-Amat estaba retozando con un niño.
Ninmah vino para observar el parto: ¡un hijo y una hija, gemelos, les han
nacido a los Seres Terrestres!
Ninmah y Enki veían a los recién nacidos con asombro, era una maravilla como crecían y se desarrollaban; los días eran como meses, los meses acumulaban años para la Tierra. ¡Para cuando Adamu y Ti-Amat tuvieron otros hijos e hijas, los primeros
ya estaban procreando por sí mismos!

Antes de que hubiera pasado un Shar de Nibiru, los Terrestres estaban pro-liferando.
A los Trabajadores Primitivos se les había dotado de entendimiento, entendían los mandatos;
estaban anhelando estar con los Anunnaki, trabajaban duro y bien con sus raciones de comida,
no se quejaban del calor ni del polvo, no refunfuñaban diciendo estar derrengados;
los Anunnaki del Abzu se vieron liberados de las penurias del trabajo.

El vital oro iba llegando a Nibiru,
la atmósfera de Nibiru iba sanando lentamente;
La Misión-Tierra proseguía para satisfacción de todos
Entre los Anunnaki, Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron, también
había desposorios y procreación.

Los hijos de Enlil y Enki, de entre hermanas y hermanastras, de entre heroínas sanadoras tomaron esposas. A ellos, les nacieron hijos e hijas en la Tierra;
Aunque estaban dotados con los ciclos vitales de Nibiru, se vieron acelerados por los ciclos de la Tierra.
El que aún había estado en pañales en Nibiru, en la Tierra se había convertido en niño; el que había comenzado a gatear estando en Nibiru, naciendo en la Tierra
ya estaba corriendo por ahí.

Mucha alegría hubo cuando les nacieron gemelos a Nannar y Ningal, una hija y un hijo tuvieron; Ningal les llamó Inanna y Utu. ¡Con ellos, se hacía presente la tercera generación de Anunnaki en la Tierra! Se les asignaron trabajos a los descendientes de los líderes; se repartieron algunas faenas de antaño, entre los descendientes se hacían
más fáciles;
A las faenas de antaño, se les añadían nuevas tareas. Sobre la Tierra el calor era creciente, la vegetación florecía, criaturas salvajes recorrían la tierra;
las lluvias eran más fuertes, los ríos manaban, había que reparar las moradas. Sobre la Tierra cada vez hacía más calor, las zonas de blanca nieve se fundían en agua,
los océanos no contenían las barreras de los mares.

Desde las profundidades de la Tierra, los volcanes arrojaban fuego y azufre, el suelo temblaba cada vez que la Tierra se sacudía. En el Mundo Inferior, el lugar de color blanco de nieve, la Tierra gruñía; en la punta del Abzu, Enki estableció un lugar de observación, confió el mando a su hijo Nergal y a su esposa Ereshkigal. ¡Algo desconocido, algo insólito, se está fraguando allí abajo!, dijo Nergal a su padre, Enki. En Nibru-ki, el lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil observaba las vueltas
celestes, comparaba los movimientos celestes con los ME-de las Tablillas de Destinos;
¡Hay alboroto en los cielos!, le dijo Enlil a su hermano Enki.

Desde el planeta Lahmu, el lugar de la estación de paso, Marduk se quejaba a Enki, su padre.
¡Fuertes vientos están perturbando, están levantando irritantes tormentas de polvo!
Estas palabras le transmitió Marduk a su padre, Enki: ¡En el Brazalete Repujado está habiendo trastornos! Sobre la Tierra, caía azufre del cielo.

Demonios despiadados que causaban estragos, se acercaban violentamente a la Tierra,
se inflamaban con fuegos llameantes en el cielo.

Traían la oscuridad a un día claro, hacían estragos con tormentas y Vientos Malignos.
Estaban atacando la Tierra como proyectiles pétreos,
Kingu, la Luna de la Tierra, y Lahmu también, se veían afligidos por estos estragos,
¡los rostros de los tres se veían cubiertos con innumerables señales!
Enlil y Enki le transmitieron a Anu, el rey, palabras urgentes, alertaron a los sabios de Nibiru:
¡La Tierra, la Luna y Lahmu se enfrentan a una calamidad desconocida!

Desde Nibiru, los sabios respondieron; sus palabras no calmaron los corazones de los líderes:
en los cielos, la familia del Sol estaba tomando posiciones,
los celestiales, de los cuales la Tierra es el séptimo, estaban eligiendo lugares. En los cielos, Nibiru se aproximaba, se acercaba a la morada del Sol. Nibiru se veía perturbado por los siete, en una hilera dispuestos, el sendero a través del Brazalete Repujado había desaparecido, ¡había estado desplazando trozos y piezas del Brazalete! Despojado de la barrera celestial, Lahamu con Mummu se agazapaban cerca del Sol, en los cielos, Lahamu había abandonado su gloriosa morada, se veía atraída hacia Nibiru, el rey celestial, ¡una reina del cielo deseaba ser! Para contenerla, Nibiru hizo aparecer un monstruoso demonio desde la profundidad celestial.

Un monstruo que perteneció una vez al ejército de Tiamat, forjado en la Batalla Celestial,
desde la profundidad celestial se abrió camino, despertado de su sueño por Nibiru. Como un dragón flameante, se extendía desde el horizonte hasta la mitad del cielo, una legua tenía su cabeza, cincuenta leguas de largo tenía, su cola era impresionante.

Por el día, oscurecía los cielos de la Tierra.
Por la noche, arrojaba un hechizo de oscuridad sobre el rostro de la Luna. A sus hermanos, los celestiales, Lahamu pidió ayuda: ¿Quién se enfrentará al dragón, quién lo detendrá y lo matará?, preguntaba. Sólo el valiente Kingu, en otro tiempo protector de Tiamat, se adelantó para responder.
Kingu se apresuró para interceptar al dragón en su sendero: Fiero fue el encuentro, una tempestad de nubes se levantó sobre Kingu; Kingu se sacudió hasta sus cimientos, la Luna se estremeció y tembló por el impacto.

Después, el trastorno celeste se calmó, Nibiru volvía a su distante morada en lo Profundo, Lahamu no abandonó su lugar de morada,
los proyectiles pétreos cesaron en su lluvia sobre la Tierra y Lahmu. Enki y Enlil se reunieron con Marduk y Ninurta, emprendieron la inspección de los estragos.
Enki inspeccionó los cimientos de la Tierra, examinó lo que había acontecido con sus plataformas. Midió las profundidades de los océanos, exploró las montañas de oro
y cobre de los lejanos rincones de la Tierra. No habrá escasez del oro vital. Así dijo Enki. En el Edin, Ninurta fue el inspector, donde las montañas temblaron y los
valles se estremecieron, en su nave celeste, se elevó y viajó. La Plataforma de Aterrizaje estaba intacta; ¡en los valles del norte, la Tierra derramaba líquidos ígneos! Así le contaba Ninurta a su padre, Enlil; descubrió brumas sulfúricas y betunes.

En Lahmu, la atmósfera estaba dañada, las tormentas de polvo interferían con la vida y con el trabajo,
Así le decía Marduk a Enki. ¡Deseo volver a la Tierra!, desveló a su padre.
Enlil volvió de nuevo sobre sus antiguos planes, reconsideró las ciudades que había planeado y sus funciones.
¡Hay que establecer en el Edin un Lugar del Carro!, les dijo a los demás. Les mostró los antiguos diseños del trazado sobre la tablilla de cristal.

El transporte desde el Lugar de Aterrizaje hasta la estación de paso en
Lahmu ya no es seguro, ¡
¡tenemos que ser capaces de subir hasta Nibiru desde la Tierra! Así les habló Enlil.
Desde el primer amerizaje, se contaban ya ochenta Shars.

Viene ahora el relato del viaje a la Luna de Enki y Marduk,
y de cómo Enki determinó los tres Caminos del Cielo y las constelaciones.
¡Que se establezca el Lugar de los Carros, cerca de Bad-Tibira, la Ciudad del Metal,
desde allí, llévese el oro directamente desde la Tierra a Nibiru en los carros! Estas palabras les dijo Ninurta, el comandante de Bad-Tibira.

Enlil tuvo en cuenta las palabras de Ninurta, su hijo; estaba orgulloso de la sabiduría de su hijo.
Enlil le transmitió rápidamente el plan a Anu, el rey, diciéndole estas palabras:
Que se establezca un Lugar de Carros Celestiales en el Edin,
que se construya cerca del lugar donde se funde y se refina el mineral de oro.
¡Llévese el oro puro en los carros directamente desde la Tierra hasta Nibiru,
que héroes y suministros sean traídos directamente a la Tierra desde Nibiru!
¡De gran mérito es el plan de mi hermano!, dijo Enki a su padre Anu. Pero una gran desventaja alberga en su núcleo:
¡la atracción de la red de la Tierra es mucho mayor que la de Lahmu; para
superarla, nuestras energías quedarán exhaustas!

Antes de que haya prisa por decidir, examinemos una alternativa:
¡cerca de la Tierra hay un acompañante, se trata de la Luna! La atracción de su red es más pequeña, de ahí que se precise poco esfuerzo para ascender y descender. ¡Considerémosla como estación de paso, que se nos permita a Marduk y
a mí viajar hasta allí!

Anu, el rey, presentó a la consideración de consejeros y sabios los dos planes. ¡Examínese primero la Luna!, le aconsejaron al rey. ¡Examínese primero la Luna!, transmitió Anu la decisión a Enki y a Enlil. Enki se alegró enormemente; la Luna siempre le había resultado atractiva, siempre se había preguntado si habría aguas ocultas en algún lugar, y qué
atmósfera poseía.

En las noches de insomnio, había observado embelesado su frío disco plateado, sus crecientes y decrecientes jugaban con el Sol, y se le antojaban una
maravilla entre las maravillas. Enki deseaba descubrir los secretos que la Luna conservaba desde el
Principio.

En una nave espacial, hicieron Enki y Marduk su viaje hasta la Luna; tres veces circundaron a la compañera de la Tierra, observaron la profunda herida que le había causado el dragón, la cara de la Luna estaba marcada con muchas depresiones, obra de los
destructivos demonios. En un lugar de ondulantes colinas hicieron descender la nave espacial, en
su mitad aterrizaron;
desde aquel lugar pudieron observar la Tierra y la amplitud de los cielos. Tuvieron que ponerse los cascos de águilas; la atmósfera era insuficiente
para respirar.

Dieron un paseo con facilidad, fueron en esta y en aquella dirección; la obra del maligno dragón fue de sequedad y desolación. ¡No se parece a Lahmu, no es adecuado para una estación de paso!, dijo
Marduk a su padre.

¡Vamonos de este lugar, volvamos a la Tierra! ¡No te precipites, hijo mío! Así le dijo Enki a Marduk. ¿Acaso no estás hechizado con la danza celestial de la Tierra, la Luna y el Sol?
Desde aquí, la visión está despejada, la región del Sol está a mano,
la Tierra no cuelga de nada, como un globo en el vacío.
¡Con nuestros instrumentos, podemos explorar los cielos distantes,
en esta soledad podemos admirar la obra del Creador de Todo!
¡Quedémonos, observemos las vueltas, cómo circunda la Luna a la Tierra,
cómo hace sus vueltas la Tierra alrededor del Sol!
Así le hablaba Enki a su hijo Marduk, excitado por lo que veía.

Marduk se persuadió con las palabras de su padre; hicieron su morada en la nave espacial.
Durante una vuelta de la Tierra, durante tres vueltas, permanecieron en la Luna;
midieron sus movimientos con respecto a la Tierra, calcularon la duración de un mes.
Durante seis vueltas de la Tierra, durante doce vueltas alrededor del Sol, midieron el año de la Tierra.
Tomaron nota de cómo se emparejaban ambos, haciendo desaparecer a las luminarias.
Después, prestaron atención a la región del Sol, estudiaron los senderos de Mummu y de Lahamu.
Junto con la Tierra y la Luna, Lahmu constituía la segunda región del Sol,
Seis eran los celestiales de las Aguas Inferiores. Así le explicó Enki a Marduk.

Seis eran los celestiales de las Aguas Superiores, estaban más allá de la
barrera, del Brazalete Repujado:
Anshar y Kishar, Anu y Nudimmud, Gaga y Nibiru; éstos eran los otros seis, eran doce en total, doce era la cuenta del Sol y su familia. De los trastornos más recientes, Marduk inquirió a su padre:
¿Por qué han tomado plazas en una hilera siete celestiales? Así preguntó a su padre.
Enki consideró entonces sus vueltas alrededor del Sol;
Enki observó con atención la gran banda de éstos alrededor del Sol, su progenitor,
las posiciones de la Tierra y la Luna marcó Enki en un mapa, Por los movimientos de Nibiru, no descendiente del Sol, esbozó la anchura de la gran banda.
El Camino de Anu, el rey, decidió Enki nombrarla.

En la amplitud de los cielos profundos, padre e hijo observaron las estrellas;
Enki estaba fascinado con sus proximidades y agrupamientos.
Dibujó imágenes de doce constelaciones, de horizonte a horizonte, en toda
la vuelta de los cielos. En la Gran Banda, el Camino de Anu, emparejó a cada una con los doce
de la familia del Sol,
a cada una le designó una estación, por nombres serían llamadas. Luego, en los cielos por debajo del Camino de Anu, por donde Nibiru se
aproxima al Sol,
diseñó un camino parecido a una banda, lo designó el Camino de Enki; también le asignó a él doce constelaciones por sus formas. A los cielos por encima del Camino de Anu, a la Hilera Superior, la llamó
el Camino de Enlil,
también agrupó allí las estrellas en doce constelaciones. Treinta y seis fueron las constelaciones de estrellas, en los tres Caminos
estaban ubicadas.

En lo sucesivo, cuando Nibiru se acerque y se vaya, desde la Tierra su
curso será conocido por las estaciones de estrellas, ¡Así se designará la posición de la Tierra mientras viaja alrededor del Sol! Enki le indicó a Marduk el inicio del ciclo, la medida del Tiempo Celestial: Cuando llegué a la Tierra, la estación a la que di final, la Estación de los
Peces fue nombrada,
¡La nombré con mi propio nombre! «El de las aguas». Así dijo Enki, con satisfacción y orgullo, a su hijo Marduk. Tu sabiduría abarca los cielos, tus enseñanzas sobrepasan mi propia comprensión,
¡pero en la Tierra y en Nibiru, el conocimiento y el gobierno andan separados! Así le dijo Marduk a su padre. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Qué es lo que no sabes, qué es lo que echas en
falta?, le dijo Enki.

¡Los secretos de los cielos, los secretos de la Tierra he compartido contigo! ¡Ay, padre mío!, dijo Marduk. Había angustia en su voz. Cuando los Anunnaki en el Abzu dejaron de trabajar y te pusiste a forjar al Trabajador Primitivo,
no mi madre, sino Ninmah, la madre de Ninurta, para ayudarte fue convocada,
no yo, sino Ningishzidda, de mí el más joven, para ayudarte fue invitado,
¡con ellos, no conmigo, tus conocimientos de la vida y la muerte compartiste!
¡Hijo mío!, le respondió Enki a Marduk. ¡A tu mandato fue dado de los Igigi y Lahmu ser supremo!
¡Ay, padre mío!, le dijo Marduk. ¡De la supremacía, por el hado hemos sido privados!

Tú, padre mío, eres el Primogénito de Anu; sin embargo, Enlil, y no tú, es
el Heredero Legal;
tú, padre mío, fuiste el primero en amerizar y en fundar Eridú,
sin embargo, Eridú está en los dominios de Enlil, los tuyos están en el distante Abzu.
Yo soy tu Primogénito, de tu esposa legítima en Nibiru nací,
sin embargo, el oro se reúne en la ciudad de Ninurta, para de allí enviarlo
o retenerlo,
la supervivencia de Nibiru está en sus manos, no en mis manos.

Ahora volvemos a la Tierra; ¿cuál será mi trabajo,
el hado me destina a la fama y la realeza, o a ser humillado de nuevo?
En silencio, Enki abrazó a su hijo, en la desolada Luna le hizo una promesa:
¡Eso de lo cual se me ha privado a mí, tu destino futuro será!
¡Tu tiempo celestial llegará, una estación mía junto a la tuya habrá!
Viene ahora el relato de Sippar, el Lugar de los Carros en el Edin, y de cómo los Trabajadores Primitivos volvieron al Edin.

Durante muchas vueltas de la Tierra, padre e hijo estuvieron ausentes de la Tierra;
en la Tierra, no se llevaba a cabo ningún plan; en Lahmu, los Igigi estaban alborotados.
Enlil le transmitió a Anu palabras secretas, sus preocupaciones le transmitió a Anu desde Nibru-ki:
Enki y Marduk han ido a la Luna, durante incontables vueltas se han quedado allí.
Sus acciones son un misterio, no se sabe lo que están tramando; Marduk ha abandonado la estación de paso de Lahmu, los Igigi están
ansiosos, la estación de paso se ha visto afectada por tormentas de polvo, los daños
que pueda haber nos son desconocidos.

El Lugar de los Carros en el Edin debe ser construido,
desde allí se llevará el oro directamente de la Tierra a Nibiru, a partir de entonces, ya no será necesaria una estación de paso en Lahmu; ése es el plan de Ninurta, su entendimiento es grande en estas materias, ¡Establézcase el Lugar de los Carros en Bad-Tibira, sea Ninurta su primer comandante!

Anu dio mucha consideración a las palabras de Enlü; a Enlil, una respuesta le dio:
Enki y Marduk están volviendo a la Tierra;
¡Escuchemos primero sus palabras de lo que en la Luna han descubierto! De la Luna partieron Enki y Marduk, a la Tierra regresaron; dieron cuenta de las condiciones allí; ¡no es viable una estación de paso
ahora!, informaron.
¡Que se construya el Lugar de los Carros!, dijo Anu. ¡Sea Marduk su comandante!, dijo Enki a Anu. ¡Esa tarea está reservada para Ninurta!, gritó Enlil con rabia. ¡Ya no hace falta comando para los Igigi, Marduk tiene conocimientos de
esos trabajos,
que se haga cargo Marduk del Pórtico del Cielo! Así le dijo Enki a su padre. Anu reflexionó sobre el asunto con preocupación: ¡Ahora los hijos se ven
afectados por las rivalidades!

Con sabiduría estaba dotado Anu, con sabiduría tomó sus decisiones: El Lugar de los Carros para conducir el oro por nuevos caminos está designado, pongamos en manos de una nueva generación lo que viene a partir de ahora.
Ni Enlil ni Enki, ni Ninurta ni Marduk estarán al mando, ¡que asuma la responsabilidad la tercera generación, sea Utu el comandante! ¡Construyase el Lugar de los Carros Celestiales, sea su nombre Sippar, Ciudad Pájaro!

Ésta fue la palabra de Anu; inalterable fue la palabra del rey.
La construcción comenzó en el Shar ochenta y uno, se siguieron los planos de Enlil.
Nibru-ki estaba en el centro, Enlil lo designó como Ombligo de la Tierra,
por su ubicación y por distancias, las ciudades de antaño se situaron como
en círculos,
se dispusieron como una flecha, desde el Mar Inferior hacia las montañas
él trazó una línea sobre los picos gemelos de Arrata, hasta los cielos en
norte,
donde la flecha intersectaba la línea de Arrata, marcó el lugar de Sippar, el Lugar de los Carros de la Tierra;
¡a él llevaba directamente la flecha, desde Nibru-ki estaba exactamente ubicado por un círculo igual!
Ingenioso era el plan, todos se maravillaban por su precisión.

En el octuagésimosegundo Shar se terminó la construcción de Sippar; se le dio el mando al héroe Utu, nieto de Enlil. Se forjó para él un casco de águila, se decoró con alas de águila.
Anu llegó en el primer carro que, desde Nibiru, vino directamente hasta Sippar;
deseaba ver por sí mismo las instalaciones, quería maravillarse con lo que se había conseguido.
Para la ocasión, los Igigi, comandados por Marduk, bajaron de Lahmu a la Tierra,
desde el Lugar de Aterrizaje y desde el Abzu vinieron los Anunnaki.

Hubo palmadas en las espaldas y vítores, fiesta y celebración.
Inanna, nieta de Enlil, obsequió a Anu con cantos y danzas;
antes de partir, Anu convocó a los héroes y a las heroínas.
¡Una nueva era ha comenzado! Así les dijo.
¡Con el suministro directo de la salvación dorada, el fin del duro trabajo está próximo!

En el momento haya suficiente oro de protección amontonado y almacenado en Nibiru,
podrá reducirse el trabajo en la Tierra, ¡héroes y heroínas volverán a Nibiru! Esto prometió Anu, el rey, a los allí reunidos, les transmitió una gran espe-
ranza:
¡Unos cuantos Shars más de duro trabajo, y volverán a casa!
Anu ascendió de vuelta a Nibiru con mucha pompa; oro, oro puro llevaba
con él. Utu llevó a cabo su nueva tarea con cariño; Ninurta conservó el mando en
Bad-Tibira.

Marduk no volvió a Lahmu; tampoco fue al Abzu con su padre. Deseaba vagar por todas las tierras, recorrer la Tierra en su nave celeste, de los Igigi, algunos en Lahmu, otros en la Tierra, se hizo a Utu comandante. Tras el regreso de Anu a Nibiru, los líderes en la Tierra tenían grandes
expectativas:
esperaban que los Anunnaki trabajaran con renovado vigor. Amasar rápidamente oro, para volver a casa cuanto antes. ¡Pero eso, ay, no fue lo que vino a suceder! En el Abzu, las expectativas de los Anunnaki no eran las de continuar con
el duro trabajo, sino las de liberarse de él,
¡ahora que los Terrestres están proliferando, que se encarguen ellos del trabajo!
Así decían los Anunnaki en el Abzu.

En el Edin, los trabajos eran mayores; hacían falta más moradas, más provisiones. Los héroes del Edin exigieron Trabajadores Primitivos, hasta entonces
confinados en el Abzu, ¡Durante cuarenta Shars, sólo se ha proporcionado alivio en el trabajo en
el Abzu!, gritaban los héroes en el Edin, nuestro trabajo se ha incrementado más allá de toda resistencia, ¡tengamos
también Trabajadores! Mientras Enki y Enlil debatían el asunto, Ninurta tomó la decisión en sus
manos:
dirigió una expedición hasta el Abzu con cincuenta héroes, iban pertrechados con armas.
En los bosques y las estepas del Abzu, persiguieron a los Terrestres,
con redes los capturaron, llevaron varones y hembras al Edin.

Los entrenaron para hacer todo tipo de faenas, tanto en los huertos como en las ciudades.
Enki se enfadó con lo sucedido, también se enfureció Enlil:
¡Has revocado mi decisión de expulsar a Adamu y a Ti-Amat! Así le dijo Enlil a Ninurta.
¡Para que no se repitiera en el Edin el motín que hubo una vez en el Abzu!
Así le dijo Ninurta a Enlil. Con los Terrestres en el Edin, los héroes se cal
marán,
¡unos cuantos Shars más, y no habrá de qué preocuparse! Así dijo Ninurta
a Enlil.

Enlil no se apaciguó; ¡Así sea!, le dijo refunfuñando a su hijo.
¡Amontónese con rapidez el oro, volvamos todos pronto a Nibiru!
En el Edin, los Anunnaki observaban con admiración a los Terrestres:
Tienen inteligencia, comprenden las órdenes.
Se encargaron de todo tipo de faenas; iban desnudos al realizar sus trabajos.
Entre ellos, varones y hembras se emparejaban constantemente, prolifera-ban con rapidez:
¡En un Shar, a veces cuatro, a veces más, tenían lugar sus generaciones!
Mientras los Terrestres crecieran en número, tendrían trabajadores los Anunnaki,
los Anunnaki no se saciaban con los alimentos;
en las ciudades y en los huertos, en los valles y en las colinas,
los Terrestres estaban buscando comida constantemente.

En aquellos días, todavía no se habían hecho los cereales,
no había ovejas, aún no se había creado el cordero.
Acerca de todo esto, Enlil le dijo palabras airadas a Enki:
¡Con tus actos has generado confusión, así que busca tú la salvación!
Viene ahora el relato de cómo vino a ser el Hombre Civilizado,
de cómo se creó, mediante un secreto de Enki, a Adapa y a Titi en el Edin.
Con la proliferación de los Terrestres, Enki estaba complacido, Enki estaba preocupado;
el grupo de los Anunnaki se había acomodado en gran medida, su descontento había decrecido,
con la proliferación, los Anunnaki rehuían el trabajo, los trabajadores se estaban convirtiendo en siervos.

Durante siete Shars, el grupo de los Anunnaki se acomodó mucho, su descontento disminuyó.
Con la proliferación de los Terrestres, lo que crecía por sí solo era insuficiente para todos; en tres Shars más hubo escasez de pescado y de caza, ni Anunnaki ni
Terrestres quedaban saciados con lo que por sí mismo crece. En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; concebía la creación de una Humanidad Civilizada. ¡Cereales que sean sembrados por ellos para ser cultivados, ovejas para
que las apacienten! En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; reflexionaba
sobre cómo conseguirlo.

Observó para estos planes a los Trabajadores Primitivos del Abzu, reflexionó sobre los Terrestres en el Edin, en las ciudades y en los huertos. ¿Qué se les podría adecuar para los trabajos? ¿Qué hay que no se haya
combinado en la esencia vital?
Observó a los descendientes de los Terrestres, constató algo alarmante: ¡Con la repetición de las cópulas, se estaban degradando hacia sus antepasados salvajes!

Enki estuvo mirando por las zonas pantanosas, navegó por los ríos y observó;
con él, sólo iba Isimud, su visir, el que guardaba los secretos. Vio que en la orilla del río se bañaban y retozaban unos Terrestres; entre ellos, había dos hembras de salvaje belleza, firmes eran sus senos. Contemplándolas, el falo de Enki se humedeció, tenía un ardiente deseo. ¿Les doy un beso a las jóvenes?, le preguntó Enki a su visir Isimud. Llevaré la embarcación hasta allí, ¡besa a las jóvenes!, le dijo Isimud
a Enki. Isimud dirigió la barca hasta allí, Enki saltó de la barca a tierra firme.

Enki llamó a una joven, ella le ofreció una fruta. Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció. Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen del señor Enki.

Enki llamó a la segunda joven, ella le ofreció bayas del campo.
Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó;
dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos.
En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció.
Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen
del señor Enki.
¡Quédate con las jóvenes, por ver si quedan embarazadas!
Así le dijo Enki a su visir Isimud.

Isimud se sentó junto a las jóvenes; hacia la cuarta cuenta aparecieron sus abultamientos.
Hacia la décima cuenta, la novena se había completado, la primera joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació un niño; la segunda joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació una niña. Al amanecer y al crepúsculo, lo cual delimita un día, en el mismo día dieron a luz las dos, como las Llenas de Gracia, Amanecer y Crepúsculo, a partir de entonces
se les conoció en las leyendas. En el nonagésimotercer Shar, engendrados por Enki, nacieron los dos en
el Edin.

Isimud llevó rápidamente a Enki noticia de los alumbramientos.
Enki estaba en éxtasis con los alumbramientos: ¡Quién había oído hablar
de algo así!
¡Se consiguió la concepción entre Anunnaki y Terrestres, he traído al ser al Hombre Civilizado! Enki dio instrucciones a su visir, Isimud: ¡Mi acción debe permanecer en
secreto! Que los recién nacidos sean amamantados por sus madres; después de eso,
los traerás a mi casa, ¡Entre las aneas, en cestas de junco, los he encontrado!, dijo Isimud a todo
el mundo.

Ninki tomó cariño a los expósitos, los crió como a sus propios hijos. Adapa, el Expósito, llamó al niño; Titi, Una con Vida, llamó a la niña. A diferencia del resto de niños Terrestres, la pareja era: de crecimiento más lento que los Terrestres, mucho más rápidos de comprensión;
estaban dotados de inteligencia, eran capaces de hablar con palabras.
Hermosa y agradable era la niña, muy diestra con las manos;
Ninki, la esposa de Enki, le tomó cariño a Titi; le enseñó todo tipo de oficios.
A Adapa, fue el mismo Enki quien le enseñó, le instruyó en cómo hacer anotaciones.
Enki le mostró orgulloso a Isimud sus logros,
¡he creado al Hombre Civilizado!, le dijo a Isimud.

¡De mi simiente, ha sido creado un nuevo tipo de Terrestre, a mi imagen y
semejanza!
De las semillas, harán crecer alimentos; y apacentarán ovejas, ¡a partir de entonces, los Anunnaki y los Terrestres quedarán saciados! Enki envió palabras a su hermano Enlil; Enlil vino desde Nibru-ki hasta
Eridú.
¡En el desierto, ha aparecido un nuevo tipo de Terrestre!, dijo Enki a Enlil. Son rápidos en aprender, se les pueden enseñar conocimientos y oficios. Que se nos traigan de Nibiru semillas de las que se siembran, que se nos traigan de Nibiru ovejas para repartir por la Tierra, enseñemos a esta nueva raza de Terrestres la agricultura y el pastoreo, ¡saciémonos juntos Anunnaki y Terrestres! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Ciertamente, son similares a nosotros los Anunnaki en muchos aspectos!,
dijo Enlil a su hermano. ¡Es una maravilla de maravillas que hayan aparecido por sí mismos en el
desierto!

Llamaron a Isimud. ¡Entre las aneas, en cestas de juncos, los encontré!, dijo. Enlil ponderó el asunto con gravedad, sacudía la cabeza con asombro. ¡Ciertamente, es una maravilla de maravillas, que haya emergido una
nueva raza de Terrestres,
que la misma Tierra haya hecho un Hombre Civilizado, se les puede enseñar agricultura y pastoreo, oficios y elaboración de herramientas!
Así le decía Enlil a Enki. ¡Enviemos palabras a Anu de la nueva raza! Se transmitieron palabras de la nueva raza a Anu, en Nibiru. ¡Que se nos envíen semillas que puedan ser plantadas y ovejas para el pastoreo!
Esto sugirieron Enki y Enlil a Anu.
¡Que el Hombre Civilizado sacie a los Anunnaki y a los Terrestres!

Anu escuchó las palabras, quedó asombrado con ellas:
¡Que un tipo de esencias vitales lleve a otro no es algo inaudito!, les dijo en respuesta.
¡pero nunca se había oído algo así, que en la Tierra apareciera tan rápidamente un Hombre Civilizado a partir del Adamu!
Para la siembra y el pastoreo hará falta un gran número; ¿son capaces de proliferar los seres?
Mientras los sabios de Nibiru reflexionaban sobre el asunto, en Eridú ocurrían cosas importantes:
Adapa conoció a Titi en el apareamiento, él derramó su semen en su matriz.

Hubo concepción, hubo alumbramiento:
¡Titi alumbró gemelos, dos hermanos!
Se transmitieron palabras del nacimiento a Anu en Nibiru:
¡La pareja es compatible para la concepción, pueden proliferar!
¡Que se repartan por la Tierra semillas que se puedan sembrar y ovejas para el pastoreo,
que comience la agricultura y la ganadería en la Tierra, saciémonos todos! Así dijeron Enki y Enlil a Anu en Nibiru.

¡Permanezca Titi en Eridú, para amamantar y cuidar de los recién nacidos, tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.


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